Moda para todos los cuerpos: ¿cambio de valores o estrategia de marketing?
La moda inclusiva avanza poco a poco gracias a la reivindicación de distintos colectivos que quieren ropa accesible pero también moderna y con estilo
BarcelonaSi hay algo que caracteriza a la industria de la moda es su facilidad para adaptarse a cualquier cambio. Con mayor o menor gracia, las marcas hacen lo posible para dar respuesta a las demandas sociales que vertebran el discurso político del momento, desde la normalización de todos los tipos de cuerpos (impulsada por el movimiento del body positive) hasta el control y la transparencia de los procesos de creación de una prenda (propiciados por la iniciativa de Who made my clothes). Pese a que su función social e identitaria pide esta inmediatez, una problemática que todavía estaba en la lista de los temas pendientes era la de la adaptabilidad en la indumentaria. En el ámbito mediático, el boomha sido bastante reciente y algunos ejemplos. Uno de los más evidentes es la portada y monográfico que la revista Vogue UK dedicó el pasado mayo a la inclusividad, donde le asocian a valores como poder, aspiración y tendencia. Por primera vez en la historia de esta revista también se ha publicado su edición en braille.
En un ámbito más cercano, la accesibilidad en la indumentaria también ha dado el salto a la moda catalana, como pudo verse en la última edición de la pasarela 080 Barcelona Fashion, donde debutó una marca de ropa inclusiva llamada Free Form Style con el objetivo de normalizar y visibilizar la importancia de diseñar ropa funcional y cómoda sin tener que renunciar a la estética. Como siempre, el eterno debate estriba en si estas mejoras las propician los valores de cada marca o el afán de vender más. ¿Es sólo una estrategia de marketing o es una respuesta a una necesidad que lleva años desatendida? Lo analizamos a continuación.
La belleza capacitista
Siempre que se analiza y se reflexiona sobre las problemáticas y oportunidades de la moda, es necesario ampararla bajo el marco capitalista que la define. Tal y como apuntaba la historiadora de moda Sílvia Rosés en unas jornadas organizadas por el Museu del Disseny de Barcelona bajo el título D-Generadas, “el sistema necesita cuerpos que funcionen y produzcan, por tanto, todos aquellos que no se enmarquen bajo estas premisas serán considerados cuerpos inútiles, sin valor ni capaces de producir”, explica. En consecuencia, serán unos cuerpos excluidos. La historiadora lo resume de la siguiente manera: “Si la creencia que predomina es que las personas capaces –sin discapacidades– son la normalidad y lo deseable, todo aquel cuerpo que sufra una modificación de lo considerado normal será una carga para la sociedad”. Una vez más, el privilegio es para quien beneficia al sistema. Además, ella también destaca la dificultad que tenemos como sociedad para aceptar y convivir con la vejez y fragilidad: “Evidencian el paso del tiempo. A nadie le interesa estar en contacto con el desgaste porque es sinónimo de vulnerabilidad”, concluye.
Por su parte, Rut Turró, licenciada en diseño de moda y fundadora de MovingMood, también reconoce en conversación con ARA que la moda inclusiva está de moda por necesidad: “Las empresas necesitan nuevo valor añadido porque decir que eres una empresa sostenible ya no es suficiente. Esto es un tema innovador: es un nuevo mercado aún por explotar, donde faltan muchos productos y donde claramente hay una demanda en aumento”, constata. Sin embargo, reconoce la importancia y la necesidad de que se normalicen los cuerpos con discapacidades, y qué mejor que hacerlo también mediante la indumentaria. “Nosotros ayudamos a nuestros clientes a transformar una línea de ropa ya diseñada en una más accesible y adaptable”, explica Turró. ¿Y cómo lo hacen? Nos comparte un ejemplo muy claro: “Un pantalón que se abrocha con imanes en lugar de botones permite que tanto las personas que pueden hacer el gesto de pinzar con los dedos como las que no, puedan abrocharse los pantalones con facilidad. Si yo no tengo dificultad en los dedos, este elemento me dará rapidez, mientras que a la persona con disminución de la movilidad le proporcionará autonomía”. Otro testimonio es el de Eulàlia Pedrola, coordinadora de proyectos de investigación en el ámbito de las violencias machistas y también una de las chicas que desfilaron en la 080 con la firma de ropa inclusiva Free Form Style. Ella lleva una prótesis en la pierna y explica cómo este tipo de marcas le han ayudado con cosas tan evidentes como lo es poder llevar un pantalón largo estrecho. "La comodidad se multiplica cuando tú añades a los vaqueros una simple cremallera que te permite ponértelos sin que necesites quitarte la prótesis", detalla Pedrola.
Funcionalidad y buen gusto
Si bien la funcionalidad es algo que debe primar a toda costa en la indumentaria inclusiva, un valor que no puede dejarse de lado es la estética. Tal y como explica Emily Flores –una chica que sufre escoliosis y que se mueve en silla de ruedas– en la TED Talk titulada Making fashion more accesible, la oferta de ropa para personas con discapacidad o movilidad reducida es muy amplia. Ahora bien, “son piezas completamente básicas y sin ningún sentido del gusto”, constata Flores, que añade: “Es prácticamente igual de problemático eso que no hacer nada. De esta forma, lo único que se está haciendo es corroborar la idea equivocada de que la gente con problemáticas físicas o cognitivas no tiene la opción de ir a la moda”. Grandes marcas de moda han hecho sus deberes en este sentido y han lanzado campañas protagonizadas por modelos con síndrome de Down, como el de Gucci con Ellie Goldstein, o también en las pasarelas como la London Fashion Week, con Kelly Knox, que tiene la mitad de la extremidad izquierda amputada. Pese al riesgo de ser tachadas de oportunistas o de interesadas, marcas como Tommy Hilfiger también presentaron una colección de ropa específica para personas con discapacidad y problemas de movilidad, bautizada con el nombre de Tommy Hilfiger Adaptive.
Pero el problema sigue siendo el mismo. Lo que pide este colectivo es inclusividad y accesibilidad; que la ropa que se vende en cualquier tienda también sea adaptable a sus necesidades, no que se diseñen colecciones, aparte de que sólo hacen que evidenciar esta diferencia. En esta línea, la historiadora Silvia Rosés teoriza sobre esta fabricación forzada de la diversidad. Ella se cuestiona si verdaderamente se está proyectando una diversidad de cuerpos y de belleza, o si se está construyendo la diversidad según las normas y los cánones que le convienen a la industria. “Las marcas incluyen a personas que se salen del canon para que no sea dicho que no lo hacen”, reflexiona Rosés. Y, para concluir, lanza la siguiente pregunta: ¿estamos trabajando para que la admiración de los cuerpos sea más diversa o estamos segmentando y ajustando según nos interesa que se perciba esa diversidad?