El asesinato de Shinzo Abe

La larga herencia de Shinzo Abe

El abuelo del primer ministro asesinado, acusado de crímenes en la Segunda Guerra Mundial, fue liberado por Estados Unidos

Jonathan López-Vera
y Jonathan López-Vera

El atentado contra Shinzo Abe ha sido uno de los crímenes de más relevancia política de la historia moderna y contemporánea de Japón, y hablamos de aproximadamente un siglo y medio, puesto que se considera que el país entró en lo que denominamos modernidad en 1868. Y ya, sin duda, es el atentado más importante desde después de la Segunda Guerra Mundial. Porque Abe no ha sido uno más de los muchos primeros ministros que ha tenido Japón, donde este cargo no suele durar más de un año; él ha sido precisamente el primer ministro que más tiempo lo ha ostentado y, además, salió por problemas de salud, no por haber perdido el favor de los votantes. De hecho, dicen las malas lenguas que una vez retirado ha continuado moviendo los hilos del Partido Liberal Democrático (PLD), lo que troncaría con una larga tradición japonesa, la de tanto emperadores como shōguns samuráis que habían hecho esto mismo desde el siglo XI.

Lo que es seguro es que Abe no era tampoco un cualquiera dentro de su partido, entre otros motivos, porque había sido fundado por su abuelo, el también primer ministro Kishi Nobusuke, con la bendición de Estados Unidos. Los estadounidenses, al ocupar Japón después de la Segunda Guerra Mundial, querían en un principio acabar con la ultraderecha, que había llevado al país a la guerra, un movimiento ciertamente comprensible. Pero durante los años que estuvieron, el comunismo fue extendiéndose por Asia oriental y se apoderó del gigante chino en 1949. En el mismo Japón, el Partido Socialista fue el más votado en 1947 y, aunque su gobierno de coalición solo duró un año, en Estados Unidos les dio más miedo un Japón de izquierdas que uno que volviera a inclinarse hacia la derecha. Así, sus políticas hacia la sociedad japonesa dieron un giro absoluto. Y es aquí donde nos encontramos al abuelo Kishi, prisionero desde 1945 como sospechoso de crímenes de guerra de clase A, igual que otros miembros del Gobierno japonés al cual él había pertenecido como ministro. Pero lo sacaron de prisión en 1948 y se pudo volver a dedicar a la política en 1952, cuando los estadounidenses se marcharon, dejándole como encargo unificar los partidos de derechas en un único partido. Y así es como nació el PLD, hegemónico a la política japonesa desde 1955. Kishi Nobusuke, por cierto, también sufrió un atentado, días antes de dejar el cargo, cuando un miembro de la ultraderecha lo apuñaló en la pierna.

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Este caso de diferentes generaciones de políticos dentro de una misma familia no es nada nada extraño en Japón, todo lo contrario. De hecho, no es ni siquiera el único caso dentro del Gobierno de Abe, y hay uno todavía más significativo, el de su vice primer ministro, Asō Tarō, que había sido primer ministro él mismo entre 2008 y 2009. Asō era nieto de Yoshida Shigeru, que había ocupado el cargo primero entre 1946 y 1947, y, después, entre 1948 y 1954, el artífice de la llamada “doctrina Yoshida”, que marcó la política exterior durante décadas.

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Pero aquí no acaban los vínculos políticofamiliares, porque el abuelo Yoshida era a su vez nieto de Ōkubo Toshimichi, un samurái de los considerados como padres fundadores del Japón moderno, los que derrocaron el Gobierno de los shōguns Tokugawa y crearon el primer gobierno al estilo occidental. El abuelo de Kishi Nobusuke –es decir, el tatarabuelo de Abe–, aunque en este caso no era un personaje ilustre como Ōkubo, también era del mismo grupo. Fueron modernizadores en todo lo que está relacionado con la creación de instituciones, la industrialización y la tecnología, pero muy conservadores en cuanto a los valores: “Espíritu japonés, conocimiento occidental”, decían.

Un país conservador

 Así, el Japón resultante es un país políticamente conservador que ha ido enlazando gobiernos de antiguos samuráis tradicionalistas a finales del XIX y principios del XX con gobiernos militaristas en las décadas de 1930 y 1940, y, finalmente, gobiernos de derechas del PLD. Y con una población tan envejecida, todo apunta a que la tendencia continuará. A pesar de esta hegemonía conservadora, la grandísima mayoría de atentados políticos durante todo este tiempo han sido perpetrados por individuos u organizaciones de ultraderecha. A veces en contra de líderes de izquierdas, como el asesinato de Asanuma Inejirō, secretario general del Partido Socialista de Japón, en 1960, pero otros en contra de políticos de derechas, por considerar que no lo eran suficiente. Las motivaciones de este atentado todavía no se han aclarado, pero da mucho miedo pensar que alguien haya podido considerar a Abe demasiado poco conservador.

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Jonathan López-Vera es doctor en historia japonesa