Superación

"Tengo la sensación de haber visto mi funeral. Pero sobreviví y ahora echo adelante a nado"

Jere Mateo casi pierde la vida en un accidente en los Alpes en el que murió un amigo suyo. Ahora casi no puede andar, pero atraviesa el estrecho de Gibraltar a nado

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Jere Mateo y Adam Martín en una imagen reciente.

BarcelonaJere Mateo y el periodista Adam Martín se conocían de vista de hacer travesías a nado en mar abierto. "La gente que lo hacemos no somos tantos, nos acabamos conociendo", explica Martín. Entonces Adam no sabía cómo llegaría a amar a Jere. Él ya hacía años que nadaba en el mar, pero Jere era novato. El 14 de abril del 2015 había sufrido un grave accidente mientras escalaba el Mont Blanc du Tacul, una cima de 4.248 metros de los Alpes. Cuando sufrió una caída de más de 100 metros no estaba solo. Su amigo Salvi perdió la vida y él se pasó un mes en coma. "En el hospital llevaban a estudiantes de medicina para verme, era un milagro que no hubiera muerto", explica. Cuando se despertó recibió la noticia de la muerte de su amigo y le dijeron que él tenía lesiones en las piernas que le impedirían andar. "Parecía difícil imaginar que volvería a andar", recuerda. Ahora no sólo camina, sino que nada también, tanto, que incluso ha cruzado el estrecho de Gibraltar.

Cuando empezó la rehabilitación en el Institut Guttmann, el Jere descubrió la natación. Primero en la piscina y después en el mar. De hecho, en un cumpleaños le regalaron el libro El nadador de aguas abiertas, escrito precisamente por Adam Martin, a quien conocería poco después. El periodista siempre había nadado en la piscina, pero fue en su villa natal, Blanes, donde se aficionó a nadar en aguas abiertas participando en la travesía popular del puerto de Blanes, entre sa Palomera y la costa. La natación les unió y así surgió el proyecto para realizar el libro La travesía infinita (Ara Llibres), en la que Martin pone por escrito el mundo del Jere, que ha hecho de la natación una terapia. "He aprendido que viviré siempre con dolor y con sentimiento de culpa. Nada no intento olvidar, todo lo contrario", explica este ex mosso de escuadra que se ha propuesto completar el Océanos Seven, un reto que consiste en cruzar siete estrechos en todo el mundo, que pocas personas han hecho.

De la montaña al mar

El del Jere es un viaje lleno de dolor, ya que se recuerda "haciendo un café, en un día claro, mirando los Alpes": "Era precioso. Uno de esos días que piensas que será genial. Y fue el del 'accidente', dice. De la caída, ningún recuerdo, ni uno. Como tampoco tiene recuerdos de aquellos días en los que la gente que la ama sufrió mucho. "Llevaba cuatro meses saliendo con Olga, que aún no conocía a su familia. No fue fácil para nadie, tener que conocerse así. Olga fue a Francia en el mismo coche que los familiares del Salvi , que había muerto. Y después compartió semanas con la familia del Jere, cuando no se conocían", explica Adam. De hecho, uno de los primeros recuerdos de Jere es despertarse y ver a Olga hablando con su padre, como si se conocieran de toda la vida. Le pareció extraño, ya que no sabía que llevaban cuatro semanas conviviendo en Grenoble. Era la primera sorpresa que recibiría este mozo de escuadra de Granollers, en un particular descenso a los infiernos. "Una de las cosas en las que he cambiado es que ahora digo lo que pienso. ¿Sabes la razón? Nunca le dije a Salvi que le quería mucho, como amigo. Ya puedes imaginarlo: ambos éramos mozos de escuadra, policías duros, no nos decíamos estas cosas. ¡Qué error", razona.

El Jere Mateo a nado.
El Jere Mateo a nado.

Haciendo el libro, Jere ha podido llenar algunos vacíos que explican lo que ocurrió aquel 14 de abril del 2015. Adam, investigando, encontró el blog de un esquiador estadounidense donde explicaba un accidente que había presenciado . El lugar, la fecha, lo que decía... encajaban. Así descubrieron que quienes los que salvaron la vida en el Jere fueron estos dos estadounidenses, Eric y Paul, que cuando vieron dos cuerpos en la nieve se acercaron y avisaron a la Cruz Roja francesa. Entonces Salvi ya estaba muerto. El Jere de momento todavía no ha encontrado la fuerza para hablar con ellos, pero quiere hacerlo en el futuro. Todo cuesta, puesto que convive con el sentimiento de culpa por la muerte de su amigo. "Lo que ha hecho es convertir ese dolor en la gasolina para salir adelante. Ha aprendido a convivir con el sentimiento de culpa, de ahí el nombre del libro, porque ha integrado el dolor en su vida", apunta Adam . "Como no sé si soy culpable de su muerte, esa culpa me ayuda a no olvidar y seguir haciendo cosas, no sólo por mí, sino por el Salvi", dice Jere. El accidente es un agujero en su memoria que da miedo. No recuerda quién de los dos iba delante en el ascenso, si uno arrastró al otro, si fue mala suerte, por culpa del tiempo o un error suyo.

