Alquilar ropa: la nueva forma de vestir que crece y arraiga
La pandemia hace aumentar esta tendencia, que apuesta por un consumo más responsable y sostenible de las prendas de ropa
BarcelonaTanto la blusa estampada de colores como los pantalones negros que lleva puestos la diseñadora de interiores y community manager Laura Acosta no son suyos. Los ha alquilado por internet. En el armario tiene más piezas como estas: le llegan a casa en unas cajas, se las pone durante un mes y se las recogen. No hace falta ni que las lave. “Durante la pandemia vi que no necesitaba tanta ropa y solo usaba una parte de lo que tenía en el armario”, explica esta barcelonesa de 33 años. Alquilar piezas para el día a día se ha convertido en un recurso práctico para muchos consumidores y podría instaurarse para toda la vida. No solo porque es un modelo de economía circular y colaborativa, sino porque es más rentable, no hay que comprar ropa y complementos para lucirlos, permite variar el estilo, las piezas se optimizan y se fomenta la sostenibilidad.
La industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo, según la ONU. Se calcula que produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y transportes marítimos internacionales juntos. Solo para confeccionar unos pantalones vaqueros se necesitan entre 2.000 y 3.000 litros de agua, tal como recoge una investigación de la Universidad Politécnica de Madrid. Un consumidor compra de media un 60% más ropa que hace una década y una pieza se suele usar solo diez veces antes de ser tirada. Gema Gómez, fundadora y directora de la plataforma de información y consultoría de moda y sostenibilidad Slow Fashion Next, subraya que este modelo “es inviable”. Por eso tiene claro que “si alargamos la vida de los productos y evitamos que el armario se llene de ropa, seremos más sostenibles”. Dar una segunda vida a la moda haciendo que vuelva a tener una utilidad después de su uso es lo que fomenta la economía circular. “No son solo las empresas las que tienen la responsabilidad de cuidar el planeta; nosotros, como consumidores, también tenemos mucho que hacer en lugar de comprar tanta ropa y tirarla”, puntualiza la profesora de economía y empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Neus Soler.
Ropa colgada y no utilizada
Menos del 1% del material utilizado para producir ropa se recicla en ropa nueva, según datos de la Fundación Ellen MacArthur. “Con el alquiler, si no te gusta la pieza, la devuelves”, explica Mar Frigola, asesora de imagen personal y profesional. “Así evitas armarios llenos y con la etiqueta todavía colgando de las piezas”, afirma esta experta, directora de la empresa de asesoría de imagen y estilismo saldemar.cat. El conocido como principio de Pareto, o ley 80/20, dice que el 80% de los resultados se deben de al 20% de esfuerzo, y aplicado a la ropa que tenemos en el armario sería que la llevamos puesta solo en un 20% de las ocasiones. Pero mientras alquilar apartamentos o bicicletas es una práctica muy extendida, y desde hace tiempo, el alquiler de artículos de ropa levanta cierto recelo en parte de la población. “Las plataformas de alquiler de ropa son la respuesta colaborativa en moda a las plataformas similares que existen para compartir coche o vivienda. Y son más propias de la generación Z: los nacidos entre los 90 y la actualidad, que han crecido con este concepto de compartir”, especifica Gómez.
Las clientas de estas plataformas de ropa acostumbran a tener entre 25 y 40 años. Alquilar unos pantalones durante un mes puede costar, dependiendo del tipo de pieza y de la marca, unos 20 euros. Los clientes tienen la alternativa de las “cajas”, donde se incluyen conjuntos, a veces escogidos por los estilistas de la marca de acuerdo con lo que más les favorece según sus preferencias. Los precios suelen ir de los 40 euros –con tres piezas– hasta los 60 euros –con cinco–. “La gente se interesa por modelos de consumo más slow. Con el alquiler se puede consumir de manera más consciente. Y a las clientas les gusta recibir en casa las cajas”, asegura Raúl González, fundador de la plataforma de alquiler de ropa Ecodicta, con mercados en Barcelona y Madrid, principalmente.
