Italia busca presidente o, por primera vez, presidenta

El primer ministro Mario Draghi es el candidato mejor posicionado, pero dejaría una vacante muy difícil de cubrir

MilàCada siete años, Italia se sumerge en una carrera de resultado incierto que determina en gran parte su futuro político. La elección del presidente de la República, el mayor cargo institucional en el país transalpino, da el pistoletazo de salida a una batalla campal entre los partidos en la que los pactos, traiciones y venganzas monopolizan el debate. La creciente influencia del jefe del estado en los últimos años no ha hecho sino amplificar la relevancia de este proceso que en esta ocasión arranca el próximo 24 de enero. 

Aún sin candidatos oficiales, el actual primer ministro Mario Draghi es el mejor posicionado para suceder a Sergio Mattarella. Todos los partidos parecían coincidir en que el ex presidente del BCE era la mejor opción para ocupar el Palacio del Quirinal. Faltaba el consentimiento del interesado. Y llegó, aunque no de forma explícita, durante la rueda de prensa de Fin de Año en la que hizo balance de sus 11 meses al frente del ejecutivo: “Soy un abuelo al servicio de las instituciones”, lanzó.

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Sin embargo, la incertidumbre sobre el futuro del gobierno que implicaría el ascenso de Draghi ha hecho que algunos partidos comiencen a hacer presión para que el economista permanezca como primer ministro al menos hasta el final de la legislatura en 2023. Entre ellos, el Movimiento Cinco Estrellas, que mantiene la mayoría de escaños en el Parlamento, y no pierde la esperanza de que Mattarella reconsidere su adiós definitivo. Una posibilidad que el actual inquilino del Quirinal ha descartado.

En cualquier caso, Súper Mario no está solo en la quiniela de papables. A sus 85 años Silvio Berlusconi no se resigna a renunciar a su sueño de terminar su carrera política como presidente de la República. Sus aliados en el centroderecha, Matteo Salvini y Giorgia Meloni, lo apoyan en público, aunque en privado ninguno cierra la puerta a Draghi con la condición de que después se convoquen elecciones anticipadas. Desde el Partido Democrático, por su parte, se niegan a negociar con el bloque conservador hasta que el nombre del magnate desaparezca de la lista de candidatos.

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Y negociar es lo que tendrán que hacer todos los partidos a partir de la próxima semana porque ni el centroizquierda ni el centroderecha cuentan con los votos suficientes para superar los dos tercios necesarios en los tres primeros escrutinios. Todo cambia a partir de la cuarta votación, cuando es suficiente obtener la mayoría absoluta del Parlamento para salir elegido. Por eso no es hasta entonces cuando surgen los nombres con mayores posibilidades. Como si se tratara de una partida de póker, la candidatura de Berlusconi bien podría ser un farol del centroderecha para lograr elegir a última hora a otro candidato conservador que despierte menos rechazo.

Un millar de electores

Todo está en manos de unos 1.000 grandes electores (diputados, senadores y representantes de las regiones) que se reunirán en la Cámara de los Diputados para participar en la primera votación secreta donde el verdadero peligro son los llamados francotiradores, parlamentarios que a la hora de la verdad cambian su voto ignorando la disciplina de partido. El ex primer ministro socialdemócrata Romano Prodi fue la última víctima del fuego amigo en 2015.

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Mientras a la lista de posibles candidatos se van añadiendo cada día nuevos nombres -como los del ex presidente de la Cámara de los Diputados Pier Ferdinando Casini o el del ex primer ministro Giuliano Amato-, en las últimas semanas han aumentado las voces que exigen que el próximo inquilino del Palacio del Quirinal sea una mujer.

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Desde Enrico de Nicola a Sergio Mattarella, en Italia se han sucedido 12 jefes de estado republicanos en 80 años, pero entre ellos nunca ha habido una mujer. Nilde Jotti, la primera presidenta de la Cámara de los Diputados, fue quien más cerca estuvo en 1992. Para acabar con este monopolio, un centenar de intelectuales y artistas italianas lanzaron un apelo en el que defienden que ha llegado el momento de elegir a una mujer. “No hay razones aceptables para aplazar una vez más esta decisión”, denuncian.

Candidatas no faltan. Desde la ex comisaria europea Emma Bonino, cuyo nombre es casi una tradición cada siete años, hasta la actual presidenta del Senado, Maria Elisabetta Casellati, exponente de Forza Italia. Aunque probablemente el único nombre femenino que podría encontrar consenso entre la heterogénea mayoría parlamentaria es el de la actual ministra de Justicia, Marta Cartabia, la primera mujer en presidir el Tribunal Constitucional.