Política, religión y dinero: los temas a evitar si no queremos conflictos en Navidad

Expertos nos explicamos cómo conseguir que las comidas y cenas familiares de estas fiestas acaben en paz y sin malentendidos

BarcelonaLas fiestas de Navidad son una buena oportunidad para reencontrarse con familiares y personas queridas que hace tiempo que no vemos, todos reunidos en torno a una mesa siguiendo una de las tradiciones más arraigadas en nuestro país. Por lo general hablamos de unos días compartidos que nos traen alegría y felicidad, pero en algunos hogares la llegada de estas comidas familiares puede significar destapar la caja de los truenos y que afloren tensiones, peleas y conflictos no resueltos. ¿Por qué ocurre? ¿Y cómo podemos evitarlo?

Magda Sallés, psicóloga y directora de Atia Psicologia, reconoce que encontrarnos en Navidad con la familia puede representar reactivar tensiones y conflictos que ya están presentes. "La mayoría espera esta fecha con ilusión por volver a la idea, a veces infantil, de juntarnos, de vernos y sentirnos un poco menos solos, de imaginarnos que la familia será para siempre lo que sentíamos que era cuando éramos pequeños –dice–. Pero cuando nos juntamos pueden volver a aparecer las rivalidades entre hermanos si había o pueden quedar a la vista las diferencias que pueden hacer los padres respecto a los hijos. Además, los sobrevenidos son también fuente de conflictos, porque no siempre son bienvenidos". Por su parte, José Fernández Aguado, psicólogo, mediador en el centro de psicología Pehuén y miembro de la Sección Alternativas para la Resolución de Conflictos del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, explica que estas comidas pueden acabar con conflictos porque "son comidas que pueden ser forzadas y que se realizan porque toca". En el caso de las familias que viven alejadas, es más probable que el reencuentro sea deseado, "pero para los que no viven lejos unos de otros, estas comidas pueden no ser deseadas, porque si lo fueran las familias podrían quedar con mayor frecuencia a lo largo del año, y en muchas ocasiones no es el caso".

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En este sentido, Fernández Aguado reconoce que es fundamental la actitud con la que afrontamos el encuentro para evitar tensiones, y alerta de que "a veces lo que falla es precisamente la actitud". "Si no hay deseo en hacer algo será muy difícil tener la actitud adecuada. En la época de lo políticamente correcto en el que vivimos y que nos interpela a hacer lo que toca podemos ser educados, pero esto provocará una colisión con la capacidad de disfrutar de estos encuentros". Por todo ello, en el caso de las parejas, recomienda realizar "un trabajo previo en la familia nuclear de negociación entre los dos miembros para escoger a qué encuentros de cada familia se asistirá. Si esta capacidad no está suficientemente desarrollada, que normalmente es el caso, entraremos con mal pie en cada una de estas celebraciones, puesto que la actitud inicial será de frustración".

El estereotipo del cuñado

A veces el detonante de los conflictos suele ser una misma persona, que quizá sea muy competitiva o siempre quiere tener la razón. Según el psicólogo José Fernández Aguado, estos perfiles existen y son personas "con voluntad de acaparar la atención de los demás o con poca capacidad de escucha y aceptar otras opiniones". Son quienes acabarán provocando el conflicto. "La cuestión fundamental es hasta qué punto somos capaces de adaptarnos a los demás y sus opiniones en la relación personal y presencial", dice el psicólogo. Y añade: "La virtualización de la vida y la polarización de las opiniones que internet promueve activamente nos están haciendo perder entrenamiento en el contacto personal con el otro y con su diferencia. Los algoritmos nos interrelacionan virtualmente con personas que son afines a nosotros , no con las que son distintas. Por eso la relación con el otro en la presencialidad nos puede hacer miedo o vértigo".

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Magda Sallés advierte, sin embargo, que la persona más competitiva será la que reciba todo el malestar; "será el depositario de los conflictos, aunque no siempre sea el portador. Es como si se pusiera de diana de las proyecciones del malestar familiar".

Ante la pregunta de si, personalmente, días antes nos podemos preparar para evitar entrar en confrontaciones aunque nos provoquen, el psicólogo reflexiona que es poco probable que haya una manera efectiva de prepararse días antes para el encuentro con el otro en un espacio de respeto y comunicación. "Se trata de una habilidad compleja que se adquiere a lo largo de toda la vida, y que requiere un constante mantenimiento". Y si, sin embargo, llega el momento tenso durante la comida, ¿cómo debemos responder a las posibles provocaciones? "Con asertividad, una habilidad que implica decir lo que piensas de forma respetuosa, sin callar lo que piensas pero sin ser agresivo", dice Fernández Aguado. "Es el promedio y equilibrado que evita la frustración que provoca callar lo que piensas, por un lado, y provocar la confrontación con una respuesta agresiva, por otro. La asertividad suele ser la mejor opción, aunque no ser infalible", dice. Por su parte, Magda Sallés recomienda "aceptar que, probablemente, habrá alguna situación tensa o algún comentario que no nos va a gustar y que tendremos que tolerar". Por tanto, apuesta por ver la parte más benévola de las fiestas de Navidad, es decir, "aquella que nos da esperanza, nos hace vivir la ilusión y nos aleja un poco de la soledad. La que nos transporta a la infancia y en nuestras raíces y tradiciones, allá de donde venimos, que es muy importante para las personas".