Ouh Lo Là, la primera plataforma de fashion renting creada en el Estado, es de las que ofrecen más piezas en cada envío, según explica su fundadora, Lola Ribas. “Las clientas, con la suscripción, pueden tener hasta once piezas durante 30 días de marcas como Bimba y Lola, Mango, Zara, Sandro o Massimo Dutti. No hay nada más importante que verse bien durante el día a día para afrontar todos los obstáculos que vas encontrando”, subraya Ribas.
La barcelonesa Pislow alquila vestidos para celebraciones y ofrece cajas mensuales con conjuntos que van de 300 a 1.200 euros. “Tenemos artículos nuevos de marcas como Escada y Tous. Además, las marcas pueden ver qué es lo que más se ha alquilado y esto les ayuda a producir mejor”, explica la cofundadora, Maria José González. Otra plataforma es la gerundense Lapona, que alquilan ropa de bebés, de 0 a 24 meses, también por suscripción. “Tenemos ropa de algodón orgánico y hecho con materiales de alta calidad, como lanas recicladas. Nuestro objetivo es hacer circular la ropa de los pequeños, que precisamente crecen y cambian muy a menudo de talla”, explica su fundadora, Patrícia González.
Un sector en crecimiento
En los últimos nueve años el sector de la ropa de segunda mano ha experimentado un crecimiento continuo, hasta situarse en 2020 entorno a los 30.000 millones de dólares. En 2024 superará los 60.000 millones de dólares, según un informe de Stadista. “Es evidente que existe un cambio de consumo y de paradigma. Las suscripciones a las plataformas de alquiler de ropa crecen cada año entorno a un 10%”, concreta Pablo Candau, director general de Newe. Como proveedores, Newe se encargan desde la creación del canal online de la tienda para alquilar la ropa hasta el envío y la recogida de las piezas, pasando por el pago. “Si analizas la inversión en la pieza en función del número de veces que te la has puesto, el alquiler te sale más rentable”, añade Candau. “Si yo como consumidora recibo cada 30 días un paquete con diferentes piezas, quiere decir que alguien me lo tiene que traer y me lo vendrá a buscar. Hay un transporte, y esto también es contaminación”, advierte Soler, experta en marketing.
Los países nórdicos –como Dinamarca, Noruega y Suecia–, Inglaterra y Alemania ya hace tiempo que han implantado esta fórmula, en que la moda ha pasado a ser un servicio. “Son los que tienen una alta conciencia medioambiental, los más activistas, y han presionado más a las marcas para que sean sostenibles”, indica Soler. Marcas o superficies comerciales que hasta ahora habían hecho la vista gorda o habían mirado con recelo al comercio de segunda mano actualmente están entrando en los mercados de alquiler y de segunda mano. SKFK, con tiendas en todo el mundo, dio el paso al alquiler de ropa en 2019 en consonancia con su propio modelo de sostenibilidad. “La moda no es un artículo de primera necesidad. Ante esto nos planteamos dos retos: ser neutrales en emisiones de carbono, y esto lo hemos conseguido, por ejemplo, plantando casi 4.000 árboles en bosques de Vizcaya, y hacer cambios en la manera en la que vendíamos y cómo nuestros clientes compraban”, comenta Mikel Elzo, fundador y codirector.
Una vez pasado el mes, si la ropa que lleva la clienta le gusta puede quedársela a un precio reducido. Un 70% de los encuestados, según un estudio de Kan tar, se muestran dispuestos a pagar más dinero por la sostenibilidad si tiene una contrapartida clara: que las piezas sean de más calidad y duren más. Así, ¿alquilar o comprar? “Nos acabaremos proveyendo de ropa de maneras muy diferentes de cómo lo hemos hecho hasta ahora. Habrá más modelos de negocio y más oferta de alquiler. Pero los dos modelos, la compra y el alquiler, pueden convivir perfectamente”, concluye Gómez.