El ataque ruso en Ucrania

¿Quiénes son los ideólogos de Vladímir Putin?

Iván Ilín, Vladislav Surkov y Aleksandr Soljenitsin son personalidades que han influido en el pensamiento y la acción política del líder ruso

Abel Riu
y Abel Riu

BarcelonaSe ha hablado mucho en los últimos días de la supuesta influencia de Aleksandr Dugin en relación con el pensamiento y la acción política de Vladímir Putin a raíz del asesinato de Daria Dugina el 20 de agosto en Moscú. Titulares haciendo referencia a “el Rasputin de Putin” o “el ideólogo del Kremlin” han llenado las portadas de medios desde entonces. Los hechos y los discursos muestran, sin embargo, que la visión y acción política nacional e internacional de Vladímir Putin durante las dos últimas décadas ha sido forjada e influenciada en gran manera por otros autores y filósofos.

El primero de estos es Iván Ilín. Nacido en 1883 y muerto en el exilio en Suiza en 1954, Ilín fue un ideólogo destacado del Movimiento Blanco, cuyos devotos emigraron de Rusia a raíz de la Revolución Bolchevique y su derrota en la guerra civil rusa de 1917-1922. Fue autor de varios libros, desde política hasta espiritualidad, que tenían siempre Rusia y su misión histórica como denominador común. Monárquico conservador y eslavófilo, consideraba la ortodoxia como elemento fundamental de la identidad nacional rusa, y reivindicaba la forma de la autocracia tradicional como modelo de estado para Rusia. Muy crítico con Occidente, y con la influencia que habían tenido en Rusia las ideas liberales, las culpaba de haber influido en un alejamiento del modelo de gobernanza tradicional imperial ruso, basado en un poder fuerte y centralizado, y de fomentar la caída del imperio.

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Ilín reivindicaba también la autosuficiencia, la soberanía y la libertad de actuación de Rusia en la esfera internacional. Haciendo referencia a estas ideas, Vladímir Putin lo citó a finales del 2014, en el discurso anual ante el Consejo de la Federación de Rusia. Fue una de las múltiples ocasiones en que el presidente ruso ha recurrido públicamente a las palabras de Ilín para justificar sus actos y el que tiene que ser el papel de Rusia en el mundo. El mismo 2014, Putin recomendó a los gobernadores regionales que leyeran el libro Nuestras tareas, una recopilación de ensayos de Ilín, junto con La justificación del bien, de Vladímir Soloviov, y Filosofía de la desigualdad, de Nikolái Berdiaev, tres obras con aportaciones en que se aborda la cuestión de la excepcionalidad rusa.

Etnicismo antioccidental

Otro autor cuyas ideas Putin ha citado en varias ocasiones es Lev Gumilev. Nacido en San Petersburgo en 1912, hijo de los poetas Nikolái Gumilev y Anna Ajmátova, Lev Gumilev construyó una teoría etnohistorica de Rusia basada en su capacidad para movilizar una energía mental e ideológica en determinados momentos de la historia: la passionarnost. El febrero del año pasado, Putin hizo referencia a este concepto, afirmando que “Rusia posee un código genético infinito que le tiene que permitir lograr su estadio máximo, hacia el cual se dirige”. Del mismo modo que Ilín, Gumilev consideraba que la influencia occidental había corrompido y debilitado Rusia, que tenía que regresar a sus raíces eurasiáticas en su camino hacia la plenitud nacional.

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El premio Nobel de literatura y opositor antisoviético, Alexandr Soljenitsin es otra de las figuras que han influenciado al presidente ruso, y fue uno de los primeros intelectuales con quien se reunió públicamente al llegar a la presidencia en 2000. En octubre del 2010, Archipiélago Gulag se convirtió en lectura obligada para todos los estudiantes de secundaria, descrita entonces por Putin como “obra esencial”, sin la lectura de la cual "falta una comprensión completa de nuestro país y nos sería difícil pensar en el futuro", en palabras suyas. Soljenitsin es uno de los autores que ya desde principios de los 80 trató la cuestión ucraniana, negando que las fronteras de la Ucrania soviética se correspondieran con las de la nación ucraniana. Una idea que se ha repetido de forma cada vez más frecuente en los discursos del presidente ruso, y que fue empleada como uno de los elementos justificadores para iniciar la operación especial contra Ucrania el 24 de febrero de este año.

Desde el inicio de su presidencia, Vladímir Putin ha contado con personas en su entorno, autores de ideas que le han servido para forjar su visión y fundamentar políticamente sus decisiones. Uno de estos es Vladislav Surkov, asesor muy próximo a Putin –al menos hasta el 2020–, que ha ostentado varios cargos gubernamentales de responsabilidad. Surkov es uno de los acuñadores del concepto de democracia soberana que ha guiado la acción del Kremlin al menos desde mediados de la primera década de los 2000; presentada como una alternativa a un liberalismo occidental en decadencia, en forma de marca autoritaria de liberalismo que otorga al estado un control sobre la economía y los asuntos políticos y que conecta con la visión del estado total de Carl Schmitt. Surkov ha sido también uno de los grandes defensores de la idea de la vertical del poder, una forma de gobierno que ha definido el poder ruso durante siglos, en sus diferentes manifestaciones y momentos históricos, y que considera que es la única forma de gobierno posible para Rusia, y las alternativas son el caos y el desgobierno.

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¿Y dónde queda Dugin? No consta que Putin se haya reunido nunca con él, ni lo ha citado nunca en público. Es evidente que Putin es conocedor de las ideas de Dugin, y algunas de ellas han resonado en algunos de sus discursos, pero siempre alejado del idealismo geopolítico de Dugin, especialmente en cuanto al papel que Rusia tendría que jugar como dominadora de Eurasia. El conservadurismo tradicional de Putin también se encuentra muy alejado de la Cuarta Teoría Política que plantea Dugin, como fusión entre liberalismo, fascismo y comunismo. No sabemos qué piensa Putin de Dugin, pero sabemos qué piensa Dugin de él. En el libro Putin vs. Putin (2014), a pesar de elogiar algunos aspectos de su obra de gobierno, las criticas a su pragmatismo y el hecho de que lo considere “blando” en política internacional, no parecen precisamente las de alguien que esté hablando de su discípulo, con quien se pueda sentir identificado.