Viajes

De Noruega al Tíbet: los otros caminos de Sant Jaume

Os descubrimos siete rutas espirituales para descubrir paisajes fascinantes y hacer del viaje un camino interior

Cristina Torra
10/08/2025

BarcelonaYa no necesitas una fe extrema para empezar una ruta de peregrinación; basta con dejarse llevar por el camino y tener ganas de andar con un propósito: alejarse del ruido, reencontrarse con el silencio y, sobre todo, disfrutar de cada paso. El peregrino del siglo XXI quizás ya no busca milagros, pero sí calma y conexión. Por eso, cada vez más personas se animan a recorrer rutas antiguas con ojos nuevos, no tanto para llegar a un santuario sino para vivir la experiencia del trayecto, porque, una vez más, el viaje es el camino.

Más allá del clásico Camino de Santiago, el mundo está lleno de senderos sagrados o cargados de simbolismo que atraviesan paisajes espectaculares, pueblos con historia y templos perdidos entre montañas. Desde el corazón de Europa hasta las cimas del Tíbet, te esperan siete rutas espirituales que atraviesan países, silencios, paisajes y emociones. Quizás no cambiarás el mundo, pero puede que el camino sí te cambie a ti.

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Vía Francígena, en Europa

La Vía Francígena es un viaje a pie por la historia de Europa. Empieza en Canterbury, en el sur de Inglaterra, y recorre más de 2.000 km hasta la plaza de San Pedro del Vaticano. El camino atraviesa pueblecitos franceses con mercados de calle, viñedos y abadías medievales; atraviesa los Alpes suizos entre pasos de montaña y lagos de aguas frías, y se adentra en la Toscana, entre olivos, colinas y ciudades amuralladas como Lucca y Siena. Es una experiencia lenta y profunda, en la que nos acompañará el sabor a pan recién horneado, el olor de la tierra mojada y el eco lejano de campanas. Reivindicada en los años ochenta y declarada Itinerario Cultural Europeo, hoy la Vía Francígena vuelve a vivir. Y quien la recorre difícilmente le olvida.

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Camino Inca, en Perú

Seguir el Camino Inca es caminar literalmente por donde andaban los antiguos habitantes de Perú. Durante cuatro días y 39 kilómetros, la ruta avanza por senderos adoquinados que atraviesan montañas, bosques tropicales y ruinas medio escondidas por la vegetación: Llactapata, Sayacmarca, Wiñayhuayna... La altitud, entre los 2.000 y los 4.000 metros, se hace notar, pero un esfuerzo queda con un paisaje con un paisaje de belleza y con un paisaje de paisaje silencio puro. El punto culminante llega durante el amanecer del último día de travesía cuando se divisa el Machu Picchu desde el Intipunku, la Puerta del Sol, el lugar por donde entraban los incas en la ciudadela. También existe una versión corta de dos días, más asequible y familiar, pero igualmente emocionante. El Camino Inca es una travesía cargada de historia, espiritualidad y naturaleza, y está considerada como una de las mejores del mundo.

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Kumano Kodo, en Japón

Entre montañas cubiertas de niebla y bosques de árboles milenarios, el Kumano Kodo despliega una red de senderos ancestrales que durante más de mil años han guiado a los peregrinos —incluidos emperadores— hasta los santos santuarios de Kumano. Estas rutas que atraviesan la península de Kii son mucho más que caminos: son espacios de purificación espiritual, de silencio y de contemplación. Declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, son la única peregrinación, junto con el Camino de Santiago, con este reconocimiento.

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El Nakahechi, el trazado más popular, une Tanabe con Kumano Sanzan y pasa entre pequeños pueblos con alojamientos tradicionales. El Kohechi, más abrupto y solitario, conecta a Koyasan con Kumano por pasos de montaña de más de 1.000 metros. Si prefieres el mar, el Ohechi ofrece vistas espectaculares del Pacífico. Y el Iseji sigue la costa oriental con una gran diversidad de pasos de montaña, bosques de bambú, arrozales y playas. Caminar al Kumano Kodo es perderte y encontrarte en un Japón íntimo y sagrado.

