Parlamento Europeo

La leyenda es cierta: en el Parlamento Europeo se liga (y mucho)

Tinder arde en Bruselas y en Estrasburgo, donde predomina un ambiente de trabajo que favorece las citas

BruselasEn la burbuja de políticos, funcionarios y periodistas de Bruselas todo el mundo lo sabe: en el Parlamento Europeo se liga, y mucho. Son pocos los malogrados que aseguran que la leyenda, aunque sea hermosa, no es del todo verdad. La mayoría, por poco afortunados que sean, la certifican y alimentan el lavadero. "Es un poco como lo que ocurre en los hospitales o en todos los trabajos donde la gente pasa muchas horas junta. Al final, muchos se acaban atrayendo y acostando", constata una asistente de un europarlamentario que se quiere mantener en el anonimato.

Los trabajadores de la Eurocámara por lo general coinciden en diferentes equipos de trabajo, comisiones, mesas de negociaciones y, claro, en ratos muertos. "En estos encuentros el ambiente es muy profesional, pero es cuando la gente suele conocerse, se lanza la primera mirada. Después, ya fuera del trabajo, algunos lo culminan", explica otra colaboradora de un eurodiputado que tampoco quiere decir el nombre.

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También hay algunos que van tan lanzados que no se pueden ni aguantar el sofoco hasta llegar a casa o al hotel. "Un día estábamos trabajando en la oficina y sentimos exactamente los resoplidos de una pareja en la sala de al lado", recuerda el asistente.

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Lo normal y corriente, pero, no es que los trabajadores del Parlamento Europeo tengan sexo en las instalaciones de la sede de la democracia europea. Acabado el trabajo, muchos salen a bares y discotecas que ya son conocidas por llenarse a menudo de personal de la Eurocámara. Los afterworks más multitudinarios son los que se organizan cada jueves en la plaza Luxemburgo —popularmente conocida como la Place Lux o Plux—, justo frente al edificio del Parlamento Europeo y rodeada de bares y tiendas de comestibles que venden alcohol hasta altas horas de la noche.

Allí todavía muchos se pasean con la acreditación del trabajo. Es la forma de dejar claro el estatus. "Desgraciadamente, se liga bastante por currículo. Hay mucho clasismo e intereses", asegura una funcionaria de la Eurocámara. No es lo mismo llevar colgada la tarjeta de color azul oscuro de los asistentes, la de azul claro de los trabajadores del Parlamento Europeo y de los grupos parlamentarios, la parda de los lobistas o la roja de los camareros y del servicio de limpieza. Ahora bien, la acreditación que tiene más buscada no es ninguna de la Eurocámara, sino la de los trabajadores de la Comisión Europea. "Tienen mucho más poder de decisión que los del Parlamento y eso despierta interés", asegura.

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También es muy diferente llevar colgada la S de stagiaire (estudiante en prácticas) o las iniciales APA (asistente parlamentario acreditado), pero incluso entre becados las clases sociales están bien delimitadas. Encima de la pirámide están los trabajadores de la beca Blue Book, otorgadas directamente por la Comisión Europea, después las Schuman, que da el Parlamento Europeo, y por debajo de todo están los estudiantes en prácticas que trabajan para grupos parlamentarios o partidos. "Los únicos a los que les da igual esto son los camareros y los del servicio de la limpieza, que tienen vida más allá del trabajo y pasan olímpicamente de nuestras tonterías", dice una de las asistentes parlamentarias.

En cambio, los colores políticos no tienen mucha importancia. Aunque los asistentes dicen que es más fácil acabar en la cama de gente del mismo partido porque es con quien se pasa más horas, aseguran que también se acaban haciendo mimos con rivales políticos. Algunos incluso no tienen ningún reparo en romper el cordón sanitario con la extrema derecha. "A veces caemos en la trampa y no hacemos caso del mítico consejo: 'Aunque pases una mala racha, no te tires un facha'", admite una de las colaboradoras.

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Lo mismo ocurre entre periodistas de medios con líneas editoriales del todo opuestas. Los corresponsales pasan horas y horas juntos en las mismas salas de prensa, se ayudan y pasan información entre sí, y celebran muchas fiestas donde sólo se invitan a profesionales del gremio. Más allá de noches esporádicas, que son el pan de cada día, también han acabado saliendo parejas y familias. "Los periodistas somos algo endogámicos", constata una corresponsal veterana que quiere mantenerse en el anonimato.

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Las aplicaciones de citas facilitan el trabajo

La multitud de jóvenes de toda Europa que llegan a Bruselas se encuentran cada año con un ambiente muy festivo, abierto e internacional que invita a abandonarse al hedonismo. Sobre todo cuando llega la primavera. El sol empieza a asomarse, se alargan los días y los parques y terrazas se llenan de gente. "Hay quien parece vivir en un Erasmus eterno", resume una de las colaboradoras.

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Todo esto se ha acentuado con el aumento del uso de aplicaciones de citas como Tinder, Bumble y, entre otras muchas, Grindr. "A menudo coincides con gente que ya conoces de vista y con la que no te has atrevido o no has tenido la oportunidad. Aún facilita más el trabajo", dice una asistente. También se pueden ver fotos insinuadoras y con poca ropa de corresponsales, diplomáticos o altos funcionarios, que choca con la imagen de bien adornados y serios que mantienen en las instituciones. "Te lo encuentras mucho, sobre todo en Grindr. Es verdad que a veces puede sorprender, pero creo que está bien. Una cosa es el trabajo, por mucho poder que tengas, y la otra el ocio", señala un periodista que tampoco quiere que se publique su nombre.

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Ahora bien, cuando estas aplicaciones echan más humo es durante la semana del mes en el que la actividad parlamentaria se traslada la sede de la Eurocámara a Estrasburgo, como ha sido el caso de estos días. "La gente tiene habitaciones de hotel para sí solos", recuerda una asistente. También, cuando acaban las votaciones, los eurodiputados suelen ir a celebrarlas con una copa de cava en las cafeterías del Parlamento Europeo y por la noche todo el mundo coincide en los mismos bares.

Algunos de los más conocidos de la noche europarlamentaria de Estrasburgo son los Aviateurs y otro clandestino, que por internet no se puede localizar y que está al final del pasillo de un restaurante de mala muerte. "En general, la fama del Parlamento Europeo está bien ganada", concluye una de las asistentes.

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