Bielorrusia

La oposición se desangra en el país títere de Putin

El movimiento opositor en Bielorrusia, con sede en Lituania, pierde fuerza a la hora de interpelar a los jóvenes mientras Lukashenko se consolida en su séptimo mandato consecutivo

MinskUna enorme estatua de Lenin reina en la plaza de la independencia de Minsk, defendiendo la entrada en la Casa del Gobierno, un edificio soviético con cientos de ventanas rectangulares desde donde se controla la República de Bielorrusia. Dos o tres personas caminan frente a ellos, unos turistas rusos le hacen un par de fotografías, pero aparte de los militares que vigilan el edificio, en la plaza no hay mucho movimiento.

Hace cinco años, la situación era muy distinta. En mayo del 2020, y hasta marzo del 2021, cientos de miles de personas salieron a las calles de la capital e invadieron esta misma plaza con banderas blancas y rojas y gritos de libertad. Protestaban contra el régimen autoritario y represivo de Aleksandr Lukashenko, que ese año ganó sus sextas elecciones sin oposición. El estado respondió a las manifestaciones con armas de fuego y sentencias muy duras en prisiones y colonias penales, que provocaron un exilio masivo.

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La llamada Revolución Antipanerola ha sido violentamente eliminada de las calles bielorrusas. En 2025, después de la séptima victoria incontestada del presidente Lukashenko, no hay rastro de malestar en las calles de la capital. Actualmente, los activistas se reúnen en secreto y grupos reducidos. Cinco años después de que Bielorrusia levantara la voz contra su presidente, en el país no ha cambiado absolutamente nada. Cualquier actividad política alternativa al régimen es peligrosa tanto para quien la ejerce como para toda su familia y conocidos.

Olga Tsessakova, que fue concejala del Ayuntamiento de Minsk entre 2018 y 2024 y ahora vive en el exilio en Polonia, intenta evitar la desconexión entre los activistas bielorrusos y el movimiento democrático en el exilio que tiene sede en Lituania. "Actualmente, lo que importa para muchos -explica Tsessakova- ya no son las declaraciones políticas ante un micrófono, sino el sentimiento de que no están solos, que otros a su alrededor comparten sus valores y esperanzas".

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El desgaste de la oposición

En contraste con la realidad en Bielorrusia, la diáspora y los activistas en el exilio disfrutan de todas las libertades, con acceso a plataformas internacionales y sin miedo a reunirse abiertamente. "Ven y discutiremos nuestras ideas y preocupaciones", decía Svetlana Tikhanóvskaya, líder de la oposición, en un vídeo en el que invitaba a participar en una conferencia en Varsovia.

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En Vilna, el Gabinete Transitorio Unido liderado por Tikhanóvskaya pretende ser un cuerpo ejecutivo y un representante internacional del país. Los demócratas bielorrusos exiliados se mantienen levantados, pero realizando una labor simbólica y abstracta, sin impacto real alguno dentro de Bielorrusia. El régimen se blinda cada vez más, represivo y violento, y se protege de cualquier movimiento que se origine en la Unión Europea.

Este junio, el marido de Tijanovskaya, Sergei Tijanovsky, ha sido liberado después de cinco años de cárcel, en muy mala condición física, y denuncia situaciones de violencia extrema. Más de 1.300 represaliados están todavía entre rejas dentro del país, incluidos miembros de la oposición, activistas, periodistas y participantes en las protestas. Algunos han muerto a causa de los malos tratos, las torturas y la denegación de atención médica. Mientras, los arrestos siguen aumentando y sube el número de juicios manipulados y de personas encarceladas.

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"Las declaraciones, estrategias y doctrinas se han quedado ancladas en el 2020 -analiza Tsessakova- y los cambios internos en Bielorrusia requieren nuevos enfoques". Para muchos, las acciones simbólicas, los vídeos y las estrategias sobre el papel ya no son suficientes, y las promesas comienzan a perder su magia. "La gente no quiere sacrificarse a cambio de gestos simbólicos", dice.

Empiezan a tomar fuerza las críticas contra el gabinete, sobre todo porque no ha surgido de unas elecciones. Funciona más como una organización, pero se presenta como cuerpo político. La diáspora y los miembros de los círculos más activos políticamente miran cada vez con mayor recelo la falta de procesos democráticos dentro de la misma estructura. Para algunos, falta autocrítica y análisis de los aspectos autoritarios heredados de la cultura política bielorrusa en la que todos los participantes del movimiento democrático han crecido.

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El nuevo sueño: una transición gradual hacia la democracia

Los jóvenes, sobre todo, piden diversificación tanto en la forma de extender el mensaje como en el mensaje en sí. Las grandes cifras y grandes declaraciones no reflejan la realidad en Bielorrusia. Detrás de cada número hay una persona que podría creer en el cambio y la revolución, pero quizá considere que el régimen de Lukashenko es democrático y que las fuerzas extranjeras de Occidente simplemente quieren arruinar al país, como vienen los medios nacionales. Y eso no se solucionará tan sólo con vídeos en Instagram hechos por los ya convencidos, manifestaciones en plazas donde la libertad de expresión está garantizada o en conferencias a las que los propios bielorrusos no pueden asistir y volver a casa con seguridad.

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El futuro del movimiento democrático bielorruso es incierto. Hoy en día, la victoria carece de una forma clara. En 2020, era obvia: la caída del régimen de Lukashenko, elecciones libres y la romántica idea de la victoria de la justicia. Era un objetivo profundamente emocional, no sólo político, necesario para impulsar a todas aquellas personas a rebelarse, a pesar de saber los peligros que comportaba e ignorando los problemas sistemáticos y la falta de estrategias reales.

Hoy, el sueño es una transición paulatina, que comporte no sólo un cambio en el gobierno, sino también en la construcción de una sociedad civil fuerte, instituciones sólidas y con separación de poderes, y la educación basada en el respeto a los derechos humanos. "La victoria será total cuando la gente deje de tener miedo, y cuando no tengas que ser un héroe para poder ser un ciudadano", dice Tsessakova, esperanzada, y, como ella, miles de bielorrusos dentro y fuera de las fronteras de un país que sueña con la libertad.