Alemania empieza a aislarse por miedo a las nuevas variantes del covid-19
Polémica por la decisión de Merkel de cerrar las fronteras con la República Checa y la región austríaca del Tirol
BerlínAlemania quería tratar de evitar establecer controles en las fronteras. Este era el propósito del gobierno de Angela Merkel al inicio de la pandemia, pero la realidad ha sido otra. La primavera pasada, durante la primera oleada del covid-19, las autoridades alemanas ya pusieron barreras. Ahora, y a pesar de que la intención era no repetirlo, lo han vuelto a hacer. Desde este domingo, el entrada en el país desde la República Checa y desde la región austríaca del Tirol está restringida: solo ciudadanos alemanes y ciudadanos de otros países pero con residencia en Alemania pueden cruzar la frontera, siempre que presenten una test negativo hecho, como máximo, 48 horas antes. ¿El motivo? Las nuevas variantes del virus, que inquietan cada vez más a los gobiernos europeos. La República Checa, uno de los países europeos más afectados por la enfermedad, se ahoga ahora a raíz del crecimiento de la cepa británica. La región del Tirol, aislada desde la semana pasada por el gobierno austríaco, está considerada el foco más grande en Europa de la variante sudafricana.
El cierre de fronteras, que tan poco gusta a Bruselas, ha traído el caos. Pocas horas después de la introducción de la medida, colas de hasta 30 kilómetros bloqueaban las carreteras. Cruzar la frontera -los que tienen permiso para hacerlo- implicaba, de media, unas tres horas de espera. Organizaciones humanitarias se dedicaban a repartir comida caliente y bebidas para combatir el hambre y el frío: las temperaturas estaban bajo cero. Las escenas recordaban mucho las que se vivieron a finales del diciembre pasado en la frontera de Dover-Calais, cuando se dio a conocer la existencia de la variante identificada en el Reino Unido. El tránsito ferroviario internacional entre estos países también ha quedado interrumpido.
Uno de los sectores más afectados, como ya pasó también en Dover-Calais, ha sido el de los transportistas, a quien también se les exige una PCR negativa para pisar tierra alemana. Ellos son uno de los perfiles laborales, pues, que entran dentro de las excepciones para cruzar la frontera. Pero hay más sectores que piden formar parte de estas excepciones. En las últimas horas, de hecho, ha habido un aluvión de críticas porque miles de ciudadanos que no son alemanes pero que trabajan en Alemania y viven en el otro lado de la frontera se han quedado, de un día para el otro, sin manera de llegar al trabajo. Solo el domingo, y pocas horas después de cerrar la frontera, las autoridades alemanas habían hecho recular a más de 500 personas, según informaciones de la cadena pública de radio Deutschlandfunk. Para permitir que estos trabajadores fronterizos puedan trabajar, Saxonia y Baviera -las regiones federales que tocan con la República Checa y el Tirol- elaborarán una lista de oficios relevantes para que, por lo tanto, estos trabajadores tengan derecho a pasar de un territorio al otro. Además del test negativo, tendrán que presentar el contrato de trabajo.
Algunos de estos trabajadores son electricistas, personal sanitario y del sector alimentario. Algunas empresas alemanas ya han optado por alquilar viviendas para estas personas y evitar así el tráfico diario mientras duren los controles.
Presión a Merkel
El gobierno de la cancillera Angela Merkel defiende la necesidad de la medida para hacer frente a las mutaciones y para responder al hecho de que el gobierno checo ha decidido no alargar el estado de emergencia por coronavirus, a pesar del elevado número de nuevos casos que registra el país. Partidos de la oposición como los liberales FDP han alertado de las posibles consecuencias económicas que puede tener para las cadenas de producción, especialmente en el sector automovilístico. Volkswagen, BMW y Daimler son las más importantes. Por la red de plantas de producción que tiene en países como Eslovaquia (donde también se ha registrado la variante británica) y Chequia (a través de la marca Skoda), parece que Volkswagen podría ser el primero en verse afectado. Con cautela, la región alemana fronteriza del Sarre ya ha avanzado que si establece controles será de acuerdo con los vecinos, Francia y Luxemburgo.
Y es que el miedo a las mutaciones del covid-19 no solo afecta a las fronteras alemanas sino también a la cúpula política a la hora de tomar decisiones. Desde el anuncio hace una semana de alargar el confinamiento, como mínimo, hasta el 7 de marzo, sobrevuela más que nunca en la sociedad alemana el escepticismo ante las medidas de la cancillera. Uno de los motivos de los recelos es que, si hasta hace una semana el valor de referencia para poder empezar a desconfinar a la población era el de 50 casos nuevos por 100.000 habitantes durante 7 días, ahora el valor se ha revisado a la baja, hasta 35 casos, con el argumento del peligro de las nuevas variantes.
Casi un año después del primer confinamiento, los alemanes empiezan a perder la paciencia: no solo porque no pueden planificar las vacaciones de Semana Santa, ni disfrutar de la cultura, la gastronomía y el ocio como querrían, sino porque en la gestión de la pandemia el gobierno federal y las 16 regiones federales siguen mostrando tan poco consenso como al principio.