Inmigración

Así es el 'Open Arms Uno', el nuevo barco insignia del rescate humanitario

La embarcación, que trabajaba en las plataformas de petróleo del mar del Norte, es la más grande que operará en el Mediterráneo y tiene un dispensario a bordo

BurrianaLos astilleros de Burriana desprenden un fuerte olor a pintura. Un ejército de mecánicos, soldadores, pintores y otros técnicos trabajan para dejar listo el barco. La embarcación, más alta que todos los edificios de la zona, destaca imponente sobre el resto. El color azul original del casco ahora ya ha quedado cubierto de blanco y rojo y el logotipo de Open Arms. Pero todavía queda mucho trabajo por hacer.

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Ni la pandemia ni el mar paran las migraciones y, con la Mediterránea convertida en la frontera más desigual del planeta, sabemos que, si la política de los gobiernos no cambia, cada semana seguirá tragándose hombres, mujeres y niños. La ONG Open Arms quiere seguir haciendo el trabajo que los estados han abandonado: rescatar vidas en peligro en el mar. Y ahora está poniendo a punto un nuevo barco de rescate, el Open Arms Uno, que con 66 metros de eslora será el barco insignia del salvamento humanitario.

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A diferencia del antiguo Open Arms, el viejo remolcador que el equipo encabezado por Oscar Camps reconvirtió en un barco de rescate, el Open Arms Uno ya era una embarcación dedicada al rescate. Durante los últimos veinte años ha trabajado en las plataformas petroleras del mar del Norte para evacuar a su personal en caso de accidente. Por eso cuenta con un hospital a bordo con una treintena de camas y una amplia capacidad interior que permitirá, al menos, que las mujeres y niños a los que puedan rescatar en alta mar no tengan que estar a la intemperie hasta que puedan desembarcar en un puerto seguro. El nuevo barco no tendrá más capacidad de rescate, pero sí podrá acoger a los náufragos en mejores condiciones.

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“Ya no tendremos que preocuparnos tanto por las hipotermias”, explica Esther Camps, coordinadora de rescates, que muy pronto dirigirá las operaciones del nuevo barco. “En verano más o menos se aguanta, pero en invierno, con mal tiempo y mala mar, estar en la cubierta es muy duro. Sabemos que desde que los rescatamos hasta que los podemos dejar en el puerto, con todas las trabas de los gobiernos, nos pasamos tres o cuatro noches en alta mar”, recuerda. Para poner a cubierto a los hombres, están estudiando algún tipo de toldo que los mantenga secos.

Uno de los capitanes, Marc Reig, destaca que “no es lo mismo rescatar a un ingeniero de una plataforma petrolera que a un niño diez años que hace tres que viaja solo por el mundo”, y también se muestra ilusionado de poder atender mejor a los náufragos: “Tendremos más espacio y más tripulación, y también podremos incorporar nuevos perfiles. Hemos tenido partos a bordo, ahora podremos llevar a una comadrona”. El Open Arms Uno es más alto (será algo más fácil detectar pateras en el horizonte) y contará con cuatro lanchas de rescate en vez de dos, que podrán operar simultáneamente si el equipo se encuentra con un gran naufragio. “Estamos volviendo a ver barcazas de madera con más de 400 personas a bordo que llegan a Lampedusa”, dice el jefe de misión, David Lladó.

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Así ha sido la transformación del nuevo barco de Open Arms a vista de dron

Cambia la herramienta, pero no la operativa ni la forma de trabajo, que el equipo ha perfeccionado a lo largo de seis años de rescates en el Mediterráneo, primero en la isla griega de Lesbos y después en las aguas que separan Líbia de Malta e Italia. Cuando reciben la alerta de una patera se echan al agua desde grúas las lanchas rápidas, que son las primeras en llegar y se encargan de asegurar a todos los náufragos con chalecos salvavidas, mientras esperan al barco madre.

