Madres en precario. Cuando 'maternar' es un reto social

Expertas en maternidad como las periodistas Diana Oliver y Esther Vivas lamentan que las condiciones materiales marquen el cuidado de los hijos con dignidad

Las condiciones materiales determinarán cómo será tu maternidad. Si no tienes una situación económica estable, no puedes asumir el pago de una vivienda digna, tienes un trabajo precario y no cuentas con una red de apoyo, con la tribu, “esto marcará que vivas la maternidad con angustia, agotamiento y mucha precariedad. Las condiciones materiales marcan que puedas cuidar con dignidad. Estamos demasiado acostumbradas a sentir que tus hijos son el problema, cuando en realidad son una cuestión colectiva”. Con esta contundencia, pero desde la experiencia vital de haber entrevistado a muchas madres, habla la periodista madrileña Diana Oliver, autora del libro Maternidades precarias. Tener hijos en el mundo actual: entre el privilegio y la incertidumbre (Ed. Arpa), publicado recientemente. 

Oliver, madre de dos hijos y comunicadora experta en crianza, maternidad y salud, escribió el libro en plena pandemia, teletrabajando con su marido y atendiendo a los pequeños: “Haciendo malabarismos, a pesar de que tengo a un hombre con quien comparto la crianza al 50%, pero no es lo habitual”. Reconoce que la sociedad occidental actual considera que la crianza es un tema individual, cuando “tendría que ser un asunto colectivo” y de interés general. “Estamos centrando todos los discursos de la maternidad y los cuidados alrededor de la conciliación y lo que es productivo, mientras se quedan atrás muchas madres, historias y situaciones que están fuera de los discursos laborales, de los techos de cristal y de los trabajos económicamente más dignos y valorados socialmente”, apunta.

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Oliver plantea que hay que abrir la mirada hacia un discurso basado “en la precariedad como problema estructural que lo atraviesa todo, poniendo atención en medidas que, por fin, atiendan las necesidades reales de las madres y esto implica preguntar qué necesitan”. La escritora recuerda que la economía y las clases políticas dirigentes “todavía no entienden que las madres pasan por unos procesos que no pasan los padres –el embarazo, el parto, el puerperio y la lactancia–. Son procesos que muchas veces se llevan en soledad y, antes de que se acaben, tienes que volver a la cosa productiva, a la rueda, como si no hubiera pasado nada a tu vida a pesar de que ha habido un cambio radical: ahora una persona depende de ti”, destaca. 

En el libro, Oliver reflexiona que el Estado español está a la cola de Europa de los permisos remunerados de baja maternal. “Los permisos tienen que ser universales e ir más allá de las dieciséis semanas para que lleguen al menos a un año. Hay que visibilizar a las madres que se encuentran en situaciones vulnerables –las que no tienen un contrato, las que no trabajan remuneradamente, pero tienen que atender otros cuidados, como por ejemplo personas dependientes y enfermos o patologías crónicas–, y las madres no regularizadas. Pero ahora la única solución que hay es la mercantilización de los cuidados y nos centramos en formar a los padres, que es una cosa que hay que hacer, pero no a costa de que nosotras continuemos cuidando en la precariedad”, denuncia.

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Y añade: si la precariedad ya es compañera de viaje en muchas familias con dos personas adultas y uno o dos sueldos, se convierte en una auténtica espada de Damocles “para la exclusión social en el caso de las familias monoparentales, que ni siquiera tienen una ley propia”. Según argumenta Oliver, “no solo se enfrentan a empobrecerse mucho más fácilmente que una familia tradicional compuesta por dos personas adultas, sino que, cuando en casa hay dos manos en vez de cuatro, tu logística se complica muchísimo en caso de enfermedad o conflicto laboral. Hay que poner el foco en las necesidades que tiene este tipo de familia para que su vulnerabilidad no sea mucho más grande y asumir la diversidad familiar, que es una realidad”. 

Maternidad feminista

Esther Vivas, socióloga, periodista y feminista comprometida, publicó en 2019 Mamá desobediente, una mirada feminista a la maternidad (Ara Llibres / Capitán Swing), que con los años ha conseguido diferentes ediciones de éxito, sobre todo en América Latina. En Instagram, con cerca de 76.000 seguidores, Vivas hace directos donde explica que “se trata de valorar y visibilizar la importancia del embarazo, el parto, la lactancia y la crianza en la reproducción humana y social. Hay que reivindicar la maternidad como una responsabilidad colectiva, en el marco de un proyecto emancipador”.

