Sarkozy escribe sobre su paso por la cárcel: "¡Bienvenidos al infierno!"
El expresidente de la República publica un libro un mes después de salir de Santé, donde sólo estuvo 19 días
ParísUn mes después de salir de la cárcel de Santé, el expresidente francés Nicolas Sarkozy ha publicado en Francia un libro para explicar su experiencia penitenciaria, El journal de un prisonnier [El diario de un preso]. Son 200 páginas en las que Sarkozy pasa cuentas con los líderes políticos franceses y habla de su paso por prisión, que sólo duró 19 días y estuvo lleno de privilegios. "Había subido, uno por uno, los escalones de la vida social a lo largo de mi existencia. Acababa de bajar de un solo golpe diez pisos", escribe de su ingreso en Santé, la cárcel situada en el 14º distrito de París.
"Nunca hubiera imaginado atravesando los muros de una cárcel. Ni siquiera era imaginable", confiesa el conservador. El día de su ingreso en la Santé, escribe, "tenía que reconocer que lo impensable había pasado". Sarkozy se pregunta: "¿Qué crímenes he podido cometer?", y achaca la situación al hecho de haber sido presidente de la República, "un delito grave a los ojos de todos aquellos que odian el poder político, sobre todo si es de derechas".
El exinquilino del Elíseo obvia que ha sido condenado por la justicia francesa por tres casos relacionados con la corrupción y la financiación ilegal. De los tres, el caso de las escuchas ilegales y el de financiación ilegal de la campaña presidencial de 2012 son ya condenas firmes, mientras que el caso relacionado con la financiación ilegal de la campaña de 2007 por parte del régimen libio –lo que le ha llevado a ingresar 19 días en prisión– está pendiente del recurso. El juicio se celebrará a partir de febrero.
A pesar de las condenas, Sarkozy clama su inocencia, habla sin pudor de "complot" y de "escándalo judicial" para justificar la condena de la financiación libia". De hecho, en el libro no ahorra críticas a los jueces y se atreve a comprar su caso al del asunto de Dyon favor de Alemania a finales del siglo XIX- o al del conde de Montescristo.
De su estancia en prisión, como preso número 320535, Sarkozy sostiene que no tuvo –ni pidió– privilegio alguno. Pero de su relato se desprende que tuvo privilegios: desde ser recibido en persona por el director de instituciones pentenciarias hasta serle atribuida una celda individual para personas con discapacidad –mayor que el resto– en una cárcel sobresaturada, o no tener absolutamente ningún contacto con otros presos. También privilegios en otros detalles, como el hecho de que los funcionarios llamaran a la puerta antes de entrar en la celda y se dirigieran a él como "presidente", o la polémica decisión del gobierno de poner permanentemente a dos policías junto a su celda para velar por su seguridad.
En el libro, el expresidente de la República lamenta la dureza de las condiciones en prisión: una celda –con nevera y televisor– que considera pequeña, dos ventanas por las que no podía ver el cielo y un colchón muy incómodo. "Nunca había visto, ni en el ejército durante el servicio militar, un colchón tan duro. Una mesa habría sido casi más blanda", asegura. Sin embargo, Sarkozy confiesa que la celda era "limpia y suficientemente luminosa, podría ser la de un hotel barato". También se queja de la comida, que no puede soportar ni el olor hasta el punto de rechazar la comida de la cárcel. Durante las tres semanas se alimentó de productos comprados en el economato del centro penitenciario, como yogures, barritas de cereales o productos azucarados.
Ruido insoportable
El expresidente también se queja del ruido de la cárcel, sobre todo cuando abría la ventana y oía al resto de presos gritar. "Algunos de mis vecinos parecían no tener un equilibrio mental óptimo. Uno de ellos no paraba de golpear a los barrotes con un objeto metálico", afirma Sarkozy. A su juicio, que estaba aislado del resto de presos y rodeado de policías, el ambiente era "amenazador". Por la noche el ruido seguía. El expresidente asegura que su vecino de celda se pasó parte de su primera noche cantando una canción deEl rey león y golpeando los barrotes con una cuchara. "Bienvenido al infierno!", escribe.
En los capítulos más políticos, Nicolas Sarkozy demuestra su rencor hacia diferentes figuras políticas, incluso de su propio partido, como el actual líder conservador, Bruno Retailleau. Las críticas más duras son para el actual presidente, Emmanuel Macron, a quien le reprocha con amargura que le retirara este año la Legión de Honor, la mayor condecoración de la República francesa.
Del resentimiento de Sarkozy solo se salva a su familia -especialmente su esposa, Carla Bruni, a la que dedica palabras de amor- y la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, también condenada por la justicia francesa. El exconvicto defiende romper el ya dañado cordón sanitario contra la extrema derecha. "Representan a muchos franceses, respetan el resultado de las elecciones y participan en el funcionamiento de nuestra democracia", defiende Sarkozy.