Adoptar 'huérfanos' ucranianos: otra arma rusa
El Kremlin publicita como familias de Rusia se hacen cargo de niños refugiados sin permiso de padres o tutores
BarcelonaSentados en una mesa puesta con todo tipo de dulces, Makar, de 10 años, y Zakhar, de 9, acabados de llegar de Donetsk a Moscú, compartían una generosa merienda hace unas semanas ante las cámaras de la cadena de televisión Russia Today. El reportaje exhibía a las criaturas, junto con su hermana Iana, de 17 años, limpios y pulcros, y sus flamantes habitaciones en casa de la familia de acogida, en Moscú. Así de idílica presentan los medios de comunicación rusos una práctica que según el derecho internacional es un crimen de guerra: la deportación forzosa de menores sin permiso de los padres o los tutores. Ucrania reclama que todas las criaturas ucranianas sean devueltas a sus padres o tutores legales. En el mismo reportaje, la hermana mayor admite que aceptó la familia de acogida para poder continuar estando con sus hermanos.“Me llamaron y me preguntaron si quería una familia [de acogida]. Me dejaron claro que si lo rechazaba nadie se haría cargo de los chicos”. La madre de acogida relata cómo fue el encuentro: “Bajaron del tren y vinieron corriendo, gritando «mamá»”.
El gobierno ucraniano asegura que desde el inicio de la invasión, hace medio año, Rusia ha deportado 234.000 criaturas ucranianas de las zonas que el ejército ruso ha podido ocupar. La gran mayoría de estos menores han sido trasladados a Rusia con sus padres, pero también los hay que perdieron a sus padres en la guerra o que se separaron de ellos en los llamados campos de filtración, donde los militares rusos seleccionan a los deportados. También hay al menos 2.389 niños y niñas que vivían en instituciones públicas, porque eran huérfanos o porque sufrían enfermedades graves que obligaban a tenerlos internados.
Estos son los más vulnerables. Hay muchos casos de instituciones en las regiones ahora bajo ocupación rusa, que se han quedado sin ninguna financiación y donde las criaturas acogidas simplemente han desaparecido. Stephan –ahora refugiado en Georgia, pide no revelar su apellido– se dedicó los primeros meses de la invasión a entregar ayuda humanitaria a su región natal, Jersón. En mayo, su grupo encontró un centro de acogida donde vivían cincuenta chicos totalmente vacío, y el director no les dio ninguna explicación sobre qué había pasado con las criaturas. “No sabemos si fueron deportadas a Rusia o trasladadas a otro lugar, no tenemos ninguna pista”, explica.
Una abuela busca a su nieta
En uno de los reportajes propagandísticos emitido en julio en la televisión rusa, Tatiana Tolstokorova, una administrativa de Mariúpol, creyó reconocer a su nieta Nastia, de dos años, a quien busca desde el mes de marzo. El piso donde vivía con sus padres, Pavel y Olga, fue bombardeado, pero no encontraron restos humanos y los familiares creen que se salvaron.
La imagen de una niña rubia con dos coletas y un vestido lila apenas aparecía unos segundos, pero la abuela creyó que la expresión de la pequeña era inconfundible. Removió cielo y tierra hasta que consiguió que las autoridades de protección de la infancia rusas aceptaran un encuentro en Moscú. Fue una vecina de la niña –conocida de la familia– que vio el vídeo y fotos de la criatura, pero comprobó que no era Nastia. Después vieron imágenes de una niña que se asemejaba a Nastia en un convoy de evacuación.
“Nos pensábamos que la habíamos encontrado y resultó que no. Ahora tenemos otra pista, pero no pararemos de buscarla”, explica en una conversación por Telegram detallando solamente que continúa en territorio ocupado. La abuela dice que ha enviado su ADN a las autoridades de Donestk y continúa buscando a la niña en las webs de las redes de ucranianos que se han organizado para encontrar a sus familiares desaparecidos.
Katerina Rasheva, investigadora del Centro Regional por los Derechos Humanos de Ucrania, afirma al ARA que está preparando el caso para denunciar a Maria Lvova-Belova, la comisionada rusa por los derechos de la infancia, ante el Tribunal Penal Internacional. La misma Lvova-Belova ha asumido la custodia de un chico de Mariúpol de 15 años que según ella fue abandonado por su padrastro en medio de los combates y al cual ella conoció cuando visitó la ciudad ocupada, después de un asedio feroz.
La versión del Kremlin es que sus soldados recogieron a decenas de criaturas de Mariúpol de los sótanos de las casas y los salvaron llevándolos a hospitales. De verdugos a salvadores.
Denuncia por genocidio
Según la abogada, la deportación forzada de criaturas que Rusia empezó en Ucrania en 2014 en Crimea y el Donbás es constitutiva de un delito de genocidio. “Lvova-Belova ha adoptado a este niño para que parezca que es una cosa legal, pero todo el mundo sabe que vulnera el derecho internacional”, asevera. Esta práctica, según la investigadora, se inscribe en la política de rusificación de la población ucraniana.
Aunque una cincuentena de estas criaturas han sido devueltas a Ucrania cuando los familiares las han reclamado, a otros se los ha impedido contactar con sus parientes. “Los niños devueltos no estaban en Rusia sino en territorio ucraniano ocupado. Una vez que han cruzado la frontera es muy difícil recuperarlos, y más si ya tienen una familia de acogida”, aclara la abogada.
De acuerdo con las autoridades locales de las autoproclamadas repúblicas independientes del Donbás, Moscú ha tomado medidas para acelerar los procedimientos de adopción de criaturas ucranianas. Además de ofrecer una vía rápida de acceso a la ciudadanía rusa para todos los ucranianos que huyan del país, el Kremlin ha dictado medidas para considerar a los menores ucranianos como ciudadanos rusos y así someterlos a sus leyes sobre la adopción, cosa que también vulnera el derecho internacional.