Cuerpo y Mente

"Un minuto de miedo puede generar seis horas de bajada de defensas"

Hablamos con el fisioterapeuta y osteópata David Ponce, autor del libro 'El miedo duele' (Plataforma Editorial, 2024)

BarcelonaCuando un paciente entra en la consulta del osteópata David Ponce, sin querer ya le está dando muchas pistas de cuál es su apego. Sólo por la manera de andar que tiene cuando se acerca por el pasillo, cómo saluda, cómo se sienta y cómo explica cuál es su dolor, ya empieza a sospechar. A veces, el paciente se queja de que tiene dolor de cervicales y no sabe su motivo. Es entonces cuando el terapeuta indaga más en su vida. ¿Hace ejercicio? ¿Fuma? ¿Está estresado? ¿Tiene miedo a algo?

Sí, el miedo, esa emoción que va tan estrechamente ligada al dolor físico. O al menos esto asegura David Ponce, que acaba de publicar el libro El miedo duele (Plataforma Editorial, 2024), una especie de continuación de sus libros El dolor de espalda y las emociones y Más amor y menos ibuprofeno, en los que el osteópata señala que las emociones pueden influir mucho en nuestra salud, sea por bueno o por malo. Ponce es doctorado por la Universidad de Lleida, tiene dos másteres en osteopatía y es graduado en fisioterapia por la UAB.

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El miedo puede estar presente en nuestras vidas de muchas formas, a través de la ansiedad, la incertidumbre, el estrés o la angustia. Tener un miedo constante a cosas que quizás nunca pasarán, como perder el trabajo, la casa o tener una enfermedad puede ser el detonante de diversas afecciones físicas que después deben tratar a fisioterapeutas y osteópatas como Ponce. “Está demostrado científicamente que un minuto de miedo, estrés o angustia puede generar seis horas de bajada de defensas. Imagina si esto se mantiene durante muchos años”, explica el doctor.

Ponce considera que, si queremos cuidar nuestra salud, siempre deberíamos poner una osteópata en nuestra vida. “No puede ser que nos gastemos miles de euros en el mantenimiento de un coche y no en un médico que nos ajuste los huesos y el cuerpo a escala muscular, visceral y miofascial”, continúa el terapeuta, que señala cómo es precisamente en la columna vertebral en la que está ubicado nuestro sistema nervioso. “La médula está situada allí, por tanto, tener una columna sana es sinónimo de tener salud. Si ahí hay bloqueos o mala distribución de la energía, esto puede acarrear enfermedades asociadas a medio y largo plazo”, apunta.

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Y pone un ejemplo: “Encima del riñón está la glándula suprarrenal que es la que, cuando tenemos miedo, segrega adrenalina y cortisol, que son las dos hormonas que sirven a todo mamífero para huir. Esto significa que, al detectar el miedo, se acelerará el corazón y el número de latidos para que la sangre se reparta rápidamente y se activen los músculos para poder huir. Antes los humanos quizá huíamos de los leones y eso nos iba bien, pero ahora no, y de hecho somos el único animal que hace este proceso sin que haya peligro real”, explica.

El miedo nos paraliza, nos cuestiona nuestras propias capacidades y, seguramente, esto nos hace bajar la cabeza, encorvar la espalda, quedarnos en casa y comer mal. Y, al final, nos acaba dañando la espalda. “Entonces, ¿nos duele la espalda porque hemos hecho esta postura, o hacemos esta mala postura y ese sedentarismo porque tenemos miedo?”, reflexiona Ponce.

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Vivir sin miedo

Visto el poco servicio que da el miedo en nuestro cuerpo y nuestra salud, el doctor recomienda “huir del miedo y abrazar el dolor”. Pero, ¿cómo se puede hacer esto? “El dolor tiene un objetivo: es un buen guardián de la salud, es el cuerpo que te avisa cuando algo no está bien. Si al dolor sólo le damos fármacos para atenuarlo, no nos estamos fijando en el problema real” continúa Ponce, que hace referencia a Nietzsche cuando decía que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento no. “No se puede medir el grado de dolor, pero sí que se pueden medir las circunstancias que rodean a cada persona. Y, más allá de los dolores más insoportables, es bueno abrazar ese dolor y entender de dónde sale”, continúa.

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Ser consciente, pues, de que el dolor físico puede ser causado por una mala gestión emocional es básico para poder entender y curar a sus pacientes, según Ponce. Una tarea que considera que no siempre puede realizarse en el ámbito del sistema sanitario, a menudo colapsado y donde no se analiza nada más allá de los síntomas físicos de los pacientes.

Por suerte, el osteópata considera que si todo el mundo siguiera lo que él llama “los cuatro pilares de la salud”, las salas de espera de las consultas estarían menos llenas. “Una buena alimentación, adecuada a cada persona; un correcto ejercicio físico, teniendo en cuenta que a partir de los treinta años empezamos a perder demasiado muscular; un buen descanso sin necesidad de psicofármacos para realizar una buena regeneración celular; y una buena estabilidad emocional son claves para mantener un cuerpo sano”, dice Ponce. Eso sí, siempre siente conscientes de que no existe la felicidad continua. "La felicidad, al final, es la ausencia del miedo", concluye.