Huracán 'Beryl'

Huir de un huracán desde el paraíso: «Se acabó la bendición»

El ciclón 'Beryl' dejó una decena de muertos en el Caribe y llega a México con vientos de 215 km/hora

Cancún (México)“No sufráis, aquí no tocará, es la bendición de la isla, nunca llegan los huracanes”. Ésta es la frase que ha ido repitiendo desde el lunes Sergio, recepcionista de uno de los hoteles que hay en primera línea del mar Caribe en Holbox, la isla paradisíaca situada al norte de la península de Yucatán (México). Sin embargo, desde este jueves esta bendición se acabó. Holbox, pero también otras zonas del sudeste del país como Felipe Carrillo Puerto, Othón P. Blanco y la antigua ciudad maya de Tulum, han sido evacuadas por la inminente llegada del huracán Beryl.

El fenómeno meteorológico que ha provocado la muerte de al menos una decena de personas en el Caribe es el ciclón que ha llegado más rápidamente a la categoría 5 de la escala Saffir-Simpson (la máxima) desde que hay registros de estos fenómenos en el Atlántico.

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Ahora bien, el huracán, que se prevé que toque tierra entre la noche del jueves y la madrugada del viernes (la mañana del viernes en Cataluña) con categoría 3 y con rachas de viento de hasta 215 km/hy 18 litros por hora y metro cuadrado, parece no existir a primera hora del jueves en la turística isla mexicana.

Con un solo radiante y más de 30 grados, algunos turistas aún aprovechan para hacer algún tour matinal para ver tiburones ballena o visitar alguno cenote mientras una especie de calma tensa recorre la isla caribeña. Unas escenas idílicas que contrastan con las correderas de los propietarios de comercios y también de los holboxeños para tapiar cómo pueden locales y casas (en algunos casos, casi cabañas) para proteger al máximo todo lo que tienen antes de la llegada del ciclón.

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“Muchos se irán, pero yo prefiero quedarme, aquí lo tengo todo, en la península no tengo nada”, explica Mateo, que tiene una tienda de antigüedades y que recuerda que hace justo un año estaba en Barcelona. “Bueno, realmente estuve en Vic en casa de unos amigos, que no les hará gracia si digo que ellos son barceloneses”, dice riendo, y añade: “Las cosas pueden cambiar de un día para otro, pero yo tengo esperanza”.

También quiere tener esperanza la Sofía, que, pese a estar al cargo de una de las tiendas más chics de la isla, normalmente vive en un camping. “Con unos amigos nos vamos a mover a una casa del pueblo porque quedarse en el camping es jugársela”, explica vestida con unas lentejuelas que brillan con el sol que todavía pica con fuerza.

“Yo nunca he vivido un huracán de estas dimensiones, pero los mayores aseguran que el agua llegará por ahí”, detalla Juan poniéndose la mano por encima de la cabeza. El chico, de unos treinta años, es propietario de un pequeño tenderete de souvenirs en la avenida Ballena del pueblo y aprovecha las últimas horas para intentar vender alguna pulsera, imán, atrapa-sueños o botellita de tequila a cualquier precio. “Es la ganga del huracán, puedo hacerte un 2x3 o lo que quieras, yo tengo que cerrar para irme y no sé si podré volver a abrir”, lamenta.

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Juan es una de las 900 personas -entre locales y turistas- que este jueves por la mañana han sido evacuados de Holbox. Se han ido en ferrys turísticos gratuitos -aunque muchos no lo sabían- que han salido cada 30 minutos hasta primera hora de la tarde.

"Siempre nos han dicho que lo máximo son 90 personas para que vayan anchas, pero aquí pone que caben 120 viajeros", justifica la controladora de entrada a los barcos, ante una cola de personas visiblemente nerviosas para conseguir un asiento en el ferry. Una vez dentro, las maletas y mochilas de los turistas se combinan con neveras y bolsas de plástico de quienes dejan su casa sin saber si volverán.

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“Se acabó la bendición”, comenta Fernando a un hombre mayor que tiene en el asiento al lado de la cubierta del barco. Lleva un pequeño chihuahua cogido en brazos, y no es el único: en un solo ferry hay más de una decena de perros que sus dueños no han querido abandonar y que protegen del sol con toallas.

“Me voy obligado por el clima. Aquí ya no se puede trabajar y con esto todo el turismo se va al carajo”, se queja enojado, y critica que ha faltado información sobre el ciclón. Asegura que el 60% de los trabajadores de la isla se han marchado, pero que muchos extranjeros que no dominan el idioma ni siquiera se han enterado de que existe un huracán. Lo dice con conocimiento de causa: él es uno de los cientos de taxistas que transportan a turistas en una especie de carros de golf por toda la isla. Unos vehículos que han puesto en transbordadores porque temen que dejándoles en la isla el agua se los lleve.

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Pocas filas más allá hay una mujer con su hijo, de unos 8 años y el pelo muy rizado. El niño está contento porque es la primera vez que va en barco y, por tanto, sale de la isla por primera vez. La madre, que le lleva en su regazo, le mira con cara de circunstancias y le anima aún más para evitar contagiarle la preocupación.

Refugios para 23.000 personas

En media hora el ferry llega a Chiquilá, donde el camino de turistas y locales se separa. "Ellos se van a los refugios", comenta el conductor de una taxicleta señalando a dos hombres que han puesto el equipaje en grandes botes de pintura que utilizan de maleta porque son herméticos y flotan. Se dirigen a uno de los 1.200 refugios que se han habilitado en los estados mexicanos de Quintana Roo y Yucatán, con capacidad para acoger a más de 23.000 personas.

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Al otro lado de la calle, los turistas se encajan en furgonetas que les llevan hasta el aeropuerto de Cancún en un viaje por carretera de dos horas.

Al llegar, el caos se vuelve a repetir. La mayoría de las puertas del aeropuerto están tapiadas para evitar que los cristales peten y todo ello hace que los viajeros tengan que entrar por muy pocas entradas. Una vez dentro, las colas en los mostradores se alargan delante de pantallas que anuncian más de 300 vuelos cancelados.

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Desde media tarde (hora mexicana) casi toda la península del Yucatán ha entrado en alerta roja de peligro máximo por la inminente llegada del Beryl. Se ha decretado toque de queda en la mayor parte del territorio y ha entrado en vigor la ley seca para evitar altercados.

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Ante las imágenes de estantes de supermercados vacíos frente a ciudadanos que recogen provisiones, el gobierno ha instado a los proveedores a no “subir los precios por la llegada de Beryl”.

Además, los hoteles (la mayoría llenos y algunos cerca del aeropuerto con precios que han subido hasta los 500 euros la noche) han reducido al mínimo los servicios de agua caliente y comida para garantizar los suministros y facilitar el llegada a casa de sus trabajadores.

¿Qué pasará en las próximas horas? “Todo el mundo dice de todo, pero yo he vivido huracanes de categoría cinco y creo que esta será una noche de lluvia y viento fuertes, pero espero que no una catástrofe…”, dice Santiago mientras todavía empuja un carro lleno de maletas por un hotel de Cancún pocas horas antes que el Beryl toque tierra.