Territorio

Los pantanos de Cataluña: la vida que quedó sumergida bajo las aguas

Un libro recupera la historia de todos los pueblos que quedaron negados por el agua con la creación de los pantanos del país y que ahora, con la sequía, han emergido

BarcelonaZambullirse en las páginas de La Cataluña emergida (Cosetania Edicions) es zambullirse en la historia de todos los pueblos que quedaron sumergidos bajo el agua a raíz de la construcción de los pantanos que hoy tenemos distribuidos por toda Cataluña. Debajo de sus aguas quedaron enterradas historias de vida, de lucha, de supervivencia, de cotidianidad, que poco a poco han ido quedando en el olvido. Y este libro, precisamente, lo que hace es recuperar estas historias, en un trabajo de investigación de los periodistas Òscar Palau Just y Jesús Jordi Pinatella, que se acompaña de las magníficas fotografías de Josep M. Montaner Fontarnau.

Desde los primeros años del siglo XX comenzó la construcción de pantanos en todo el país, unas infraestructuras que dejaron escondidos bajo las aguas pueblos enteros y muchos elementos patrimoniales como molinos, fábricas, puentes medievales, antiguos caminos, ermitas o cultivos que durante años y años habían dado vida a los territorios que quedaron anegados. Un patrimonio material que debe sumarse a todas las historias y vivencias personales arraigadas en aquellas zonas que, con el paso de los años, han quedado arrinconadas en la memoria de algunas personas. Son lugares que han quedado borrados del mapa pero que siguen existiendo, aunque estropeados por el efecto del agua, y que, últimamente, con el impacto de la sequía, se han empeñado en emerger para recordarnos que, aunque no los vemos, todavía están ahí.

Uno de los autores, el periodista Jesús Jordi Pinatella, explica que la idea de hacer el libro surgió a raíz de un reportaje que hizo con Òscar Palau sobre el pueblo donde vivió Rosa Maria Mercedes Mateu, la bisabuela de Lionel Messi . La sequía permitía ver a Blancafort de Noguera "y vimos que allí había una idea para hacer un libro". "Si en ese pantano había esta historia podía haber otros", explica. Así, "aprovechando un hecho coyuntural como era la sequía, apostamos por hacer un libro basado en un tema más estructural, que era ver todo lo que quedó afectado por la construcción de los pantanos". A partir de ahí fueron buscando historias en cada zona y hablando con testimonios de gente que había vivido en esos pueblos sumergidos. Pinatella reconoce que pudieron aprovechar "un hecho negativo como es la sequía para rescatar todas estas historias, ya que, al final, el libro es un homenaje a todos los que resultaron afectados. Y es que debajo de las manchas azules de los mapas hay muchas historias". El periodista explica que, más allá del patrimonio material, han querido ir a buscar las historias personales, "aunque una cosa va ligada a la otra". El periodista se muestra firme al afirmar que no quieren "incentivar el turismo de sequía" y asegura que "la voluntad del libro es que la gente se quede con todas las historias que hay detrás y con el sacrificio que hizo mucha gente en nombre del progreso". "No debemos olvidar que mucha gente tiene sus raíces, en estos pueblos sumergidos", afirma.

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Las historias y testimonios que han recogido Pinatella y Palau se acompañan de fotografías antiguas, que ilustran cómo eran aquellos lugares, y de nuevas fotografías de Josep M. Montaner, que ve el libro como una especie "de road movie en el que vamos paseando por los pantanos mientras explicamos qué vamos encontrando". "En este sentido, mis fotografías están ligadas a un concepto de fotoperiodismo, no tanto a la fotografía artística, aunque sí he buscado, en la medida de lo posible , mostrar todos los elementos patrimoniales como si surgieran del agua y significaran esta Cataluña emergente". Unas fotografías que Montaner ha querido que retrataran la singularidad de cada lugar pero que comparten "cierta melancolía", porque cree que se fueron impregnando de la tristeza de la gente que tuvo que marcharse.

Jesús Jordi Pinatella también remarca que descubrir estos espacios ha sido toda una aventura, "a veces incluso algo peligrosa, porque los fondos de los pantanos están muy embarrados y las piedras son inestables, y el acceso no siempre ha sido fácil". "Además, personalmente también ha sido muy emocionante, porque hemos hablado con gente que tiene este episodio muy a flor de piel y que todavía lloran cuando recuerdan cuándo tuvieron que abandonar el pueblo o cuando les negaron las huertas", explica. Curiosamente, sin embargo, Pinatella explica que también detectaron "mucha resignación, teniendo presente que a menudo hablamos de pequeños pueblos de montaña donde las condiciones eran muy duras". "Creo que era gente que estaba mucho más acostumbrada a sufrir", afirma. Recuerda también que mucha parte de la historia de Cataluña del siglo XX está relacionada con los pantanos, "por lo que se perdió, como los almadieros o los llaguts en el Ebro, pero también porque supusieron regadío para otras zonas, energía hidroeléctrica o incluso la mejora en muchas vías de comunicación”.

