"Nos lleven donde nos lleven, lo que quiero es encontrar trabajo"

Javad, el traductor de Herat, llega sano y salvo a Madrid con su familia

BarcelonaA las cuatro de la madrugada se presentó un militar español a la zona donde decenas de afganos dormían en el suelo en el aeropuerto militar de Kabul, y empezó a leer en voz alta los nombres de algunos, explica Javad Hossaini, que era uno de los que intentaba conciliar el sueño sin conseguirlo. Según asegura, hacía demasiado frío. Kabul está a casi 1.800 metros de altura y en estas fechas las temperaturas ya bajan en picado por la noche. El militar pronunció su nombre, el de su mujer y el de su hijo, de 5 años. Por fin podían embarcar en un vuelo militar español para ser evacuados de Afganistán.

Javad ha sido durante años traductor de varios periodistas españoles. Además, tanto él como su familia pertenecen a la etnia hazara, a la que los talibanes tienen tanta inquina porque son musulmanes chiíes. Los talibanes son suníes. Javad está convencido de que, si se hubiera quedado en Afganistán, su vida hubiera corrido peligro. Por eso suspiró aliviado cuando oyó su nombre, el de su mujer y el de su hijo.

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Al subir al avión, explica, no les hicieron ningún PCR ni test de antígenos, pero, eso sí, los militares distribuyeron mascarillas y gel hidroalcohólico entre todos los pasajeros. “Éramos unos doscientos”, calcula Javad. Muchos volaron sentados en el suelo de la aeronave. Había que aprovechar todo el espacio para evacuar al máximo número de gente. Ellos, en cambio, tuvieron suerte: les asignaron dos asientos, aunque su hijo tuvo que viajar sobre el regazo de uno de ellos.

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Antes de despegar, los militares dieron una instrucción clara al pasaje: recomendaban no beber ni comer porque en el avión militar no había lavabo, según relata Javad. En teoría el trayecto era corto: solo tres horas hasta Dubái. Pero una vez llegaron a Dubái, se queja, tuvieron que estar tres horas más dentro de la aeronave, esperando. Y entonces el problema no era solo que no hubiera lavabo, sino que hacía un calor asfixiante, asegura.

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Dubái casi ni lo pisaron. En cuanto desembarcaron, los trasladaron en autobús a otro avión comercial de AirEuropa, sin tan siquiera pasar por la terminal. En este avión, afirma Javad, sí que cada pasajero tenía un asiento asignado y sí había lavabo, pero la recomendación de los militares siguió siendo la misma: no ingerir absolutamente nada, porque en el avión había demasiados pasajeros y los retretes eran pocos.

“¿Qué día es hoy?”, contesta Javad cuando se le pregunta qué día llego a España. Hace tanto tiempo que salió de su casa que ya no sabe ni en qué día vive. Tampoco sabe dónde está: “En Madrid”, contesta. No sabe precisar en qué base militar. El 15 de agostó dejó la ciudad de Herat, de donde es originario en el noroeste de Afganistán, y viajó en autobús durante 24 horas hasta llegar a Kabul. Allí estuvo esperando cinco días en un hotel para ser evacuado. Entrar en el aeropuerto de Kabul tampoco fue fácil: casi 20 horas de empujones y nervios. La familia finalmente aterrizó en España el martes pasado.

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En la pista de aterrizaje había un montón de periodistas esperándolos con cámaras de vídeos y fotos. En Madrid sí les hicieron una prueba de coronavirus, les tomaron fotografías y las huellas dactilares, les dieron una tarjeta de identificación, productos de higiene y comida (un bol con arroz y agua). “Todo estaba muy bien organizado”, asegura Javad. Sin embargo, lo que más agradecieron, afirma, es poderse lavar después de tres días.

Por la noche durmieron separados: los hombres se alojan en un pabellón deportivo, que los militares han habilitado con decenas de literas en la base militar, mientras que las mujeres pernoctan en contenedores con los hijos. Javad dice que la noche del martes pudo dormir por fin, pero que en cambio su mujer continuó sin pegar ojo. En el contenedor hay cinco literas y, por la noche, cuando no lloraba un niño, lloraba otro.

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Javad afirma que le resulta difícil explicar cómo se siente: “Por una parte estoy feliz por haber llegado a España, pero por otra parte no puedo evitar sentirme triste por haber dejado a mi familia y a mi país”. Sus padres se han quedado en Afganistán. “¿Y ahora qué es lo próximo que nos pasará?”, se pregunta.

El personal que atiende a los evacuados en Torrejón de Ardoz le ha explicado que el gobierno español pagará por el alojamiento y la manutención de su familia durante los primeros seis meses, pero después ellos se tendrán que espabilar solos aunque puedan seguir recibiendo alguna ayuda. “Mi mujer está embarazada de dos meses. Justo cuando esté a punto de nacer el bebé, nos quedaremos sin ayudas”, lamenta Javad, que no puede evitar preocuparse. Dice que también le han mostrado en un mapa de España las ciudades donde pueden ser trasladados. A él no le suena ninguna, excepto Barcelona y Madrid. “Para mí lo más importante es trabajar. Nos lleven donde nos lleven, lo único que quiero es encontrar trabajo”, dice.

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