En el Donbás, los civiles ya no aguantan más "el infierno"

Rusia se ensaña atacando la región y Zelenski insiste en que no cederá ni un palmo de territorio

Núria Garrido
y Núria Garrido

Khàrkiv (Ucrania)Oleksandr tiene 61 años y hoy no puede evitar emocionarse cuando ve aparecer a periodistas cerca de su casa. En los últimos dos meses solo se ha relacionado con su hijo, con quien comparte refugio entre cajas, sofás y un gato que los acompaña. "El contacto con las personas me hace feliz", dice. A pesar de que las tropas rusas ya han abandonado Tsirkon, este municipio situado al norte de Járkov, las explosiones todavía se escuchan. "Solo queremos que acabe esta guerra ya", insiste Oleksandr, que repite una frase prácticamente universal entre la población ucraniana: "Antes de la guerra teníamos una vida normal. Ahora solo sobrevivimos". Hace más de tres meses que los primeros tanques rusos atravesaron la frontera ucraniana para iniciar la invasión diseñada por Vladímir Putin. Y la huella que la guerra está dejando entre la población es cada vez más profunda. Oleksandr tiene claro que este dolor los acompañará por siempre jamás.

“El Donbás será nuestro otro golpe. Reconstruiremos cada pueblo y cada comunidad”. La frase la ha pronunciado el propio Volodímir Zelenski este sábado. Las palabras auguran que "el infierno" del Donbás –en palabras del propio Zelenski– está lejos de acabar y más después de que, hace unas semanas, la región pasara a ser el principal objetivo de Moscú, después de la retirada de Kiev ante la notable respuesta de las tropas ucranianas, que consiguieron defender la capital hasta el punto de forzar la marcha atrás de los soldados del Kremlin. El ejército ruso se está ensañando en el Donbás, donde está consiguiendo "progresos palpables", tal como aseguraba el viernes el primer ministro británico, Boris Johnson.

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Kiev, de hecho, admite que el 90% de la provincia de Lugansk ya está en manos de los rusos. La situación es tan comprometida que los invasores estarían muy cerca de rodear completamente una de las ciudades clave de la zona, Severodonetsk, la más grande de la provincia de Lugansk, de 150.000 habitantes, que la artillería rusa está convirtiendo en una segunda Mariupol. Allí se están viviendo los episodios más duros desde que Putin pulsó el botón de la guerra y allí, por lo tanto, se está decidiendo a estas alturas el futuro de Ucrania.

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Con las negociaciones entre Rusia y Ucrania paradas –las delegaciones de cada país no se han vuelto a reunir desde finales de marzo–, nada hace pensar que la diplomacia pare el conflicto. Zelenski reiteraba con contundencia que no cederá ninguna parte del territorio ucraniano a cambio de conseguir un alto el fuego. El otro gran obstáculo es el hecho de que Putin se niegue a mantener un cara a cara con su homólogo ucraniano, tal como este ha pedido en varias ocasiones. En este sentido, y en una llamada telefónica, el canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, pedían al hombre fuerte del Kremlin que acceda a hablar con Zelenski.

El miedo vuelve a Járkov

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Es comprensible, pues, que los residentes de la región de Járkov, como Oleksandr, vivan en una constante inestabilidad. Tsirkon, donde la prensa solo puede acceder acompañada de soldados ucranianos o de organizaciones de voluntarios, ha sido objetivo de las tropas de Putin en los últimos días. "Antes de la guerra vivían alrededor de 6.000 residentes. Muchos de ellos han huido al oeste del país para estar más seguros... Ahora en el pueblo solo viven 800 personas", explica Viktor Malakutski, coordinador de Mova Life, una organización que lleva ayuda humanitaria a las personas que han quedado atrapadas en municipios que han sido asediados por la guerra. “Antes de la guerra yo tenía mis propios negocios, pero, cuando empezó, sentí la necesidad de convertirme en voluntario. Járkov es mi ciudad”, explica.

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Precisamente, el miedo ha vuelto a Járkov. Mientras esta misma semana la ciudad había vuelto a recuperar parte de su vida con la reapertura de más restaurantes, tiendas y con el metro –que ha servido de refugio a tantos ucranianos– volviendo a funcionar, las tropas rusas han vuelto a lanzar ataques. En los últimos cinco días se han registrado bombardeos en diferentes localizaciones de la cercanía de la ciudad. El jueves varios misiles cayeron en el centro de Járkov y dejaron cinco personas muertas y diez heridos.

Como en la mayoría de las guerras, es difícil saber la cifra real de muertos. El total de civiles que han perdido la vida, según el recuento que hacen las Naciones Unidas, es de 4.031. Pero todo indica que la realidad es mucho más oscura. En las últimas horas, cerca de una veintena de civiles han muerto en el Donbás, según las autoridades locales. Mientras tanto, a principios de semana, Zelenski dio pistas de la magnitud de la tragedia en cuanto a bajas militares: aseguró que entre cincuenta y cien soldados ucranianos perdían la vida en el frente cada día. Kiev, por el contrario, defiende que más de 30.000 soldados rusos ya han muerto en la guerra. "30.000. ¿Esta cifra tan elevada nos hace felices? No. Esto no tendría que haber pasado. Pero mientras un solo soldado enemigo permanezca en casa nuestra, seguiremos siendo infelices, independientemente de cuántos ceros se añadan a esta horrible estadística", decía el comunicado del ministerio de Defensa ucraniano, que regularmente actualiza los cadáveres rusos.