Gambia

"Hemos hecho historia": Gambia tumba la iniciativa que quería volver a legalizar la mutilación genital femenina

Tres de cada cuatro mujeres gambianas han sido mutiladas y esta cifra se ha mantenido constante en las últimas tres décadas

Jaume Portell
y Jaume Portell

Old Yundum (Gambia)“Durante el último año, prácticamente no he dormido. Hemos hecho historia, no para nosotros, sino para las generaciones futuras de gambianos”. Así se expresaba esta semana en Instagram Jaha Dukureh, la activista gambiana que luchó, con éxito, por conseguir la prohibición de la mutilación genital femenina en Gambia en el 2015. Durante el último año, Dukureh y los movimientos feministas de este país de África occidental se han unido para evitar que la mutilación genital femenina volviera a ser legal.

En marzo el Parlamento votó a favor de volver a legalizarla, siguiendo una propuesta de enmienda que la consideraba un elemento de la cultura local. Pero esta semana, tras la publicación de un informe de evaluación que la considera como “discriminación contra las mujeres”, el Parlamento la rechazó. 35 diputados votaron a favor de obedecer el informe, 17 lo hicieron en contra y 2 se abstuvieron.

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Este giro contra todo pronóstico ha sido una victoria para el movimiento feminista gambiano, que hace pocas semanas temía que la legalización dispararía los casos en cuanto las alumnas gambianas, una vez terminado el curso escolar, volvieran a las zonas rurales a pasar las vacaciones de verano. En Gambia, un país de 2,6 millones de habitantes, tres de cada cuatro mujeres han sido mutiladas, y esta cifra se ha mantenido constante en las últimas tres décadas.

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Según la encuesta de demografía y salud del gobierno de Gambia del 2020, el 78% de las mujeres lo habían sufrido en Brikama, en la zona periurbana de la costa; en el interior, en la región de Basse, esta cifra subía hasta el 97%. Pese a la prohibición desde 2015, muchas familias gambianas han mantenido esta práctica, que consideran una tradición requerida por el islam. Según la Organización Mundial de la Salud, la ablación del clítoris y otros tipos de mutilación genital pueden provocar dolores intensos, hemorragias, problemas urinarios, menstruales y aumentan el riesgo de tener complicaciones durante los partos.

"Trivializar" el dolor de las mujeres

Fatou Baldeh, especialista en salud sexual y reproductiva por la Queen Margaret University de Edimburgo, considera que detrás del intento de volver a legalizar esta práctica hay oportunismo político: el imán Abdoulie Fatty, que ha animado la campaña para abolir la ley, era el consejero espiritual del dictador Yahya Jammeh –que gobernó el país entre 1994 y 2016–, y ha utilizado su influencia –durante los años de dictadura salía a hacer el sermón de los viernes en la televisión pública– para reimplantar la mutilación. Cuando tres mujeres fueron multadas por haberla infringido, Fatty se plantó en el pueblo de donde estaban y pagó la multa de 35.000 dalasis (471 euros). Baldeh, junto a otros activistas, ha visto cómo durante meses se ponía en duda su condición de gambiana: “Nos han acusado de hacerlo por el dinero que recibíamos de Occidente, de ir contra la religión o de promover la homosexualidad ”, comenta al ARA.

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Baldeh, como otros activistas, sufrió la mutilación cuando tenía 8 años, y accedió a los estudios alentada por su padre. Procedente de una familia humilde, fue la primera en ir a la universidad. Ahora, a sus 40 años, es una de las voces más destacadas del país en contra de esta práctica. La encuentro en un congreso de género y derechos de las mujeres donde la mayoría de los ponentes son hombres, pero no se desanima después de haber roto la espiral del silencio: “El día que me cortaron, me dijeron que si hablaba de 'eso con alguien, la persona que me lo había hecho vendría y me cortaría otra vez”, recuerda. Y añade: “En Gambia se trivializa el dolor de las mujeres: se considera normal. Incluso tenemos dichos populares que afirman que, cuanto más sufra una mujer, mejores serán sus hijos”.

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"Las niñas no tienen libertad de decidir"

Fatima Gomez, nacida en 2002, estudia derecho en la Universidad de Gambia, y ha seguido la batalla legal desde el principio, en otoño del año pasado. "La enmienda se presenta con la intención de derogar la parte que estipula un castigo por la mutilación, argumentando que la gente debe tener libertad para decidir si quiere hacerlo o no", comenta Gomez, que se muestra decepcionada por la influencia que los líderes religiosos siguen teniendo en el país.

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La ley aprobada en el 2015 establece que la mutilación puede castigarse con multas de 50.000 dalasis (674 euros), tres años de encarcelamiento o cadena perpetua, si la víctima muere. En caso de complicidad con la práctica, la multa es de hasta 10.000 dalasis (134 euros). “Cuando se trata de cuestiones religiosas, la gente no piensa por sí misma: sigue ciegamente a los líderes. Además, son los adultos quienes eligen si las niñas pueden hacerlo o no; los niños no tienen edad de consentimiento a la hora de tomar esta decisión. Las niñas no tienen libertad de decidir”, critica.

La ley en ningún caso habla de mutilación genital femenina, sino de circuncisión femenina, un término que utilizan los partidarios de continuar practicándola, que la comparan con la circuncisión masculina. “Las mujeres siguen pudiendo parir a hijos sin ningún problema. Las personas que se han manifestado contra la circuncisión están engañando a las mujeres”, argumenta un trabajador del sector público gambiano, que añade que no forzará a su hija, de 23 años, a tener que hacerlo a su nieta. "Será su decisión, no la mía", concluye.

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Fatima Gomez, que forma parte de la asociación Think Young Women, insiste en la necesidad de trabajar pueblo a pueblo para erradicar esta práctica. Tanto Baldeh como Gomez coinciden en señalar la carencia de información como el aspecto crucial para entender la continuidad y el apoyo con el que todavía cuenta la ablación.

Fatou Baldeh apunta a un cambio educativo que ya está generando choques entre hombres y mujeres en Gambia: “Cada vez más mujeres saben leer. Los hombres de este país no están preparados para la generación de mujeres gambianas que vienen. Muchos chicos jóvenes se quedan extrañados diciendo: «Yo nunca he visto a mi madre contestar mal a mi padre»”. Baldeh afirma que ella y las activistas más jóvenes ya no piensan asumir el rol de mujeres sumisas que los chicos han visto en casa: "No soy tu madre".

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