¿Por qué el gobierno y el ejército del Líbano tienen las manos atadas ante la guerra?

La falta de consenso para elegir presidente y las divisiones entre facciones incapacitan al estado ante la ofensiva israelí

BeirutLa ofensiva israelí en Líbano ha dejado ya más de 3.100 muertos y más de 1,2 millones de desplazados, mientras los ataques israelíes siguen bombardeando áreas densamente pobladas, incluso las que no tienen presencia militar de Hezbolá. Además de las zonas civiles, los ataques aéreos israelíes han golpeado a hospitales, edificios gubernamentales y posiciones de la fuerza de paz de la ONU, así como del ejército libanés.

Israel ha extendido su ofensiva a lo largo de todo el territorio libanés, y el gobierno de Beirut, debilitado por un prolongado estancamiento político, se mantiene impotente ante la crisis. La falta de consenso para formar un nuevo gobierno y la elección de un jefe de estado, sumada a las divisiones internas entre facciones rivales, ha paralizado al estado, incapacitándole para enfrentarse a un enemigo común. Esta situación ha convertido a Líbano en un peón atrapado entre los intereses estratégicos y militares de Irán, por su apoyo a Hezbollah, e Israel, que ha intensificado la campaña de ataques aéreos.

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La comunidad internacional ha presionado al Líbano para restablecer su soberanía y elegir a un presidente. En las últimas semanas, esta presión ha movilizado a las fuerzas políticas para llenar el vacío de poder, tanto legislativo como constitucional, que aqueja al país desde hace años. Sin embargo, los esfuerzos por consensuar la elección de un jefe de estado se ven frustrados por Hezbollah y su aliado político, el movimiento chií Amal. Con más de 30 diputados entre ambos estos grupos tienen la capacidad de bloquear la elección y forzar la imposición del candidato.

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Esta postura refleja la falta de consenso interno, pero también la realidad innegable de que Hezbollah sigue siendo una fuerza poderosa, a pesar de los duros golpes recibidos en el último mes y medio. Según Emile Bittar, politólogo de la Universidad Saint-Joseph en Beirut, "es difícil predecir si ese debilitamiento militar se traducirá en una pérdida de influencia política". Aunque Hezbollah y sus aliados políticos se enfrentan a críticas, los partidos cristianos tampoco han logrado acordar a un candidato único para la presidencia, lo que es crucial dado que el jefe de estado debe pertenecer a la comunidad maronita, según el sistema sectario de reparto de poder en el país.

La complexa demografia del Líban
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En este contexto, el primer ministro interino, Najib Mikati, dirige un estado fracturado, incapaz de dejar de lado sus rivalidades internas por el bien común. Mikati abogó por un "alto el fuego inmediato" y la implementación de la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU, que puso fin a la guerra de 2006 entre Hezbollah e Israel. Esta resolución contempla el despliegue del ejército libanés en la zona al sur del río Litani, en coordinación con las fuerzas de mantenimiento de paz de la ONU (FINUL). En teoría, sólo las tropas autorizadas por el estado pueden operar en el sur, pero Hezbollah ha ignorado este acuerdo, manteniendo e incluso ampliando su presencia en la región desde 2006.

"Actualmente contamos con 4.500 soldados en el sur" del Líbano y queremos aumentar ese número entre 7.000 y 11.000 cuando se alcance un alto el fuego", declaró recientemente Mikati. Las declaraciones del primer ministro interino reflejan la debilidad del gobierno libanés, que carece de la capacidad de frenar la escalada del conflicto ni la influencia real sobre las acciones de Israel o Hezbolá.

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El dilema de las fuerzas armadas

Esta debilidad también se manifiesta en la indecisión del ejército libanés, que se enfrenta a un dilema fundamental: intervenir o no en una guerra que afecta a su país. Participar en la guerra sería visto por muchos libaneses como un apoyo a Hezbollah. Pero la opción de mantenerse al margen tampoco le beneficia porque podría interpretarse como una negligencia a su deber por parte de la población. Para el coronel retirado Nizar Abdul Kader, ambas opciones tienen consecuencias peligrosas: "La participación del ejército podría dañar sus relaciones con Occidente, pero su ausencia es percibida como un abandono del deber", indica en conversación con el ARA .

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Israel, conocido por su estrategia de "divide y vencerás", ha encontrado un terreno fértil en las divisiones internas de Líbano. Sin embargo, Abdul Kader advierte que marginar a Hezbolá y sus simpatizantes podría desencadenar una reacción interna, o incluso una radicalización aún mayor del partido proiraní.

En este contexto, la pérdida más significativa para Hezbollah ha sido la de su entorno de apoyo, es decir, el desplazamiento masivo de la población del sur, una situación que "representa una amenaza seria para su influencia" , según el analista.

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Líbano se tambalea al borde del colapso. Tras cinco años de una crisis económica y financiera sin precedentes, el país se enfrenta ahora a pérdidas económicas que superan los 10.000 millones de dólares debido a la crisis humanitaria de los desplazados.