100 días de silencio en las calles de Rusia

El ataque a Ucrania y el incremento de la represión han disparado el miedo a criticar el Kremlin

MoscúHablar de política con cualquiera en la Rusia de Putin nunca ha sido fácil, pero durante los 100 días que hace que dura el ataque ruso a Ucrania todavía se ha hecho más complicado. Mucha gente prefiere callar o dar los mínimos detalles posibles: dicen que tienen miedo a ser denunciados, despedidos del trabajo, expulsados de la universidad o directamente expuestos a un escarnio. Y es que hay razones para evitar hablar abiertamente, como el caso de la profesora de secundaria que se enfrenta a 13 años de prisión por haber defendido en clase opiniones contra la acción del Kremlin en el país vecino.

A finales de febrero y principios de marzo algunos miles de rusos salieron a la calle a protestar contra lo que el oficialismo denomina “operación militar especial” en Ucrania. Las movilizaciones fueron rápidamente silenciadas e incluso niños y abuelos fueron detenidos. Muchos también acabaron en prisión simplemente por exhibir un cartel en blanco. La apatía política habitual en Rusia –“¿para qué salir a protestar? Si no se puede cambiar nada y te detienen y te ponen multas por hacerlo” es un argumento típico de muchos moscovitas– es uno de los motivos. Otro ha sido la fortificación del centro de la ciudad, que impide protestas planificadas o espontáneas. Lo dice Masha (pide que no revelamos su nombre real), que relata cómo un día que acudió a una convocatoria difundida a través de las redes sociales en el centro de la capital rusa, y cuando llegó al lugar de la convocatoria solo encontró policía antidisturbios: “Preferí pasar de largo para evitarme problemas”.

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Policías y tabúes

Esta gran presencia policial, más de la que es habitual en los puntos clave de Moscú, no ha impedido que puntualmente algunos opositores muestren pancartas reivindicativas en lugares como la misma Plaza Roja, para acabar detenidos al minuto 1.

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Tanto en Twitter como Facebook se hizo popular el uso de un filtro con la bandera ucraniana, que progresivamente ha ido desapareciendo.

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Más allá de la aplicación de la ley hay otras maneras de silenciar las voces críticas, y el poco margen que existía hasta el año pasado para la libertad de expresión ha desaparecido. Grupos de música como Little Big –representantes de Rusia en Eurovisión en 2020– o Vera Brejneva, han sido objeto de campañas en las redes por no haberse posicionado a favor de la agresión a Ucrania, con pósteres donde se les tilda de "traidores", "idiotas" o "vendidos" que han aparecido en las calles de varias ciudades rusas.

El rumor recurrente de que la policía tiene herramientas para espiar los mensajes de los teléfonos móviles o que pronto se puede imponer la ley marcial añaden más miedo al cuerpo de rusos y algunos rehúyen preguntas políticas por mensajería casi más que en persona.

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Rusia y el mundo

Otra joven rusa que no quiere que se publique su nombre recuerda con especial cariño el 2018, el año del Mundial de fútbol de Rusia. “En aquel momento pensábamos que la relación de nuestro país con el resto solo podía ir a mejor, después de aquellos momentos de hermandad y alegría con gente de otros países”. Lamenta que no fuera así y ver cómo “la relación entre ellos (Occidente) y nosotros (Rusia) justamente ha ido en la dirección contraria”.

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La brecha generacional es importante. Maksim cree que al menos en la ciudad de provincias donde vive “la gente está hablando de lo que está pasando y hay un sentimiento de división: los mayores ven la televisión y se creen la propaganda, los jóvenes se oponen al conflicto y al régimen existente”. Además, también explica que en su región la producción de coches ha notado la falta de importaciones porque “hay piezas electrónicas que vienen de Europa”. La brecha también la destaca otra joven que admite que ahora tiene una "mala relación" con sus padres, que continúan confiando en Putin y su gobierno porque "creen que puede alejarnos de los terribles años 90", la época de devastación social que marcó el derrumbe de la antigua URSS. “Me gustaría irme al extranjero –confiesa la chica–, pero ahora es más complicado que antes”. Uno de los problemas que la preocupan, que afecta tanto a los que ya viven fuera como a los que quieren irse, es el hecho de que las tarjetas de crédito y débito rusas fuera de Rusia no son más que un trozo de plástico sin ninguna utilidad, debido a las sanciones impuestas por Visa y Mastercard. Muchos rusos que viven fuera y reciben su salario en rublos tienen que hacer “malabarismos” para poder pagar sus facturas. En una situación similar se encuentran muchos extranjeros que viven en el país euroasiático, puesto que por las medidas “espejo”, en Rusia solo funcionan las tarjetas expedidas por bancos rusos.

La comida, más cara, y faltan medicamentos

Si bien es cierto que la marcha de empresas americanas como McDonalds o Coca-cola es el impacto más emblemático, la falta de importaciones ha hecho que suban los precios de muchas verduras y hortalizas como la cebolla (un 70% respecto a enero), la col (61%) y la zanahoria (60%); así como el pan, la leche o los huevos. De media se calcula desde fuentes oficiales que han subido los precios un 11,78%. Esto se debe de al hecho de que si bien una parte de la materia prima se fabrica en la misma Rusia, no todos los materiales y maquinarias provienen del país. Este incremento de precios se nota a la hora de hacer la compra, aunque el rublo mantiene un tipo de cambio fuerte respecto al euro: hoy el euro se cambia a 68 rublos. A principios de año bordeaba los 85 y en los peores momentos del 2022 llegó casi a los 150.

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Y según advierten los médicos, empieza a notarse también la escasez de algunos medicamentos, como por ejemplo antiinflamatorios, gastrointestinales o antiepilépticos, entre otros. Buena parte de la producción de estos tiene su origen en la UE y comunidades del sector como Vrachi.Rf advierten que cerca de 80 medicamentos escasean, entre ellos algunos de los 10 más consumidos. Donde se nota más esta carencia de medicamentos es en regiones como las del Cáucaso. Según los expertos, también ha contribuido el hecho de que hay acaparadores que por pánico o para especular están comprando grandes cantidades de medicamentos.