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Tiene claro que “no se trata de idealizarla, sino de reconocer que las madres han hecho una importantísima contribución histórica, social, económica y política. Una vez las mujeres hemos acabado con la maternidad como destino, como finalidad, ahora nos toca poder elegir como queremos vivir esta experiencia”. Según Vivas, “no hay una única maternidad, sino que hay muchas y diferentes. Lo importante es que la opción que cada una elija, la sociedad nos la deje sacar adelante, sin culpa ni presiones. Vivimos en una sociedad hostil con la maternidad y la crianza”, lamenta. Y esta situación se tiene que cambiar. 

Permisos transferibles

A la hora de analizar los permisos de maternidad y paternidad, la periodista Diana Oliver lo tiene claro. “Los permisos tendrían que ser transferibles para que cada familia se pueda organizar como considere”. La experta en crianza y salud lamenta que, todavía ahora, “hay mucho paternalismo cuando se piensa que, si se hacen transferibles, serán los padres los que renuncien a sus semanas de permiso. Y no solo tendrían que ser transferibles, sino que tendríamos que aspirar a conseguir al menos unos permisos que lleguen a los seis meses, que es la recomendación para lactancia materna exclusiva”, razona. “Se dice que la lactancia es una elección, pero si la eliges y no la puedes llevar a cabo porque el sistema no te permite hacerlo, y entonces esta recomendación se convierte en un contrasentido. Si defendemos la lactancia como valor en salud pública, hay que legislar en este sentido”, argumenta.

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Para la activista, el problema está en el hecho de que “la maternidad se enfoca desde la individualidad. Cuando nuestras decisiones están determinadas por el contexto en el que ejercemos la maternidad y este es socioeconómico, ambiental y hostil en la vida y la fertilidad, lo que acaba pasando es que como madres no hacemos tanto lo que deseamos, sino que hacemos lo que podemos”, describe. La idea de precariedad planea en su discurso, tanto en el libro como en sus charlas y acciones en las redes. Vivas, madre de un niño, lamenta: “Nos han vendido un romanticismo y una perfección sobre la maternidad que hace que la mayoría de las mujeres la vivan de manera agotadora y contradictoria”. La sociedad –en palabras de Vivas– está “organizada alrededor de la hipocresía y la culpa, y nos plantea un ideal materno imposible de asumir”. “El problema no es nuestro, es del ideal con el que nos cargan a las madres”, concluye en una línea de pensamiento similar a la de Diana Oliver. 

El zarandeo emocional al que se enfrentan muchas mujeres durante el embarazo, el parto y el posparto se debe, según la periodista sabadellenca, “al peso de un sistema patriarcal que invisibiliza todo lo que tiene que ver con la reproducción de la vida”. Según Vivas, “la maternidad, a lo largo de la historia, ha sido utilizada como un instrumento de control y supeditación del cuerpo de la mujer. La respuesta ante esto no es negar la maternidad, sino reivindicar la experiencia materna como un derecho y en clave feminista y emancipadora”. 

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Cuidados comunitarios

La investigadora Lore Lujanbio propone un sistema de cuidados comunitarios. La escritora Diana Oliver está de acuerdo, pero reconoce que el sistema individualista y productivo capitalista, falla, lo que deja a las madres en situaciones de vulnerabilidad. “Como no tenemos esta red, hemos mercantilizado los cuidados a todos los niveles, desde los bebés hasta las personas enfermas. Al final, cada vez estamos más solas de puertas adentro en una sociedad claramente individualista”. “Y así –dice– criamos a nivel individual: tus hijos, tus problemas. Si tenéis hijos, la única medida que os ofrece el sistema es externalizar los cuidados o que podáis pedir una excedencia o una reducción de jornada. Esto no solo ignora las necesidades físicas y emocionales de los primeros meses, sino que, además, todo se sostiene en el ámbito económico”. Oliver ha vivido la incertidumbre en su piel: “Cuando tienes un trabajo precario siempre está, pero desde que tengo hijos y soy autónoma, la incertidumbre está más presente que nunca. Y es más desesperante”.

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