Austria

Herbert Kickl, el ultra austríaco que quiere convertirse en el nuevo "canciller del pueblo"

Tres años después de tomar las riendas del Partido de la Libertad, ha logrado sacudir el tablero político del país

Beatriz Juez
y Beatriz Juez

BerlínHerbert Kickl no es tan carismático como el histórico dirigente ultraderechista austríaco Jörg Haider, pero ha logrado sellar una victoria histórica para el Partido de la Libertad (FPÖ), sólo tres años después de tomar las riendas de este partido de extrema derecha. El FPÖ, fundado por exnazis en 1959, ha ganado las legislativas del domingo con el 28,8% de los votos, por delante de los dos grandes partidos tradicionales del país: el democristiano Partido Popular Austríaco (ÖVP) y el Partido Socialdemócrata (SPÖ), que han obtenido el 26,3% y el 21,1%, respectivamente.

Pese a ganar los comicios, sin embargo, lo más probable es que Kickl, representante de la línea dura del partido, vea truncado su sueño de convertirse en el nuevo Volkskanzler ("canciller del pueblo", en alemán). Volkskanzler es un término polémico en Austria porque la propaganda nazi lo utilizó en la década de 1930 para referirse al dictador alemán de origen austríaco Adolf Hitler.

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Su partido ha conseguido 55 escaños en la cámara baja del Parlament, bastante por debajo de los 92 diputados necesarios para llegar a la mayoría absoluta y gobernar en solitario. El FPÖ necesitaría aliarse con otro partido para formar un gobierno de coalición, pero los demás grupos no quieren a Kickl como canciller, ya que le consideran demasiado radical provocador y es visto como una figura muy controvertida.

Kickl, de 55 años, se afilió a la FPÖ en 1995, seducido por el discurso populista y antiinmigración de Haider. Miembro del aparato del partido, Kickl prefirió durante décadas quedarse en segundo plano antes que estar al alcance de los focos mediáticos. "Si un partido es un barco, prefiero estar en la sala de máquinas que en la cena de gala del capitán", dijo en una ocasión este político ultra de lengua afilada. Receloso de su vida privada, apenas concede entrevistas a los medios de comunicación.

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Una "fortaleza" contra los inmigrantes

El líder ultraderechista que ha sacudido el tablero político de su país es antiinmigración, islamófobo, euroescéptico, pro-ruso, antivacunas y admirador del primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Cuestiona la Convención Europea de Derechos Humanos y ha criticado las sanciones a Rusia por la guerra de Ucrania y la ayuda occidental en Kiiv. Defiende que Austria debe mantenerse neutral en este conflicto. Y en la campaña electoral de las elecciones del domingo ha prometido convertir a Austria en “una fortaleza” y aboga por “cerrar fronteras” para “garantizar la seguridad” del país.

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El líder ultraderechista, corredor aficionado de triatlón y maratones y amante del montañismo, escribió los discursos de Haider y fue mano derecha de Heinz-Christian Strache, el exvicecanciller ultra que dimitió en el 2019 a raíz de un escándalo de corrupción conocido como Ibizagate. El actual líder del FPÖ es considerado el autor de algunos de los eslóganes más polémicos de la formación que encabeza, como “Sangre vienesa: demasiado extranjero no es bueno para nadie”.

En diciembre del 2017, Kickl salió de la sombra del partido para ocupar un puesto gubernamental. Fue ministro del Interior en el gobierno del canciller conservador Sebastian Kurz (ÖVP). Su destitución en mayo de 2019 a raíz del Ibizagate, a pesar de no estar directamente implicado en el escándalo, provocó la dimisión de todos los ministros del FPÖ del gobierno austríaco.

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Cuando en el 2021 tomó las riendas del partido, radicalizó aún más su discurso, cargando contra los inmigrantes, los musulmanes, las élites políticas y la prensa. Kickl, próximo a los movimientos identitarios, defiende la idea supremacista del "gran reemplazo", una teoría conspiracionista que sostiene que la población blanca es reemplazada por inmigrantes.

El líder ultra también supo aprovechar la pandemia de la cóvid-19 para sacar provecho político. Cargó contra la Organización Mundial de Salud (OMS), a la que calificó de "dictadura sanitaria", y organizó protestas en las calles de Austria contra el confinamiento y la vacuna obligatoria decretados por el gobierno austríaco.

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Además, es un negacionista del cambio climático. Y aun así, o por todo ello precisamente, ha logrado atraer con su discurso populista a los votantes austríacos. Su campaña electoral, con una retórica xenófoba y antisistema, ha dado finalmente sus frutos.