Reino Unido

Crisis en Downing Street: Starmer nombra en Interior a una figura muy dura con la inmigración

El 'premier' aprovecha la caída de su número 2 para sacudir el gobierno y hacer frente a Nigel Farage

LondresSensación de caos en Downing Street, como en los peores tiempos de Theresa May, Boris Johnson o de la muy breve Liz Truss; y sensación, también, de que el premier Keir Starmer no tiene claro qué rumbo debe tomar y que va chupando la rueda del líder populista y xenófobo Nigel Farage, por ahora disparado en las encuestas.

La dimisión este viernes por la mañana de Angela Rayner –número dos del gobierno y del Partido Laborista– por no haber pagado la totalidad de los impuestos en relación a la compra de una segunda vivienda, ha servido de excusa al primer ministro para cambiar algunas sillas al jefe de Interior de la dura de la interior, para sobre todo, para situar una radical con la inmigración legal como con la que llega sin papeles.

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Shabana Mahmood, hasta ahora ministra de Justicia, ha sido la persona elegida por Starmer para hacer frente al desafío de Farage y de su Partido Reformista, que hace diez días prometió "deportaciones masivas" de migrantes, con una retórica de carácter trumpista que recuerda los mensajes que profería durante la campaña del referéndum del Brexit. Farage ha llegado a hablar de las personas venidas en pateras a través del canal de la Mancha como de una "verdadera invasión".

Starmer había empezado el lunes la semana –y el curso político– cambiando por tercera vez en catorce meses su equipo de colaboradores más directos, con la pretensión de utilizar el movimiento para dar un nuevo impulso a su acción de gobierno, que hasta ahora se ha visto lastrada por la falta de unos buenos resultados económicos. "Durante este primer año, hemos puesto los cimientos", dijo. Y se suponía que a partir de ahora el ejecutivo adquiriría velocidad de crucero, pese a la más que probable amenaza de aumento de impuestos en noviembre, y una persistente inflación que los británicos notan todos los días en sus bolsillos.

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La semana anterior, sin embargo, el conservador Daily Telegraph informó que Rayner había pagado 40.000 libras menos de los impuestos que debía satisfacer por la compra de un piso que, en la práctica, era su segunda residencia, no la primera. Mal asesorada inicialmente por una firma de abogados no expertos en materia fiscal, Rayner eligió liquidar el tipo mínimo. Sin embargo, a raíz de la persistencia de las informaciones, a principios de esta semana consultó con un despacho de especialistas. El miércoles admitió el error y, con una presión ya insoportable, puso su destino político en manos del asesor independiente sobre estándares ministeriales de Starmer, Sir Laurie Magnus.

Su informe, que se ha conocido este viernes a media mañana, fue concluyente. Pese a que Magnus aseguraba que no se puede hablar de evasión de impuestos de forma intencionada, sí establecía que la número dos del gobierno ha "roto" el código ministerial de conducta. Según el documento del asesor ético del primer ministro, Rayner debería haber buscado inicialmente un asesoramiento especializado. Si lo hubiera hecho, le habrían recomendado pagar el mayor tipo del impuesto sobre la transmisión patrimonial. Magnus consideró "muy desafortunado" que Rayner no liquidara la cantidad correcta. Su dimisión se produjo antes de que el veredicto se hiciera público y causó un verdadero terremoto en Downing Street, amplificado por la posterior sacudida del ejecutivo.

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El juego de las sillas

Starmer ha aprovechado la crisis desatada para mover piezas del tablero gubernamental. Como se ha dicho, la hasta esta mañana ministra de Justicia, Shabana Mahmood, ha pasado a Interior en sustitución de Yvette Cooper, que toma las riendas de Asuntos Exteriores, en sustitución de David Lammy, que acude a Justicia –una degradación– pero que recibe el consuelo de ser nombrado viceprimer ministro. En la práctica, más que remodelar al gobierno Starmer le ha sacudido, ya que sólo se incorporan dos nombres. Al menos, esto implica que en catorce meses el premier ha tenido los ministros adecuados pero en ministerios equivocados.

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El verdadero beneficiado de la salida de Rayner del gobierno, y de la sensación de caos e improvisación que deja el episodio, es el mencionado Nigel Farage. Este mediodía del viernes, en Birmingham, ciudad electoral clave del Middle England, ha inaugurado el congreso anual de su partido. Y a raíz de los acontecimientos en Downing Street, ha avanzado la hora de su discurso y se ha presentado como el salvador de los problemas del país señalando, una vez más, a los extranjeros como responsables de todos los males, como había hecho hace nueve años, durante la campaña del Brexit. Farage está convencido de que habrá elecciones en el 2027 y no en el 2029, cuando deberían celebrarse.

Catorce meses después de un triunfo abrumador en las urnas, pero que no despertó ningún gran entusiasmo, a Keir Starmer se le está acabando el crédito. O el nuevo ejecutivo acierta, o un populista y ultra acabará como primer ministro de su majestad.

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Una mujer muy combativa

Rayner, de 45 años, es una figura muy popular en la izquierda del partido por su pasado de madre soltera y adolescente –su hijo Ryan nació cuando ella tenía 16 años– y porque proviene de una familia de clase obrera, muy alejada de lo que es el laborismo institucional y más bien muy moderado que personifica Starmer. Rayner representaba, al menos hasta ahora, lo mejor de la tradición del laborismo como movimiento de igualación social. También simbolizaba la energía de renovación del partido, con un discurso directo y una trayectoria como la mencionada que contrastaba con la grisura burocrática de muchos dirigentes. Pero el escándalo le ha convertido en el objetivo preferencial de la derecha y la ultraderecha –de hecho ya lo era– y en los últimos días, frente al piso nuevo que compró recientemente, habían aparecido pintadas en las que se le acusaba de evasora de impuestos.

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Como viceprimera ministra, tenía un peso ejecutivo real en políticas clave como la vivienda (con la promesa de Starmer de hacer 1,5 millones de nuevas viviendas) y, como número 2 del partido, aportaba legitimidad a la dirección laborista ante la base. Su ausencia abre un período de incertidumbre en el que la narrativa del "cambio" con el que Starmer llegó al poder queda tocada.