Kailash Kora, en Tíbet

Dicen que dar la vuelta al Kailash te cambia para siempre. No hace falta subir a la cima: sólo hay que caminar alrededor, paso a paso, a más de 5.000 metros de altitud, mientras el corazón late fuerte y la respiración se acorta. Son 52 kilómetros que se pueden realizar en tres días y que te ponen a prueba la humildad, de silencio y de confianza mientras atraviesas el paso Dolma La a 5.650 m, el lago Manasorovar o los monasterios Dirapuk y Zutulpuk. Esta montaña sagrada del Tíbet acoge a budistas, hindúes, jainistas y buenos –ya que todos la consideran sagrada por algún motivo– pero también viajeros que buscan algo que no saben expresar en palabras. Kailash Kora se considera una limpieza del alma y es una experiencia que se graba en el cuerpo y en la memoria como el viento helado que sopla o las banderolas que ondean en los collados de la montaña. Allí, entre la roca y el cielo, todo toma otra dimensión.

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Camino al Monte Atos, Grecia

El Monte Atos es una península montañosa en el norte de Grecia, un lugar donde la tradición ortodoxa se respira en cada rincón y el silencio es casi sagrado. Las rutas de peregrinación que lo rodean recorren paisajes salvajes e inalterados, entre frondosos bosques, acantilados que se desploman sobre el mar Egeo y calas solitarias. En estos senderos, los peregrinos siguen los pasos de los monjes que desde hace siglos se retiran a una vida de oración, contemplación y ascetismo. Los veinte monasterios que salpican al Monte Atos son verdaderos testimonios de la fe y la historia, con una arquitectura impresionante que no ha cambiado mucho desde la Edad Media. La ciudad de Kariés, centro administrativo y religioso de la península, y el Monasterio de Agios Panteleimon, de tradición rusa, son sólo algunos de los puntos destacados de la ruta. Sólo pueden acceder los hombres, y cada día pocos privilegiados reciben el permiso que les permite atravesar ese umbral sagrado. Caminar por el Monte Atos es un viaje interior que invita a la espiritualidad, a la quietud ya conectar con un mundo en el que el tiempo parece detenerse, rodeado de una naturaleza intacta y de una devoción profunda.

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Camino de San Olaf, Noruega

La ruta de peregrinación más importante de Noruega es un camino que marca. Con una red de más de 5.000 km, el Camino de San Olaf une lugares vinculados a la figura de este rey viking, que llevó al cristianismo a los países nórdicos hace más de un milenio. Desde la ciudad de Oslo o desde Suecia, los caminos convergen en la catedral de Nidaros, en Trondheim, donde reposan los restos de san Olaf. Pero más allá de la devoción, los 643 kilómetros principales de este camino atraviesan bosques solitarios, fiordos de aguas calmadas y pueblos en los que el silencio parece sagrado. Recorrer el Camino de San Olaf es descubrir un escenario donde la naturaleza y la fe se confunden. La ruta no sólo se puede hacer a pie, también es posible realizarla en bicicleta o en kayak, para explorar las islas Aland o navegar por los fiordos noruegos. Cada paso es un puente entre el pasado y el presente, entre el hombre y la tierra, donde el legado de san Olaf —considerado el patrón de Noruega— se hace presente en cada rincón.

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Camino de San Patricio, Irlanda

El Camino de San Patricio es una travesía de 132 km que conecta Armagh y Downpatrick, las dos ciudades más ligadas al patrón de Irlanda. Empieza en el Fuerte de Navan, a las puertas de Armagh, y se adentra en paisajes suaves, senderos rurales y pueblos cargados de historia hasta llegar a la catedral de Down, donde se cree que descansa el santo. Es una ruta señalizada, pensada para realizar a pie en 6 a 10 días, y se puede completar con un Pasaporte del Peregrino, que se sella en diez puntos del recorrido y da derecho a un certificado final. La experiencia combina espiritualidad, naturaleza y cultura local: andar por los mismos lugares que san Patricio es una manera de reencontrarse con las raíces de una isla que respira leyenda a cada paso.