Gestión emocional

¿ ¿Eres una persona (realmente) tímida?

Analizamos qué hay detrás de este miedo a mostrarse y relacionarse con los demás

BarcelonaLa timidez nos ha acompañado desde el inicio de los tiempos. Tan sólo hay que echar un vistazo a la historia de la literatura y ver que escritores como Shakespeare, Stendhal o Proust lo han inmortalizado cuidadosamente en sus escritos, con personajes que intentan evitar actividades sociales, se bloquean cuando deben hablar en público o no saben decir no ni llevar la contraria a los demás. Son situaciones que todavía hoy sufren muchas personas, más allá de sus países de procedencia o la cultura en la que han crecido. La timidez es un sentimiento universal y, aunque muchos la consideran como una dificultad anecdótica y benigna de la vida, cuando es muy acusada puede dificultar en gran medida la vida de quien la sufre.

Según se explica en el libro La timidez (Arpa, 2024) del psiquiatra francés Christophe André, una de cada dos personas de países occidentales sufren timidez. la algo mejor. La timidez en realidad tiene muchas caras: no siempre es visible a los demás, sino que a veces es un sentimiento interno que se vive en soledad y que puede ser difícil de gestionar. También puede que la timidez sólo se dé en determinadas situaciones cotidianas, mientras que en el resto de facetas se pueda hacer una vida normal o que aparezca constamente, ¿qué significa exactamente ser una persona tímida?

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“A menudo decimos que alguien es tímido por determinados gestos o comportamientos puntuales, pero que en realidad serían más fruto de la introversión que de la timidez”, apunta Mireia Cabero, psicóloga, profesora de la UOC y fundadora de Cultura Emocional Pública, centro que asesora tanto a centros educativos, como a hospitales o ayuntamientos en la gestión emocional. Así pues, mientras la introversión sería la preferencia por estar consigo mismo, con sus pensamientos y permanecer en silencio ante un grupo social por voluntad propia, la timidez es un sentimiento que nos produce “malestar, incomodidad, ansiedad y anticipación negativa por ser juzgado por los demás”, diferencia Cabero. "La timidez no es un tema de preferencia personal, porque es algo que nos hace sufrir", remarca.

Sentirse intimidado

¿ ¿Cuántas veces pensamos que alguien es tímido, cuando simplemente es una persona más bien callada e introvertida? Ahora bien, Cabero también matiza que, a veces, cuando una persona no dice nada durante un encuentro o reunión, quizá no sea porque sea tímida o introvertida, sino que simplemente no tiene la certeza de lo que quiere decir, ni una opinión formada, así que decide optar por el silencio. “Un comportamiento puntualmente reproche no es propio de la timidez, pero es muy fácil de confundir”, sigue. En cambio, cuando se sufre timidez, uno se siente intimidado de forma habitual: “El otro me intimida, su opinión, su fuerza, su energía y su convencimiento”, resume la experta. En un momento en que socialmente suele valorarse la extraversión como símbolo de éxito y poder, no es fácil formar parte del grupo de los tímidos.

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Por otra parte, es diferente sentir timidez de forma pública, frente a un grupo de gente, aunque sean cinco personas, que de forma privada: “La privada es un tipo de timidez más crítica, porque se sufre la misma inquietud con la compañía de una sola persona o en muy pequeño comité”, alerta Cabero, quien considera que es una dificultad añadida que es necesario trabajar con más profundidad.

¿Una persona nace tímida o se vuelve a ella? “Todo suma. Un niño que nace con una genética con una personalidad favorable a la timidez, si además crece en un entorno que también tiene estos rasgos, con una familia cerrada socialmente, es fácil que se siga con esta tendencia. Pero si, pese a la genética, crece en un entorno que favorece la ruptura o la superación de esta genética, se puede realizar una evolución preciosa y favorable”, considera la psicóloga.

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Eso sí, Cabero no tiene la certeza de que la tendencia a ser tímida persona desaparezca. "Lo que sí es posible es aprender a gestionar el malestar, fortalecerse y tener recursos para minimizar el sufrimiento que supone, primero con mucho esfuerzo y, con el tiempo, más fácilmente", reflexiona.

Para trabajar, “es importante reducir la importancia que le damos al otro, a su criterio y forma de ser”, dice Cabero. “Debemos dejar de compararnos con los demás y pensar en nosotros mismos: en cómo evolucionamos interiormente, cuáles son nuestras fortalezas, nuestros talentos y lo que tenemos de bonito para, finalmente, atrevernos a mostrarlo a los demás sin miedo”, explica la psicóloga, quien considera que en los casos más críticos siempre es mejor tratarlos en terapia.