Internacional

La letra pequeña de la ayuda humanitaria en Gaza

En un contexto de emergencia tan grande como el que se vive en la Franja, la ayuda que ha entrado por Rafah parece una broma de mal gusto

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El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, junto a un avión con ayuda para los palestinos, mientras los funcionarios esperan para entregar ayuda a Gaza a través del paso fronterizo de Rafah entre Egipto y la Franja de Gaza,

Casi simultáneamente en la entrada el sábado del primer convoy humanitario por la frontera de Rafah, las autoridades de Hamás en Gaza comunicaron que desde el 7 de octubre hasta ese momento habían muerto 4.469 palestinos, de los que 1.542 son niños. La población de la Franja, especialmente la del norte, lleva cerca de dos semanas sin agua, electricidad, alimentos ni medicinas. las linternas de los teléfonos móviles que cargan las personas que todavía tienen gasolina. En este contexto, la ayuda que ha entrado, y que sólo se quedará en el sur de la Franja, parece una broma de mal gusto.

Pero si esto puede significar poco para los refugiados, para los occidentales tiene un significado diferente y más grande, especialmente porque intenta lavar las conciencias de gran parte de la opinión pública de Occidente, donde los gobiernos con mayor peso específico –Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Francia– han tomado partido incondicional por Israel, una adhesión que parece estar más repartida entre las poblaciones de estos mismos países.

Esta ayuda, una gota de agua en un inmenso océano, recuerda la ayuda que la Unión Europea da a los palestinos de Cisjordania. Encima de lavar la conciencia de los occidentales, la ayuda financia y consolida la ocupación israelí en este territorio. Según la ley internacional, la potencia ocupante debería encargarse de administrar los territorios ocupados, pero Israel ha logrado evadir su responsabilidad y los occidentales colaboran con el empleo financiando proyectos de todo tipo.

Independientemente de que los países occidentales hagan estas políticas directamente o mediante las ONG, cuyos gastos de este tipo no contribuyen a la paz. Por el contrario, consolidan el empleo porque benefician más a Israel que a los palestinos a corto y largo plazo. El resultado de ayudar a raudales refuerza el empleo porque permite mantener a raya a los palestinos y da tiempo a Israel para sacar adelante la colonización de Cisjordania, que ya está muy avanzada.

Doble moral de Occidente

En el caso de Gaza, el primer convoy humanitario, al que probablemente seguirán otros, podrá ayudar un instante a un puñado de palestinos expulsados ​​del norte de la Franja, que lo han perdido todo, pero también está contribuyendo al desplazamiento masivo de la población, uno objetivo central de Israel. El mensaje de Benjamin Netanyahu está claro: si desea ayuda, aunque sea simbólica, deje el norte y se marche al sur; o mejor, se va a Egipto. El convoy que ha entrado por Rafah es otro elemento de la guerra que juega a favor de los poderosos, en este caso de Israel. Para los palestinos, la veintena de camiones sólo son una gota de agua de ayuda en un océano de calamidades, que ni siquiera servirá a los cirujanos que se han quedado sin quirófanos.

Presentar, pues, el convoy como un gran éxito de la diplomacia occidental evidencia la falta de crítica y de valentía de las grandes potencias que apoyan la destrucción masiva de la aviación israelí, o mejor, deja en evidencia a los líderes occidentales y su doble moral ante el sufrimiento continuado de millones de palestinos, en la Franja y en Cisjordania.

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