Netanyahu aspiraba a un acuerdo con Hamás para extraer gas de Gaza
La guerra estropea los planes y obliga a Israel a cerrar sus yacimientos y dejar de exportar gas al extranjero
BarcelonaDurante la última década, se han descubierto o se han empezado a explotar importantes yacimientos de gas natural en una amplia franja del este del Mediterráneo. Todos los estados de la región han visto cómo sus aguas territoriales podían convertirse en un maná: Turquía, Egipto, Líbano, Israel, Chipre… y también la franja de Gaza. Sin embargo, su situación política ha hecho imposible la apertura del yacimiento, llamado Gaza Marina. Sin embargo, antes del estallido de la actual guerra, se había especulado con la posibilidad de llegar a un acuerdo entre enemigos por su explotación conjunta, un escenario ahora más remoto que nunca.
"Los territorios ocupados palestinos se encuentran sobre importantes yacimientos ricos en petróleo y gas natural, en el área C de la Cisjordania ocupada y en la costa mediterránea frente a la franja de Gaza. Sin embargo, la ocupación sigue impidiendo a los palestinos desarrollar sus campos energéticos", decía un informe de 2019 de la UNCTAD, una agencia de la ONU. En concreto, a raíz de unas prospecciones realizadas en el 2000, se calcula que las reservas de gas en Gaza ascienden a 1,4 billones de metros cúbicos, de las cuales un 60% corresponderían a los palestinos. Esta cantidad permitiría satisfacer durante años las necesidades eléctricas de la Franja, y además exportar gas al extranjero.
Seguns los acuerdos de paz de Oslo de los años noventa, que pusieron en marcha un proceso que tenia qu eculminar con la creación de un estado palestino, las aguas territoriales palestinas se adentran hasta 20 millas náuticas en el Mediterráneo. Por eso, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) pudo firmar un contrato con British Gas Group en 1999 para la exploración de la costa de Gaza. Dado que una parte del yacimiento cae en las aguas territoriales de Israel, que además es quien tiene el control efectivo de la costa de Gaza, su explotación requería un acuerdo a varias bandas: el gobierno israelí, la ANP y Hamás. La milicia islamista ha gobernado Gaza desde 2006, y un pacto que la dejara al margen provocaría con toda probabilidad que atacara las plataformas de las compañías gasísticas.
Necesidad de gas de la Unión Europea
Con el estallido de la guerra de Ucrania y la necesidad imperiosa en la Unión Europea de abastecerse de gas natural alternativo al ruso, se reactivó la posibilidad de explotar conjuntamente a Gaza Marina. El pasado mes de junio, en una noticia que pasó desapercibida en la mayoría de medios, el gobierno de Benjamin Netanyahu dio su aprobación inicial para llevar a cabo este proyecto. "Estamos esperando a saber exactamente los detalles de lo acordado por los israelíes. No podemos posicionarnos a partir de una declaración en los medios", fue la reacción entonces de una fuente palestina a la agencia Reuters.
Probablemente, Netanyahu quería replicar en Gaza el pacto entre enemigos que ha permitido empezar el proceso de extracción de gas natural del yacimiento de Qana, situado en la convulsa frontera entre Israel y Líbano. Después de unas largas negociaciones, el pasado año, ambos gobiernos firmaron un acuerdo que delimita sus respectivas aguas territoriales y permite la extracción de gas de Qana. El asunto era especialmente delicado porque representa un reconocimiento implícito de Israel, todo un tabú en Líbano, sobre todo para Hezbolá. Sin embargo, la milicia chií bendijo el acuerdo, que contó con la mediación de Estados Unidos y que beneficia a las arcas de ambos Estados vecinos en un momento de una gravísima crisis económica en Líbano.
En plena guerra total en Gaza, la posibilidad de un acuerdo entre Hamás e Israel para una explotación conjunta de Gaza Marina puede parecer una entelequia, pero no lo era hace tres meses. "Si Hezbolá lo ha aceptado, ¿por qué no Hamás?", debió pensar Netanyahu. De hecho, durante años, su gobierno dio luz verde al envío de cientos de millones de dólares provenientes de Qatar para financiar a las autoridades de la Franja, tal y como revelaba recientemente un reportaje del New York Times. Tel-Aviv creía que si Hamás disponía de los recursos suficientes para gestionar Gaza, dejaría de lado la lucha armada. Por tanto, la existencia de un proyecto conjunto como el de Gaza Marina podría haber incrementado el coste de lanzar una guerra para Hamás. La firme creencia de la élite política y militar israelí en esta tesis errónea explica el sorprendente éxito del ataque de Hamás el pasado 7 de octubre.
Hoy en día, con un gobierno israelí que incluso rechaza que el ANP de Mahmud Abbas controle la Franja después de la guerra, el proyecto Gaza Marina volverá a dormir el sueño de los justos durante una larga temporada. Y no es la única víctima de la guerra en el sector energético israelí: por precaución, Tel-Aviv ha cerrado indefinidamente varios de sus yacimientos de gas ya en funcionamiento, como Leviatán y Tamar, así como la exportación al exterior, ya sea a través del puerto de Ashkelon, situado a 13 kilómetros de Gaza, o en Egipto a través de un gasoducto.