Líbano, Gaza y el futuro de Netanyahu

El eje de la guerra que empezó hace un año se ha desplazado hacia el norte, a territorio libanés, y la entrada de tropas israelíes en Líbano lo confirma. La liquidación de Hassan Nasrallah, secretario general de Hezbollah, ha abierto un escenario nuevo en el que vemos por encima de todo la figura rehabilitada de Benjamin Netanyahu, tan fuerte como llegó a ser antes del conflicto.

La presión de Benjamin Netanyahu sobre Líbano tiene dos objetivos aparentes. El primero es la evacuación de los milicianos de Hezbollah más allá del río Litani, aproximadamente a 25 km al norte de la frontera. Es una demanda antigua que ahora cobra mayor fuerza ya la que parece imposible que renuncie a Netanyahu.

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La debilidad de Hezbollah hace que este planteamiento sea más viable que en el pasado. Si nos atenemos a la situación a la que han quedado reducidas las milicias chiítas, resulta fácil pensar que Netanyahu no cederá y no habrá ningún alto el fuego hasta que Hezbollah no acepte retirarse a la orilla norte del Litani. Esta situación es importante porque Hezbollah no tendría tan fácil disparar cohetes contra las poblaciones de Galilea.

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La segunda condición es el desarme de Hezbollah. Esto parece más difícil de conseguir, pero en todo caso Netanyahu exigirá que las milicias libanesas no tengan acceso a todo el armamento que les envía Irán y que Hezbolá se contente con un armamento simbólico y más allá del Litanio.

Una maniobra para conseguir contrapartidas

La presión de Israel sobre el Líbano puede explicarse como una maniobra con la que pretende castigar el lanzamiento diario de cohetes y drones contra territorio israelí durante todo un año seguido y también como una maniobra con la que podrá obtener más contrapartidas cuando se alcance alto el fuego, para el que Netanyahu no tiene prisa.

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Los políticos israelíes recuerdan continuamente la resolución 1701 que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó después de la guerra del 2006. Aquella resolución limitaba por completo las actividades de las milicias de Hezbollah cerca de la frontera israelí y ahora Netanyahu no aceptará disculpas con respecto a la aplicación.

El líder israelí se encuentra en una posición de fuerza sin precedentes desde hace un año. Si hace un año nadie daba nada por su futuro político, ahora puede mirar hacia adelante con seguridad. Su carrera no ha llegado a su fin. Puede durar muchos años si comprobamos la distribución de los votos en las urnas y en la Knesset.

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En cuanto al tema de Gaza, que todavía no está cerrado, parece que Netanyahu ha decidido dejarlo aparcado hasta después de las elecciones de EEUU. Una hipotética victoria de Donald Trump tendría consecuencias decisivas no sólo para el conflicto entre Israel y los palestinos, sino para toda la región. Israel cree, y probablemente se equivoca, que el conflicto palestino desaparecerá definitivamente si los palestinos pierden el apoyo de Irán.

Si hubiera un elemento nuevo y característico en este conflicto es la recuperación del peso político de Netanyahu. Con 74 años, poco después de que se diera por muerto su curso político, resucitó y ganó la seguridad que tenía antes del 7 de octubre. Su objetivo es cambiar completamente la región de Oriente Próximo. Frente a él sólo están Irán y sus aliados, unas fuerzas con las que ya no tendrá tanta complacencia.