¿Telegram es tan seguro como afirma? Las sombras de un proyecto 'ciberpunk'
La retórica libertaria ha convertido la aplicación de mensajería en un refugio de activistas y delincuentes que quizá no sea tan blindado como parece
BarcelonaTelegram se presenta como una aplicación "más rápida y mucho más segura que WhatsApp" porque protege a ultranza la intimidad de los usuarios. Se podría pensar que esto es lo que ha llevado a su fundador y CEO, Pavel Dúrov, a ser detenido en Francia, pero la realidad detrás de esta aplicación es más complicada y llena de sombras.
Hubo un momento en el que Telegram parecía la alternativa segura y privada de WhatsApp y activistas de todo el mundo la adoptaron. En Catalunya, la explosión de Telegram está vinculada al Proceso: el canal de Tsunami Democrático sumó más de 350.000 seguidores en menos de dos meses en el 2019. Pero Telegram también ha sido una de las principales vías de difusión de desinformación de Qanon y ahora también esparcen el odio desde extremistas alemanes hasta organizaciones yihadistas, pasando por el influencer radical Alvise Pérez, que solo tiene más de 700.000 seguidores.
Antes de Telegram, los hermanos Pavel y Nikolai Dúrov habían creado Vkontakte, la copia rusa de Facebook. Pero en el 2011, a raíz de unas protestas multitudinarias contra Vladimir Putin, el FSB –el sucesor del KGB– les reclamó información de ciertos usuarios y que eliminaran contenidos como la página de Aleksei Navalni. Pavel Dúrov, que era el CEO, se negó y asegura que la presión policial y judicial le convenció de crear Telegram con su hermano. Querían abrir una herramienta de comunicación blindada en las fuerzas de seguridad rusas. La presión del Kremlin le acabó apartando de Vkontakte, pero con Telegram salió adelante. Dúrov anunció el pasado mes que ya tiene 950 millones de usuarios activos.
Telegram asegura que para proteger la información, la guarda en varios centros de datos de todo el mundo "que son controlados por distintas entidades legales a través de jurisdicciones distintas". Así, "se requieren varias órdenes judiciales de jurisdicciones distintas para forzarnos a dar datos". "Hasta la fecha, hemos liberado 0 bytes de información de los usuarios", insiste. En el 2018, un tribunal llegó a ordenar el bloqueo de Telegram en Rusia al no entregar las claves de cifrado a las autoridades.
"Comunidades terroristas"
La reticencia a entregar información a las autoridades ha convertido a Telegram en una aplicación apreciada por activistas... y por todo tipo de delincuentes. Se han detectado comunidades como la de Corea del Sur donde 220.000 personas compartían deepfakes pornográficos manipulando fotografías de chicas reales. Tampoco faltan estafas, pornografía infantil y propaganda violenta. El informe de transparencia de Telegram –obligatorio en la UE– reconoce que solo el pasado año la aplicación eliminó 289 contenidos a raíz de órdenes vinculadas a la regulación europea contra contenidos terroristas online. También admite que borró 140.715 "comunidades terroristas" por violación de los términos de uso y por denuncias de otros usuarios y organizaciones.
Elimina contenidos, pero eso no significa que colabore con las autoridades. Según la política de privacidad de la aplicación, si una orden judicial "confirma" que alguien es sospechoso de terrorismo, puede dar la dirección IP y el número de teléfono a las autoridades. "Pero hasta ahora esto nunca ha pasado", insiste Telegram. La codirectora del Center for Democracy and Technology, Nathalie Maréchal, califica la aplicación de proyecto "ciberlibertario" de "tradición ciberpunk" que rechaza cualquier norma, salvo la autoridad de Pavel Dúrov. Explica que por ello está estructurado en torno a una sociedad de responsabilidad limitada (LLP) británica que es propiedad, a su vez, "de una compleja serie de compañías pantalla registradas en paraísos fiscales".
¿Sólo esa reticencia a entregar datos a las autoridades es suficiente para afirmar que Telegram protege mejor la intimidad? Elies Campo, que trabajó en crecimiento, alianzas y desarrollo de negocio para Telegram, lo pone en entredicho. "Telegram empezó mejor que WhatsApp, con una experiencia de mensajería superior, las conversaciones cifradas por defecto y con cifrado end-to-end opcional –explica–, pero nunca ha dado el paso a generalizar el cifrado end-to-end, los chats secretos no han cambiado desde 2013 y la opción para abrirlos se ha escondido cada vez más".
Los chats secretos
El cifrado end-to-end o de extremo a extremo es lo que asegura que sólo los implicados en una conversación pueden tener acceso a ellos. Y en Telegram solo está disponible en los llamados chats secretos, escondidos en el perfil de los usuarios: hay que seguir un camino de hasta cinco clics para activar uno. Los chats que no son secretos también están cifrados, pero Telegram tiene las claves y podría acceder a ellos. Si la compañía no pudiera hacerlo, probablemente las autoridades francesas no habrían detenido a Pavel Dúrov: no pueden reclamarle lo que no tiene. El cifrado de extremo a extremo es legal en Europa y Signal lo ofrece desde hace años en todos los chats. Además, a diferencia de Telegram, es de código abierto y cualquier experto puede analizarlo para comprobar si existe algún agujero de seguridad.
El semanario alemán Der Spiegel publicó en 2022 que Telegram había entregado información unas cuantas veces en la Oficina Federal de Policía Criminal alemana sobre sospechosos de terrorismo y de abusos sexuales a menores. Entre los opositores rusos hace tiempo que crece la sospecha de que Telegram colabora con el FSB entregándole información de activistas, que también podrían estar recopilando datos a través de la API de Telegram –una interfaz que permite que programadores externos puedan desarrollar aplicaciones– según ha alertado Wired.
A todo esto hay que añadir la complicada situación económica de Telegram, que le ha dejado en una posición de debilidad. En 2018 creó la plataformaTON para conseguir ingresos lanzando una criptomoneda. Levantó 1.700 millones de dólares de inversores, pero en el 2019 la autoridad bursátil de EE. UU. tumbó la iniciativa. Telegram tuvo que devolver la mayor parte del dinero y acumula una deuda de unos 2.000 millones de dólares. En ese contexto, la mejora de las relaciones con el Kremlin era una oportunidad de supervivencia. En 2020 la justicia rusa desbloqueó la aplicación, tras un acuerdo con Dúrov, y ahora Telegram aún no genera beneficios, pero según el CEO se acerca mucho.