Schengen (y Europa) en crisis

Alemania ha anunciado que restablece los controles fronterizos a partir de este lunes. El objetivo es reducir las entradas irregulares en un contexto marcado por la conmoción delatentado en Solingen en manos de un ciudadano sirio a finales de agosto. No es el primer país europeo en hacerlo. Francia, Austria, Italia, Dinamarca y Eslovenia ya habían cerrado sus fronteras previamente.

Pero recordémoslo una vez más: no todo es culpa de la extrema derecha. Si bien es cierto que la extrema derecha ha polarizado el debate y en muchos países europeos ha llevado a la mayor parte de las fuerzas políticas a aceptar sus postulados, y desplegar incluso sus propuestas, las fronteras dentro del espacio Schengen ya estaban en cuestión antes de que sus discursos se hicieran hegemónicos.

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El punto de inflexión fue la crisis de recepción de refugiados de 2015. Entonces, a lo largo del otoño, vimos cómo las fronteras en la llamada ruta de los Balcanes se iban cerrando una tras otra. Primero fueron las de Austria, Hungría y Alemania. Después, las de Eslovenia, Macedonia, Serbia y Croacia. Más recientemente, Francia ha ido cerrando sus fronteras con España cada vez que las llegadas a la Frontera Sur se incrementaban.

El tema migratorio amenaza con llevarnos atrás

¿Qué significa ese ir y venir? Demuestra que detrás del tema migratorio están en juego muchas cosas. Ya lo advertía Ivan Krastev entonces, cuando en su libro After Europe afirmaba que la crisis migratoria de 2015 podía acabar siendo la gran crisis de Europa, muy por delante de la económica y años después podríamos añadir también que la sanitaria. Si estas últimas han llevado a la Unión Europea a dar pasos adelante, el tema migratorio corre el riesgo de llevarnos a dar pasos atrás.

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Sobre que Schengen está en peligro no cabe duda, y así lo han expresado muchos representantes y políticos europeos. Por ejemplo, el mismo lunes Dimitris Avramopoulos, excomisario europeo de Migraciones, denunciaba que el anuncio de Alemania ponía en riesgo "la cohesión y la integridad de la Unión Europea" y amenazaba la libre circulación, lo que podría tener un efecto negativo sobre el comercio, el turismo y la estabilidad económica.

Pero el paso atrás también se da de otras maneras, especialmente en el ámbito de los derechos. Para reducir sus llegadas, Europa está dispuesta a renunciar también a sus propios valores fundacionales. En estos pasos atrás está la verdadera crisis. La Unión Europea es incapaz de ponerse de acuerdo, actuar conjuntamente, abordar la cuestión de fondo. En cambio, todo son medidas simbólicas, gestos de última hora en la (ahora sí) carrera insaciable (y de seguir así, perdida) contra la extrema derecha.