Refugiados sirios de Lesbos en Roma: "el Papa Francisco nos dio otra oportunidad"

Nour Essa, que viajó en el avión papal a Italia, recuerda emocionada la figura del Pontífice

RomaCuando Nour Essa aterrizó con su familia en Roma a bordo del mismo avión que llevaba al Papa Francisco de vuelta de su viaje a la isla griega de Lesbos en abril del 2016 no hablaba ni una palabra de italiano. "Habíamos escapado en el 2015 de Damasco porque a mi marido, Hassan, le habían llamado para alistarse en el ejército. No queríamos entrar en la guerra; no teníamos otra opción", explica ahora desde la capital italiana. Aún se la ve afectada por la muerte del Pontífice.

Essa, que ahora tiene 39 años y es microbióloga, trabaja en el Niño Jesús, el hospital infantil propiedad del Vaticano. Han pasado casi diez años desde que abandonó su país con sólo una muda, pañales y algo de leche para el hijo de 2 años, pero aún recuerda la angustia de esos días. "Estaba estudiando el doctorado en Montpellier, en Francia, gracias a una beca y al regresar a Siria para pasar las vacaciones estalló la guerra y ya no pude salir", recuerda en el ARA.

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Cuatro años después vendieron su casa para pagar un traficante que les llevó de Siria a Turquía, atravesando el territorio controlado por el Daeix [Estado Islámico] y luego otro con el que consiguieron llegar a Grecia. Cargando a su hijo, ella y su marido caminaron por el desierto, viajaron durante horas en varios vehículos destartalados y se jugaron la vida en una patera antes de ser interceptados por los guardacostas que les enviaron Lesbos, la isla que se convirtió en símbolo del drama migratorio.

Un mes después, el Papa visitó el campo de refugiados donde había atrapadas miles de personas después de el acuerdo firmado entre Turquía y la Unión Europea para impedir el paso de los inmigrantes a través de las fronteras europeas. "¡No estáis solos! ¡No pierdan la esperanza!", gritó el Pontífice denunciando con tristeza la "mayor catástrofe humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial". Pero no fueron sólo palabras.

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En un gesto sin precedentes, Francisco subió a bordo del avión 12 refugiados que habían sido seleccionados por la Comunidad de San Egidio, la asociación católica que trabaja con el Vaticano para promover la paz. Tres familias sirias entre ellas la de Nour, a quien el Papa dio la oportunidad de empezar una nueva vida lejos de las bombas y la miseria. La organización benéfica logró después llevar a Italia a más de 300 refugiados de Grecia y 150 en otro viaje papal a Chipre en el 2021.

"Nosotros tuvimos suerte porque el mismo día que llegamos a Lesbos a las seis de la mañana, nos dieron los papeles, mientras que a las personas que ya llegaron a la gente vigor el acuerdo entre la UE y Turquía] y fueron repatriadas", explica. Aún recuerda las caricias del Papa en el pequeño Riad a bordo del avión poco antes de que el Pontífice cruzase las visillos para responder a las preguntas de los periodistas que viajaban.

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"Era muy modesto y cercano"

"Lo primero que pensé en conocerlo fue que no parecía un jefe de la Iglesia. Era muy modesto, cercano, sonreía siempre", recuerda. "Su gesto abrió la puerta para que tantos otros refugiados de Libia, Siria, Afganistán... pudieran llegar a Europa a través de los corredores humanitarios sin pagar a los traficantes, sin arriesgarse a morir. Cuántas vidas se han salvado gracias a él y su insistencia por ayudar a los refugiados y los inmigrantes", explica sin poder contener al '. En esos años, el Pontífice se reunió con las familias varias veces. "Siempre estuvo preocupado por todos nosotros".

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Durante los primeros meses, la familia de Nour vivió en acogida por la Comunidad de San Egidio. Empezaron a estudiar italiano y pronto ella y su marido, que trabajaba como funcionario en Damasco, se inscribieron en la universidad para poder convalidar sus títulos. Un año después, Nour encontró trabajo en el hospital del Vaticano y siguió estudiando una maestría en biología molecular. Ahora se está especializando en microbiología médica, mientras que Hassan trabaja en un estudio como arquitecto después de pasar algunos años detrás del mostrador de una tienda. "Nuestros problemas son ahora como los de cualquier italiano: el trabajo, la compra, llegar a fin de mes...".

La muerte del Pontífice fue un duro golpe para esta familia que ahora vive en las afueras de Roma en un humilde apartamento. "El dolor por su muerte ha sido doble para nuestra familia porque con su gesto el Papa nos dio una nueva oportunidad", dice, al tiempo que reconoce que no piensa regresar a Siria. "El régimen ha caído, pero la situación no es estable. Me gustaría volver en el futuro para que nuestro hijo conozca sus orígenes, pero para nosotros sería difícil. Al fin y al cabo, nuestra vida está aquí".