Montaner añade que ha sido toda una experiencia "moverte por el submundo que es toda esta Cataluña borrada del mapa, teniendo presente que debajo del agua había pueblos, caminos y puentes y que estas piedras del pasado que ahora volvemos a ver nos llevan al presente y al futuro". En este sentido, el fotógrafo explica que espera que sus imágenes ayuden a entender "la soledad y el sufrimiento que vivió la gente que vivía en estos sitios".

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La Baells

Bajo las aguas del pantano de la Baells se esconden historias como las de tres maquis que fueron capturados y asesinados por la Guardia Civil en 1949, y cuyos cuerpos fueron enterrados en el arcén de la carretera, que quedó sumergida bajo las aguas y que con la sequía volvió a aflorar.

Algunos de los elementos patrimoniales emblemáticos que hay bajo las aguas de la Baells son el molino del Caballero, un antiguo molino harinero de finales del siglo XVII o principios del XVIII que funcionó hasta los años 40 del siglo XX, o los restos del estación de tren de la Baells, parte de la vía férrea que iba de Olvan-Berga hasta Guardiola de Berguedà, de poco más de 21 kilómetros, de los que más de siete quedaron bajo las aguas.

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San Poncio

El testimonio de Ramon Clotet permite descubrir que la masía de Sant Ponç esconde una de las muchas historias que describen el drama que representó para muchas personas tener que abandonar su hogar.

Cuenta el caso de dos mujeres que, con las obras del pantano ya avanzadas, se negaban a dejar su casa. El embalse empezó a llenarse y ellas todavía estaban allí. Con la casa rodeada de agua, la Guardia Civil tuvo que sacarlas a la fuerza. En ese momento, recordaron un valioso elemento que había que rescatar de la iglesia, un retablo del siglo XVI que se llevaron a la barca que las sacó de allí.

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Santa Ana

El pantano de Santa Anna tragó un yacimiento paleolítico, pero también el pueblo de Tragó, que había llegado a tener, durante el siglo XIX, a más de un millar de habitantes. En 1962, cuando fue desalojado para empezar la inundación, todavía había unos 600.

Unos habitantes que pudieron sacar cierto rédito de la expropiación de sus viviendas y terrenos gracias a las gestiones que realizaron dos curas, uno de ellos secretario del entonces obispo de Lleida, que lograron que el consejo de ministros aprobara el expropiación de todo el término, por lo que todo el mundo recibiría buenas compensaciones En agradecimiento, a unos de los curas, mosén Roig, le regalaron un Seat 600 con el dinero obtenido en una recolecta.

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Susqueda

Lenci Parramon ha podido, con la sequía, visitar varias veces Can Marquès, la casa en la que nació y que su familia tuvo que abandonar a mediados de los años sesenta. Con su testimonio descubrimos que su casa, de la que sólo queda parte de una pared con dos ventanas, tenía tres pisos, cada uno de ellos con una sala muy grande.

Una casa de once habitaciones que también tenía espacio para la prensa y las tinas del vino, mientras que en la parte baja guardaban el ganado. Dice el Lencio que no siente especial nostalgia ni tristeza cuando vuelve a Can Marquès y que le gusta que la sequía le haya permitido revivir momentos de su infancia, como el camino que hacía para ir a la escuela o para bajar al río los días de fiesta .

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Camarasa

El pequeño núcleo de la Baronía de Sant Oïsme es hoy uno de los puntos emblemáticos del pantano de Camarasa, y su posición elevada le salvó de ser negado por las aguas. Peor suerte sufrió Oroners, pese a estar situado a pocos metros, justo debajo. El único edificio que se mantiene en pie de la localidad es la ermita de la Virgen del Remedio, que hoy es residencia de decenas de murciélagos.

Estaba construida aprovechando la roca donde, por cierto, pueden verse unos grabados que podrían ser medievales y que parecen unos caballeros montando a caballo y haciendo una especie de danza. Pero curiosidades, bajo las aguas del pantano de Camarasa hay otras, como los restos de un avión bombardero republicano Natacha, que fue abatido durante la Guerra Civil durante una batalla aérea que se produjo sobre el pantano . El punto exacto en el que cayó sigue siendo un misterio.

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Ribarroja

"Fayón: el dolor de un pueblo inundado a traición". Así titulan los autores el capítulo dedicado al pantano de Ribarroja, donde recuerdan el testimonio de Mari Tere Roca, quien explica que sí, que Fayón fue inundado a traición el 20 de noviembre de 1967, un día especialmente lluvioso. Estaban comiendo cuando la Guardia Civil entró gritando por las calles del pueblo que debían marcharse porque el pantano de Mequinenza estaba a punto de desbordar y quedarían anegadas. No era cierto, sino que era la berrea que hicieron correr a las autoridades para echar a la gente, que se resistían a marcharse porque aún no tenían terminadas las casas nuevas. De hecho, como Mari Tere y su familia, muchos vecinos tuvieron que pasar tres meses desperdigados en casas de familiares y conocidos o en barracones hasta que no pudieron disponer de las nuevas viviendas.