Pandèmia

¿Por qué China no renuncia a la desesperante política de covid cero?

El malestar entre los chinos es cada vez más evidente, sobre todo en Shanghái, donde se endurecen todavía más las restricciones

PekínEn Pekín, el miedo a un estricto confinamiento como el de Shanghái provoca escenas semanales de pánico en los supermercados. Las PCR cada 48 horas y las compras de alimentos han pasado a ser la actividad principal de los pequineses después de cerrar escuelas, restaurantes y parques. El teletrabajo se ha impuesto y hay algunos barrios confinados.

En Shanghái han tenido peor suerte y las medidas se endurecen a pesar de la bajada de casos. La población, agotada después de más de seis semanas de confinamiento, se ve sometida a un “periodo de silencio” en que se suprime la entrega de paquetes y el acceso a los hospitales, al menos durante tres días. Y los criticados traslados a centros de cuarentena se han ampliado. Ahora no trasladan solo a los residentes asintomáticos que den positivo en una PCR, sino que la medida también se aplica a los vecinos de los pisos superiores o inferiores, aunque sean negativos. Se los considera contactos cercanos y son evacuados a uno de estos centros. Resulta difícil de entender, sin embargo, cómo una población que hace más de cuarenta días que está recluida en su casa puede contagiarse de coronavirus.

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Pero ni las protestas de los exhaustos habitantes de Shanghái, ni las recomendaciones de la OMS, ni siquiera las pérdidas económicas conseguirán modificar a corto plazo la estricta política de covid cero en China. El presidente chino, Xi Jinping, se ha mostrado inflexible en la defensa del modelo.

El lenguaje bélico se ha instalado para hablar de la crisis sanitaria. En varias intervenciones, Xi ha exigido “luchar con determinación” y ha asegurado que si se ganó la batalla en Wuhan, al inicio de la pandemia, también “podemos ganar la batalla para defender Shanghái”. Ha vaticinado que "las medidas para cortar los rebrotes resistirán la prueba del tiempo". El martes la portada del Diario del Pueblo reafirmaba el mensaje con un contundente titular: “La persistencia es la victoria”.

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La defensa de la estrategia de "covid cero dinámico", basada en largos confinamientos, bloqueos estrictos de la movilidad y rastreos masivos de casos, se ha convertido en política de estado. China defiende el éxito de su estrategia ante Occidente como una demostración de la superioridad de un sistema autoritario que permite limitar estrictamente la libertad de las personas. Ante el alto número de muertos por covid en Occidente, los portavoces políticos chinos no dudan en repetir insistentemente que para Pekín salvar vidas es más importante que salvar la economía.

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El discurso oficial adjudica a Xi Jinping el liderazgo y el éxito de la política e incluso se ha incluido como materia de estudio en los libros de texto. Es muy difícil que pocos meses antes de que se celebre el Congreso del Partido Comunista que le dará un tercer mandato se corrija una política clave y se depuren errores. Y el mismo Xi Jinping lo ha dejado claro al exigir apoyo sin fisuras y perseguir cualquier disidencia que cuestione la política de tolerancia cero.

La amenaza incluso ha llegado a la OMS. Esta semana el portavoz de Exteriores no ha dudado en calificar de “irresponsable” al director general de la organización, Tedros Adhanom, porque afirma que la política de covid cero “no es sostenible”. La censura no ha dudado a eliminar de la internet chino las declaraciones del director de la OMS y los hashtags #Tedros y #OMS dejaron de dar resultados a las cuentas de Weibo. No es el único damnificado, los artículos de expertos chinos que cuestionan los rígidos confinamientos, de juristas que ponen en entredicho la constitucionalidad de las medidas o de economistas preocupados por las interrupciones en la cadena de producción también son eliminados.

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Un estudio prevé 1,5 millones de muertos en el país si se levantan las restricciones

Pekín defiende que la opción de convivir con el virus no se puede aplicar en China y un estudio de la Universidad de Fudan, en Shanghái, les da argumentos, puesto que prevé más de 1,5 millones de muertos si se levantan las restricciones.

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La población china está menos inmunizada y la vacunación ha sido menos eficaz. Pekín solo ha utilizado sus vacunas de virus inactivado y no ha autorizado vacunas extranjeras desarrolladas con tecnología ARN, más efectivas. Una vez más ha sido una decisión política para defender el producto nacional.

Además, aunque se asegura que el 95% de la población está vacunada, hay un agujero importante entre la gente mayor. Al principio solo se recomendaba a menores de 59 años y después ha costado convencer a los abuelos. Según la Comisión Nacional de Salud de China, todavía hay 42 millones de personas mayores sin vacunar y 100 millones no han recibido las dosis de refuerzo. El sistema sanitario tampoco está preparado para poder absorber una gran ola de pacientes. Las UCI solo suman poco más de un millón de plazas en el gigante asiático.