Pero Jere ha salido adelante, a pesar del terrible dolor físico que siente cada día. Anda lento, con un bastón. Pero ha encontrado el amor en la familia y en Olga. Y en las ganas de ser padre, con dos criaturas a las que enseña que hay que decir que amas cada día. Dentro del dolor, también ha tomado conciencia del amor. "¿Sabes esa gente que dice que el día que mueran les gustaría poder ver su funeral? ¿Ver cómo la gente se encuentra y lo recuerda? Yo tengo la sensación de haberlo visto. La gente creyó que me perderían, que me moriría. O que si me despertaba quizás tendría daños cerebrales, pero recuerdo el amor y el calor de la gente que vino a verme. amor a los demás que intento cultivar. Y también un sentimiento de culpabilidad por haber hecho daño a la gente, a veces, haciéndoles sufrir", razona. Una época de su vida de descubrir nuevos sentimientos, en parte gracias a su natación.

"Hace unos años apenas conseguía ponerse de pie de nuevo. O nadar 30 metros. Y ahora ha cruzado el estrecho de Gibraltar, con la fuerza de los brazos y con ese dolor físico con el que convive, es increíble", dice el 'Adam. En Guttmann la bilbaína María Folgado, entrenadora de natación, le convenció para saltar a la piscina. Luego llegó el mar. Y ahora ya no puede vivir sin agua. "Mi discapacidad y el dolor se reducen cuando nado. En parte me siento como antes del accidente, pero sin olvidar quién soy ahora. Cada vez necesito más ser nadando, así que he ido haciendo mayores distancias", explica. Así nace el reto de cruzar siete estrechos míticos, un reto titánico. "Se trata de atravesar siete estrechos de aguas abiertas que hay en el mundo. Sólo lo han conseguido veintisiete personas, hasta ahora, y ninguna con discapacidad. Este verano haré el canal de la Mancha y el próximo año, el mar del Norte, de Irlanda del Norte a Escocia", dice. "Cuesta mucho hacerlo, te deben dar la plaza. Y para conseguirlo tienes que cumplir unas condiciones concretas, como llevar sólo un bañador, no neopreno, y en aguas muy frías. No te puede tocar ninguna persona, pero beber o comer, te lo deben echar desde la barca. Si tocas la barca un segundo ya no vale. lo hacen", añade Adam. "Hace poco hice una travesía en las rías de Galicia con el agua helada. De las islas Cías hasta la isla de San Simón, 27 kilómetros. Al final tenía alucinaciones, creía que veía peces de colores a mi alrededor .¿Sabes esas carpas japonesas tan bonitas? Pues esos peces.

La habitación oscura

¿Pero por qué lo hace? "Quiero llevar mi cuerpo al límite para conectar con puntos oscuros de mi mente. Nosotros lo llamamos la habitación oscura, que sería como «tenemos esos miedos, esos fantasmas»", dice. "La habitación oscura es un lugar que tenemos todos, donde guardamos las cosas que no queremos enseñar. No la visitas mucho, esta habitación, porque te incomoda un poco. Él, cuando nada, busca la habitación oscura, quiere que se le aparezca. Pero hay mucho más, en el hecho de nadar. ¿no puede acabar una travesía así sería un fracaso? Él que hace poco no podía andar? energía", dice.

Una energía que le lleva a nadar cada vez más. "Cada vez estiro más el tiempo a nado para llegar a ese estado de concentración que me gusta. A veces explico cosas contradictorias, ya que nado por ser consciente del dolor que tengo, pero también me permite desconectar", admite. "Es entrar en una especie de estado de fluidez. Esto le pasa a mucha gente haciendo muchas otras cosas. Un fotógrafo cuando ve la luz perfecta, o un músico cuando está creando. Gente que toca un instrumento, gente que compone. Hay momentos en los que de repente sólo existe lo que están haciendo. Eso es algo maravilloso. después del libro mantiene su amistad con el Jere. De hecho, valora cómo continuar su historia, la que le verá nadando en estrechos de otros lugares, o el día que hable con los estadounidenses que le salvaron la vida. Podría ser un nuevo libro o un podcast, como el que tiene en Catalunya Ràdio sobre salud mental, La gente normal, que ha ganado un premio Ondas. O quizá sólo sea una conversación entre dos amigos, Jere y Adam, haciendo un café. Pero habrá merecido la pena, seguro.

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