Cuerpo y mente

¿Por qué nos incomoda hablar de dinero con sus amigos?

Las disparidades económicas con nuestro entorno pueden generar malestar y sentimientos negativos, aunque conversar puede resultar beneficioso

Kristin Wong / The New York Times
y Kristin Wong / The New York Times

Nueva York"Estoy buscando ofertas para comprar una casa. ¿Cuánto pagas tú de hipoteca?", me preguntó una vez un amigo. Rápidamente se tapó la boca con la mano. "Lo siento –me dijo–. Soy un maleducado".

A muchos de nosotros nos enseñaron desde pequeños que el dinero es uno de los pocos temas –como la política, el sexo y la religión– que debes evitar en una conversación. No debes presumir de cuál es tu capital neto ni debes revelar tu salario a los colegas. Tienes que evitar preguntar a tus amigos sobre la renta, aunque esto te ayude a poner en perspectiva tu presupuesto. En cada oportunidad, nos desaconsejan hablar de dinero. Pero si quieres solucionar tu situación financiera es necesario hablar de ello.

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"Para las personas es difícil hablar de dinero porque no existe un estándar real establecido para medir los parámetros financieros", dice McLay, una exasesora financiera. "Creo que hablar con los amigos sobre tu situación financiera es esencial para romper el tabú en torno al dinero", asegura. Cuanto más cómodos nos oigamos hablando abiertamente de temas como planes de jubilación, préstamos y planteamiento de presupuestos con los colegas, mayor será la oportunidad de aprender juntos. "Cuanto más discutimos nuestras situaciones y las aceptemos o trabajemos para mejorarlas, nuestra relación con el dinero será más saludable", añade McLay.

Por ejemplo, si este mes tienes que dedicar más dinero a pagar una deuda pendiente, algo que podría significar que no puedes ir con tanta frecuencia a restaurantes, cuando tus amigos te inviten a comer sushi sería fácil evadir el tema con una excusa como: "Estaré ocupado esta noche porque necesito hacer lavadoras y limpiar la casa". En lugar de eso, sé honesto sobre tu situación financiera.

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Esto también genera oportunidades de aprendizaje: quizás tu amiga te explique cómo pagó su préstamo con mayor rapidez, por ejemplo. O puede que empiece a sugerirte alternativas más baratas para que salga y le divierta. En todo caso, abres la puerta a mejores costumbres y soluciones financieras.

Cuando hay disparidad

Las amistades adultas no son fáciles de mantener. Las agendas llenas y las exigencias diversas interfieren a la hora de pasar tiempo con sus amigos. Y cuando hay dinero de por medio, las amistades pueden complicarse aún más. Actividades sencillas, como salir a cenar o tomar una copa, pueden convertirse en incómodas. Otras decisiones importantes, como compartir apartamento o irse de vacaciones juntos, pueden ser aún más tensas, sobre todo cuando uno de los amigos tiene más dinero que el otro. "El dinero saca a relucir muchas cosas", comenta Aja Evans, terapeuta financiera. "Hacen aparecer el miedo a ser incomprendido, rechazado y juzgado".

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Las disparidades económicas en las amistades pueden generar malestar donde no debería haber, sobre todo cuando la gente confunde su patrimonio neto con su valía personal. "Por eso es tan incómodo", afirma la periodista Anna Goldfarb, autora de Modern friendship: How to nurture our most valued connections. "Es posible que te parezca bien que tus padres te paguen por algo, pero que un amigo pague por ti puede resultar raro porque la dinámica de poder se sentirá extraña".

La relación entre poder y dinero también puede evidenciar problemas y disparidades sociales más amplias. "Puede centrar la atención en las diferencias de privilegio y los problemas de prejuicios y discriminación –señala Evans–, lo que podría tensar aún más la amistad".

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Sin embargo, no todas las amistades con disparidades económicas están condenadas al fracaso. Natalie Vallot, de 49 años, y Hilah Johnson, de 44, son amigas desde hace más de dos décadas. En 2010 Johnson empezó un programa de cocina en YouTube. Cuando el programa empezó a irle bien, lo mismo le ocurrió con sus ingresos. Mientras Vallot afrontaba dificultades económicas para terminar sus estudios de enfermería, ambas tuvieron que superar una creciente brecha de riqueza. "Nat siempre fue muy generosa. Si no tenía dinero para salir, ella me decía: «Ven, yo te cubro». Así que nunca sentí que era una carga. A ver, tampoco es que pidiera marcas caras ni nada de 'eso. Tampoco era cuestión de aprovecharse de ello', recuerda Johnson. "Creo que también hay que ser honesto con lo que puedes permitirte. Puedes decir: «No me llega para hacer esta actividad, ¿podemos hacer algo más barato? Este es mi presupuesto, ¿se podría ajustar? » Si tus amigos quieren pasar tiempo contigo, nadie se opondrá.