Dos décadas de apuesta por las renovables sitúan a Alemania al frente de la descarbonización
La potencia industrial de Europa, ejemplo a seguir con un marco legislativo que favorece la sostenibilidad
LondresDurante 2020, casi el 90% de la nueva generación de electricidad en el mundo provino de fuentes renovables, mientras que solo el 10% se originó en los combustibles fósiles, gas y carbón. El año pasado, de hecho, por primera vez las renovables generaron más electricidad que los combustibles fósiles en toda la Unión Europea (UE), 38% ante el 37%. La inversión en energía eólica y solar fue el principal impulsor de esta gradual descarbonización, con una generación eólica que aumentó un 9%, el 15% la solar.
La tendencia, apuntada en noviembre por los datos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA), y confirmada a finales de enero con las publicaciones de los think tank británico y alemán Ember y Agora Energiewende, respectivamente, pone a la electricidad verde camino de convertirse en la fuente de energía más relevante en 2025, desplazando por primera vez el carbón, que ha dominado durante el último medio siglo. Al llegar 2025, el IEA espera que un tercio de la electricidad mundial se obtenga de las renovables.
Los datos que gestiona la mencionada agencia indican también que la capacidad de creación de energía solar ha aumentado 18 veces desde 2010 y la eólica cuatro veces. La hidráulica proporcionó el 77% de la energía verde en 2010, pero ha caído hasta el 45% en 2020.
A pesar de estos esperanzadores resultados, la electricidad solo representa aproximadamente una quinta parte del consumo de energía global en el mundo. Los combustibles fósiles para los medios de transporte, la industria y la calefacción continúan siendo los retos más difíciles de superar.
Dos décadas trabajando
Si un país en Europa es puntero en producción de energía eléctrica renovable es Alemania. Más que en ningún otro país del continente, su prosperidad se basa en una industria fuerte. Hace dos décadas que entendieron la necesidad de hacer frente a los retos del cambio climático. La transición energética tiene, a los ojos de Berlín, un papel crucial para garantizar un futuro respetuoso con el medio ambiente que es a la vez imprescindible para mantener el éxito económico y los niveles de riqueza.
Las bases de la descarbonización empezaron en 2000, con la promulgación de la ley de energías renovables (EEG).
Desde entonces, la cuota ha aumentado significativamente: en 2019, de hecho, consiguieron que más del 30% de su electricidad fuera producida a partir del sol y el viento. La ley de 2000 dio el marco de referencia adecuado para llegar a este punto.
Alemania supo estimular el desarrollo, la construcción y el funcionamiento de la energía eólica, la energía solar, la biomasa y las plantas de biogás y los parques eólicos marinos. Además, para conseguir los objetivos fijados de descarbonización, la Comisión Alemania para el Crecimiento, el Cambio Estructural y la Ocupación, conocida como Comisión del Carbón, recomendó la retirada progresiva de todas las centrales eléctricas de carbón para el 2038, y en 2022 está previsto que cierre la última central nuclear alemana en funcionamiento.
Primera ley del clima
En 2019 el Bundestag aprobó también la primera ley del clima del país, que establece los objetivos anuales de reducción para sectores individuales como la industria y el transporte hasta 2030, objetivos en línea con los planos europeos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero. En caso de que se vaya viendo que no se llegará, la ley establece que la diferencia se repartirá de manera uniforme en las previsiones anuales restantes de emisiones de cada sector hasta 2030.
La ambición de estos objetivos climáticos nacionales se puede elevar, pero en ningún caso se puede reducir. La ley climática alemana también establece que los nuevos volúmenes de emisiones para los años posteriores al 2030 se establecerán en 2025 y tendrán que estar en línea con los objetivos de la ley y los requisitos de la Unión Europea (nivel cero de emisiones en 2050). El gobierno federal tiene que crear un consejo de expertos independientes para evaluar los datos de emisiones y los cambios en los programas de acción climática.
Por sectores, por ejemplo, la energía tendrá que haber reducido las emisiones el 62,5% en 2030 en comparación con los datos de 1990. Los niveles de contaminación de los edificios se tendrán que haber reducido un 66,7%; transportes, un 42,1% en relación al 1990, el caso más extremo de caída, puesto que para el 2019 solo se había reducido el 0,6% en relación también al 1990. La industria tiene que haber rebajado un 50,7%, la agricultura un 35,6% y otros sectores un 86,8%. En teoría, de acuerdo con la ley, antes o a lo sumo en 2050, Alemania tiene que haber conseguido el objetivo de neutralidad.
En 2019, las emisiones de CO2 de Alemania cayeron aproximadamente un 6% interanual, según datos de la UBA, la Agencia Federal del Medio ambiente. En treinta años, el país ha reducido emisiones por valor de 510 millones de toneladas. Los objetivos fijados para el final de la década presente implican la reducción de 196 millones más. En principio, se podría conseguir. Pero el problema es siempre el mismo: la lucha para bajar las que producen el transporte, calefacción e industria. Y, además, a estas alturas se enfrenta a una desaceleración del despliegue de las energías renovables, de acuerdo con la evaluación de la UBA.
Estas tendencias sugieren que Berlín tendrá que hacer más esfuerzos para lograr los futuros objetivos climáticos. La implicación de la población, la concienciación, será mucho más que necesaria. En Alemania, en Europa y en todo el mundo.