El corralito desespera a los afganos

Solo pueden sacar 200 euros a la semana del banco

Enviada especial a KabulLa persona que en teoría tiene que poner orden es un hombre armado con un kalashnikov y un cable grueso en la mano que, sinceramente, no genera mucha confianza. Se encarga de organizar la marea humana que cada día se forma delante del Banco de Kabul: centenares de hombres que lo único que pretenden es recuperar su dinero o al menos tener algo de efectivo para poder sobrevivir. Porque en Afganistán todo se paga en efectivo. No funcionan las tarjetas de crédito. Y desde que los talibanes llegaron a Kabul el pasado 15 de agosto, los bancos han estado cerrados durante tres semanas primero, y ahora existe un corralito: solo se pueden sacar 20.000 afganis a la semana, unos 200 euros. La gente está desesperada y no es para menos.

Los que quieren sacar dinero del cajero automático forman una fila india interminable que ocupa parte de la calzada de una de las calles principales del barrio de Shar-e-naw. En Kabul no hay un cajero en casi cada esquina, como en las ciudades europeas. Aquí los cajeros se pueden contar con los dedos de las manos. En el Banco de Kabul hay dos y, por supuesto, están dentro de la sede bancaria. Así que hay que armarse de paciencia.

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Horas de espera

Por ejemplo, Abdul Khadi ha llegado al banco a las siete de la mañana, una hora antes de que abran, y lleva escrito el número 132 con bolígrafo en la palma de la mano. Eso significa que, cuando ha llegado, ya había 131 personas más delante de él. Ahora son las nueve de la mañana y sigue ahí. “Solo quiero sacar 10.000 afganis [unos 100 euros], el salario de este mes. No tengo más dinero”. Es profesor y dice que antes iba a un cajero automático que hay en el ministerio de Educación, pero ahora no funciona.

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Pero es que los que quieren ser atendidos en ventanilla tienen que esperar incluso más. El hombre del kalashnikov que pone orden los obliga a sentarse en la acera, uno al lado de otro, formando una alfombra humana. Hay tantísima gente que es imposible abrirse paso. Según dice, cada día se presentan en el banco unas 4.000 personas. “Yo hace diez años que soy vigilante aquí y nunca había visto una cosa igual”.

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Porque el problema no es solo que los bancos estuvieron cerrados tres semanas, sino que la gente tiene miedo de perder el dinero y por eso quiere sacarlo, o teme directamente que sus ahorros se queden en nada, según detalla Omar Zakhilwal, que fue ministro de Finanzas y asesor económico del gobierno afgano durante años y puede analizar la situación mejor que nadie. El afgani, la moneda afgana, no deja de devaluarse. Y de hecho, desde que los talibanes ocuparon Kabul, ha experimentado unas fluctuaciones de infarto. Ahora un dólar equivale a 83 afganis, pero ha llegado a valer 96. “A eso se añade que la comunidad internacional ha congelado todas las reservas de Afganistán en el extranjero”, sigue explicando el ex ministro. Es decir, los bancos temen quedarse sin liquidez, y de ahí que limiten la cantidad de dinero que se puede retirar cada semana.

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El resultado es que cada día hay un auténtico caos no solo delante del Banco de Kabul, sino delante de todas las entidades financieras. En el Banco Azizi la organización es diferente, si es que se puede llamar organización tener a decenas de personas esperando bajo el sol durante toda una jornada. Hay una puerta para los hombres y otra, para las mujeres.

Desesperación

Nayera Kohistani dice que ha llegado a las seis de la mañana. Son las tres de la tarde y continúa delante de la entidad bancaria. El día anterior también fue para que la pusieran en la lista de espera para ser atendida y hoy confía que el vigilante de la puerta pronuncie su nombre en algún momento y por fin la dejen entrar. Su objetivo, dice, es sacar todo el dinero que tiene. “Si es necesario, vendré cada semana”. Se le nota desesperada. “Yo soy profesora y trabajaba en un colegio de niños, pero ahora los talibanes no me dejan trabajar porque no quieren que una mujer enseñe a un niño”. Su marido era funcionario y también se ha quedado sin trabajo. Y tienen dos hijos pequeños. “No hay derecho, me ha costado mucho ganar este dinero. Solo quiero que me lo den para irme de este país”, dice rompiendo a llorar. “Por qué, por qué el mundo nos ha abandonado”.

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Algunos en la cola del banco se atreven a decir que tal vez sería mejor que la comunidad internacional reconociera al gobierno talibán. Aunque fuera un suicidio. Pero al menos llegaría el dinero y acabaría el maldito corralito.