El bloque conservador gana por la mínima en Suecia impulsado por el crecimiento de la ultraderecha
Los socialdemócratas vencen en las elecciones, pero no tienen suficientes escaños para gobernar
BarcelonaEl bloque conservador se ha llevado la victoria en las elecciones parlamentarias en Suecia de este domingo, impulsado sobre todo por un crecimiento destacado del partido de ultraderecha Demócratas de Suecia, que se ha convertido en segunda fuerza en el Riksdag (Parlamento sueco). Con un 88% escrutado, los partidos incluidos en el bloque de la derecha (Moderados, Demócratas de Suecia, Democristianos y Liberales) suman un 49,7% de los votos, mientras que los de la izquierda (Socialdemócratas, Izquierda, Centro y Verdes) han conseguido un 48,9%. Traducido en diputados, el bloque azul obtiene 175 (los que marcan la mayoría absoluta) y el bloque rojo, 174. Una diferencia exigua, pero suficiente para que la derecha intente arrebatarle el gobierno a los socialdemócratas, que han liderado el país los últimos ocho años (y la mayor parte del último siglo). A pesar de todo, en una intervención ante miembros de su partido, Ulf Kristersson, líder de los Moderados, ha dicho que es "demasiado pronto" para saber con certeza cómo han ido los comicios, y ha asegurado que los resultados definitivos podrían no saberse hasta el miércoles.
E Partido Socialdemócrata, que no ha perdido nunca unas elecciones en Suecia en el último siglo, ha vuelto a ser el más votado, con un apoyo del 30,5%. Esto supone una mejora de 2 puntos porcentuales respecto al 2018, cuando la formación recogió el peor resultado de su historia, con un 28,3% de los votos –la primera vez que quedaba por debajo del 30%–. Pero no ha sido suficiente, sobre todo por la caída de sus socios del Centro y de Izquierda, que han perdido apoyo.
El gran vencedor de la noche es Jimmie Åkesson, el líder de los Demócratas de Suecia. Con un 20,7% de los apoyos (tres puntos más que hace cuatro años), este partido populista y xenófobo ha conseguido el sorpasso de los Moderados (conservadores) y se ha erigido por primera vez en el segundo partido más fuerte del Riksdag solo doce años después de haber entrado en la cámara baja. Los conservadores, pues, con el 19% de los votos (ocho décimas menos), han perdido el título de segunda fuerza, un lugar que mantenían desde 1979. Aun así, será el líder conservador, Ulf Kristersson, quien optará a ser investido primer ministro.
Estas elecciones han sido las primeras en las que la SD ha hecho campaña como miembro de pleno derecho dentro de la alianza de derechas, después de que el resto de partidos del bloque azul lo hayan aceptado como socio legítimo. En estos comicios se ha roto el cordón sanitario que se impuso a la ultraderecha para evitar que tuviera influencia directa en el proceso de formar gobierno.
Orígenes neonazis
Demócratas de Suecia es un partido con orígenes neonazis y todavía con varios miembros vinculados a grupos ultras. Desde que el carismático Jimmie Åkesson se convirtió en líder del partido en 2005, ha intentado promover una imagen más moderada de la formación, a pesar de que sigue basando su discurso en la criminalización de los inmigrantes, a quienes señala como la fuente de todos los problemas y como amenaza para el estado del bienestar sueco. En 2010, el SD entró por primera vez en el Riksdag con un 5,7% de los votos, un apoyo que ha triplicado desde entonces, impulsado sobre todo por la oleada migratoria del 2015, cuando Suecia recibió el número más grande de refugiados per cápita de la UE.
A pesar de que hasta ahora no ha tenido influencia política (directa) a escala nacional, sí que gobierna en algunos municipios, sobre todo en el sur del país, más afectado por la oleada migratoria. Este poder local ha ayudado a SD a potenciar su discurso populista y a proponer medidas como la prohibición de pedir limosna y los velos en las escuelas. Además de sus raíces neonazis, los socialdemócratas han alertado durante la campaña que la SD supone una "amenaza a la seguridad" por sus supuestos vínculos con la Rusia de Vladímir Putin, unas acusaciones que el partido ha negado y ha tildado de "dictatoriales".
Negociaciones complicadas
Ya hace años que la fragmentación política hace que la única solución para gobernar en Suecia sea formar coaliciones o gobernar en minoría con el apoyo de socios externos. Hace cuatro años, las negociaciones fueron las más largas de la historia del país: más de cuatro meses y tres votaciones de investidura. Era un momento de cambios en los equilibrios de poder, porque las líneas de los dos bloques tradicionales (izquierda/derecha) se habían difundido: Centro y Liberales decidieron romper la alianza de centroderecha que existía desde el 2004 para investir al socialdemócrata Stefan Löfven –en gobierno de coalición con los Verdes– porque era la única manera de seguir aislando a la extrema derecha.
Ahora todo se ha recolocado: el partido de Centro se ha consolidado en el bloque rojo y los Liberales, en el azul, donde se incluye al SD ya sin complejos. Pero esto no quiere decir que las negociaciones sean fáciles. Kristersson ha anunciado durante la campaña la intención de formar gobierno con los democristianos y, posiblemente, los liberales, con el apoyo externo de los Demócratas de Suecia. Con todo, a pesar de que no formen parte de la coalición gubernamental, el líder de la ultraderecha ha dejado claro que no regalará el gobierno a Kristersson a cualquier precio y que quiere tener influencia real.
El 1 de enero del 2023, Suecia asumirá la presidencia de turno del consejo de la UE, por lo cual las elecciones de este domingo tienen una consecuencia indirecta en el resto de la Unión. Y si los socios de la derecha consiguen ponerse de acuerdo, la actual primera ministra, la socialdemócrata Magdalena Andersson, tendrá que apartarse del cargo. Andersson fue investida hace menos de un año –en una maniobra de su antecesor, Stefan Löfven, para proyectarla como candidata sólida– y le ha tocado liderar el país en un momento de cambios importantes, con una inflación galopante y una guerra a las puertas de Europa, cuya proximidad ha provocado un giro de 180 grados en la política exterior de Suecia, que en mayo pidió entrar en la OTAN.