50 años de la operación Cóndor: una estrategia coordinada de represión en América Latina
La operación, impulsada por regímenes autoritarios con el visto bueno de Estados Unidos, coordinó ejecuciones, torturas y vigilancia transfronteriza contra la izquierda internacional
Buenos AiresA finales de noviembre de 1975, apenas hace 50 años, tenía lugar en Santiago de Chile una reunión secreta entre miembros de los servicios de inteligencia de Chile, Bolivia, Argentina, Paraguay y Uruguay. En ese encuentro, se formalizó un sistema transnacional de represión coordinada entre estos países, con el objetivo de aplacar la oposición de izquierdas a través de la persecución y desaparición de personas. La estrategia, a la que más tarde se sumarían Perú, Ecuador y Brasil, se llamó "operación Cóndor", en honor al ave emblemática de los Andes que vigila desde las alturas sobrevolando el continente y que en el ámbito militar se utiliza para transmitir fuerza y dominio.
La operación Cóndor buscaba "completar la dominación de la derecha", explica al ARA el investigador John Dinges, que vivió en Chile, trabajando como periodista, durante el último año del gobierno de Salvador Allende y durante cinco años de la dictadura de Augusto Pinochet: "Cóndor fue una alianza entre las civiles abarcaba ideas fascistas de construcción de gobiernos totalitarios". En un contexto de Guerra Fría, en el que Estados Unidos y la Unión Soviética se disputaban la hegemonía ideológica del mundo, la derecha en América Latina desplegó todos sus recursos para asegurarse de que el comunismo no se extendía en la región: "el objetivo de acabar con la izquierda era internacional, por lo que la solución debía ser, también, internacional".
Los blancos a abatir eran miembros de movimientos revolucionarios, guerrillas, organizaciones sindicales y, en algunos países, miembros de la Iglesia que apoyaban más los movimientos progresistas que los conservadores. Al tratarse de una estrategia coordinada entre estados, el exilio dejó de ser un lugar seguro para la disidencia: Federico Jorge Tatter Radice es el hijo de Federico Jorge Tatter Morinigo, militante comunista de Paraguay que se exilió en Buenos Aires con su mujer y sus tres hijos, huyendo de la dictadura de Alfredo las fuerzas armadas de Argentina, bajo el régimen de Jorge Rafael Videla.
Tatter Radice, que sólo tenía 17 años cuando se llevaron a su padre de casa, recuerda una infancia de mudanzas constantes, cambios de país y secretismo: "En Argentina sabían perfectamente quién era mi padre, quien éramos sus hijos, quién era su mujer y dónde vivíamos, mucho antes de que existiera el nombre Cóndor", dice. Los países pusieron en común bases de datos que, aunque bastante rudimentarias comparadas con la tecnología de hoy, servían para monitorizar los movimientos transfronterizos de la disidencia.
Crímenes contra la humanidad
Y es que la represión, como tal, había empezado antes de 1975, como por ejemplo en Chile con el golpe de estado de 1973 contra Salvador Allende. Alicia Lira, que entonces era militante comunista, recuerda los años del gobierno de la Unidad Popular como "inolvidables", llenos de "compromiso, humildad, sentido colectivo y sencillez", hasta que la dictadura de Pinochet se impuso y se llevó a su marido –"mí negro", como le decía ella–, de madrugada, arrancado de la cama en la casa que compartían. "Lo fui a reconocer al día siguiente al servicio médico forense: le habían ejecutado de camino al aeropuerto y le habían dejado tirado al suelo", relata en conversación con el ARA. preside la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos de Chile. La década de los 70 y la primera mitad de los 80, también se debilitó el sistema de represión que las mantenía unidas. Terror, una serie de documentos que confirmaban la existencia del plan y que condujeron a varias investigaciones hasta llegar a los juicios por la operación Cóndor, que empezaron en el 2013 en Buenos Aires y posteriormente en otros países, como en Italia, bajo jurisdicción internacional.
En los juicios, se aplicó el principio jurídico de los "crímenes contra la humanidad", que establece que ciertos delitos no prescriben y pueden juzgarse en cualquier país del mundo. John Dinges asegura que una consecuencia probablemente inesperada de la operación Cóndor fue el proceso de reparación democrática que se vivió a continuación en América Latina: "Cóndor fue una vacuna contra la represión y la arbitrariedad en la región, que durante los 90 y 2000 consolidó políticas de memoria, verdad y justicia".
Pese a que Cóndor no fue una política específicamente creada e implementada por Estados Unidos –como se afirma a veces–, sí es sabido que los regímenes autoritarios de América Latina tenían el visto bueno de la Casa Blanca, con Henry Kissinger como secretario de Estado. Sobre si hoy la política de seguridad de Donald Trump, en coordinación con gobiernos de derechas como los de Daniel Noboa en Ecuador, Nayib Bukele en El Salvador o Javier Milei en Argentina, se podría considerar una operación Cóndor 2.0, Dinges responde con rotundidad que "no", ya que hacerlo "sería distorsionar lo original. Sin embargo, encuentra un parecido: "Cóndor se basaba en la xenofobia, en la sospecha hacia el extranjero", y recuerda como "en Chile, la junta militar solía decir que «vienen los extranjeros extremistas a matar chilenos»". Sobre ese mismo principio geopolítico –el odio en el extranjero–, es sobre lo que Trump lleva a cabo su política migratoria, afirma Dinges, "que se concreta en asesinatos de personas en lanchas en las costas de América Latina".