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Entonces las lanchas viajan hasta traerlos a todos a bordo del barco. En la cubierta se hacen el triaje médico y las pruebas de antígenos y los náufragos se lavan: a menudo los depósitos de gasolina de las pateras se rompen y el combustible se mezcla con el agua de mar, cosa que resulta en una reacción química y provoca graves quemaduras en la piel. Después pueden ponerse ropa seca y tomar un té caliente o un poco de arroz para entrar en calor y recuperar fuerzas.

Aquí empieza la negociación política y la carrera de obstáculos con los gobiernos de Malta e Italia para que asignen un puerto donde desembarcar a la gente. “Los problemas en los últimos años no los hemos tenido en los rescates, sino en estos días de espera a cubierta, que se hacen interminables. Esperamos que en el nuevo barco haya menos tensiones a bordo”, apunta Lladó.

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El puente de mando del nuevo barco de Open Arms en 360º.
La cubierta del 'Open Arms Uno' en 360º.
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El nuevo barco también cuenta con un sistema de redes rígidas que se echan al mar para recuperar a personas y cuerpos que estén flotando en el agua. Y es que no solo se tienen que encargar de los supervivientes: los muertos, gracias a la flota humanitaria, al menos no acaban devorados por los peces. En el viejo Open Arms los tenían que colocar dentro de las lanchas de rescate o en la cubierta de proa, tapados con una lona: la nueva embarcación dispone de una pequeña morgue.

El interior del 'Open Arms' en 360º.
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El 'Open Arms Uno' desde fuera en 360º.

En la sala de máquinas los mecánicos no tendrán que preocuparse por las constantes averías del viejo Open Arms, que ha alargado hasta la extenuación su vida útil, hasta que le ha llegado el relevo. “Hacía años que íbamos detrás de un barco nuevo, pero los que encontrábamos eran demasiado viejos, o demasiado caros, o no se ajustaban a lo que necesitábamos”, dice Oscar Camps. Viajaron a Islandia, Noruega, Escocia, las Canarias, Irlanda y Polonia para ver embarcaciones en venta, hasta que la primavera pasada encontraron el barco, plenamente operativo en la plataforma petrolera del mar del Norte.

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Un mecenas argentino

Detrás de la compra del Open Arms Uno, que ha costado 2,5 millones de euros, está el filántropo italoargentino Enrique Piñeyro, fundador de la ONG Solidaire, que cuenta con dos aviones dedicados a tareas humanitarias. Junto con Open Arms, ya había fletado vuelos con respiradores y material sanitario para luchar contra la pandemia en la India, y con un cargamento de alimentos para la crisis de hambre en Mozambique. "Siempre me han afectado mucho las injusticias, y más las que se han acabado naturalizando", explica el filántropo. "Europa tiene una responsabilidad histórica y actual en la rapiña y el pillaje de África, y no puede esperar que no la afecten las consecuencias: naturalizamos que la gente se ahogue en el Mediterráneo o que se destrocen el cuerpo intentando subir a las vallas de Ceuta y Melilla, pero esto no tendría que pasar. Es el resultado de un nuevo colonialismo: el expolio continúa, por ejemplo, con la pesca, con las multinacionales españolas, coreanas o chinas exprimiendo los caladeros de Senegal, que acaban con la industria local, dejan a la gente sin trabajo y los empujan a emigrar y, como las fronteras están militarizadas, el único camino es el mar".

El filántropo, que también es actor, recuerda que siguió la ONG de Oscar Camps "desde el principio" y confiesa que lo impresionó que "socorristas que trabajaban en las playas de Europa reaccionaran cuando vieron a gente que se ahogaba en medio del mar". Piñeyro aboga por un "capitalismo disruptivo" y pone "objetos de lujo al servicio de generar cambios": ha puesto sus aviones privados al servicio de causas humanitarias y ahora ha invertido parte de su fortuna en comprar el Open Arms Uno. "Porque Open Arms no solo interviene directamente en el problema, sino que también tiene un impacto de comunicación que genera conciencia. Como un día me dijo Oscar Camps, «el mejor rescate es el que no se tiene que hacer»".