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Así, puestos a prepararnos lo mejor posible, y conociendo a cada familia como se conoce, quizás hay que tener presente que habrá ciertos temas que quizá sea mejor no abordar en las conversaciones de Navidad. Sallés recomienda no poner sobre la mesa tres temas que pueden derivar en discusiones: la política, la religión y el dinero. Y si, sin embargo, nos sentimos provocados, "intentar tolerar la frustración y pensar que no es un día para discusiones". Ahora bien, Fernández advierte que "la cantidad de temas que se eviten será directamente proporcional al sentimiento de insatisfacción de estos encuentros para cada persona". Y es que las reuniones en las que podemos ser nosotros mismos y hablar libremente son las que nos proporcionan mayor placer.

En todo caso, si valoramos que estos encuentros familiares no nos hacen felices y que sólo los hacemos por compromiso, quizás sería mejor dejar de hacerlos. Según José Fernández Aguado, "es una posibilidad sensata, como seguramente lo sería tratar de organizar más encuentros a lo largo del año en que podamos conocernos de verdad y aprender a aceptarnos tal y como somos. Muchas veces detrás de antipatía para encontrarnos con miembros de la familia extensa está el desconocimiento de aspectos más íntimos y personales de estas personas. Los prejuicios nos conducen a tener visiones del otro que después confirmamos con nuestro comportamiento hacia esa persona, ya que este comportamiento provoca una respuesta del otro en consonancia con la imagen del prejuicio". Una realidad que se conoce como sesgo confirmatorio o efecto Rosenthal. Por todo ello, alerta el psicólogo, "renunciar a encontrarnos con la familia una vez al año para una celebración es una opción, pero entonces debemos tener presente que renunciamos a la posibilidad del encuentro con el otro, y esto hará que la vida sea más deshumanizada". En la misma línea, Magda Sallés reconoce que no es obligatorio asistir, aunque cree que es mejor no quedarse solo en Navidad, porque participar de estas comidas "nos da de algún modo un sentimiento de pertenencia a un grupo de humanos/familiares que nos hacen sentir bien aunque sea sólo por pertenecer”.

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Otra forma de vivir las fiestas de Navidad

Lo que sí podemos hacer es repensar con quién y cómo celebramos las fiestas de Navidad. De hecho, ya está pasando en muchas casas: es cada vez menos habitual encontrarse con la figura de la madre abnegada que cocina para una familia de más de treinta personas. Ahora muchas familias optan por acudir al restaurante, encargar las comidas a una empresa de catering o alquilar una casa de turismo rural y compartir tareas en encuentros más minoritarios. También los hay que optan por viajar para evitar los encuentros familiares y, una pequeña minoría, para comer con amigos. Pero Fernández Aguado cree que sigue estando muy establecido que Nadal significa encuentro con la familia, y no prevé "que esto cambie a corto o medio plazo". Y si no soportamos estas fiestas e ir a estos encuentros nos parece un suplicio, reconoce que "la opción de hacer una escapada es una buena coartada, pero debemos tener presente que, al final, las fiestas sólo hacen que poner de manifiesto una problemática en las familias que es más profunda, como una mala relación entre padres e hijos o entre hermanos que viene de lejos, provocando que las reuniones familiares sean un suplicio. fiestas de Navidad concretamente". Por su parte, Magda Sallés apuesta por "pensárselo bien antes de no ir y ser plenamente consciente de por qué no se va". "Y, en todo caso, es preferible hablar de ello con naturalidad, no escondernos de nuestras decisiones", añade.

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La primera Navidad sin alguien

Más allá de los posibles conflictos, los encuentros familiares en Navidad también pueden ser especialmente complicados cuando se ha producido algún episodio doloroso, como la reciente muerte de algún familiar. José Fernández Aguado, psicólogo y mediador, reconoce que serán unos días "en los que el vacío de la persona amada se notará más, por lo que serán encontradas dolorosas. Sin embargo, renunciar a reunirse puede ser aún más doloroso. No es fácil enfrentarse a la ausencia de un ser querido. A veces era la persona ausente la que aglutinaba a toda la familia, que puede tender a la disgregación cuando ésta ya no está. Entonces, el mejor legado a la persona ausente puede que seguir reuniéndose y recordándola, en voz alta o en silencio, pero en compañía”. Magda Sallés coincide y recuerda que "es imposible que las fiestas no sean dolorosas cuando ha habido o hay algo difícil. Si lo asumimos, será mejor estar juntos compartiendo el sufrimiento, porque el dolor se hará algo más llevadero".