En la nueva Siria, la lucha feroz contra el Estado Islámico continúa
La amenaza del ISIS persiste en varios puntos del país y se teme que el acercamiento de Al Sharaa con Washington escale la situación
Raqqa (Siria)"¿Ves algo en esa casa?". Es la pregunta que el comandante Kobani de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) nos suelta mientras nos acercamos a un conjunto de dos casas aisladas en medio del desierto. No hay nadie en todo el camino que nos separa. Detenemos el coche y, de repente, aparecen dos soldados, mudados de camuflaje, que nos indican que vamos hacia el interior. Dentro nos recibe un grupo más numeroso, perfectamente equipado con un uniforme verde oscuro militar.
"Bienvenidos a la línea del frente de Deir Hafir", nos dice el jefe de la unidad. "Aquí todos los días hay combates, estamos siempre preparados", explica. Se nos llevan ahora hacia la azotea del edificio, cubiertos por las paredes que lo rodean. Estamos a tiros de los francotiradores. A tan sólo un kilómetro de distancia se ven cuatro grandes columnas de humo negro. "Los ucranianos deberían venir a entrenarnos para utilizar los drones", reflexiona el comandante.
La realidad de la guerra en el norte de Siria es muy diferente a la que podemos encontrar en Ucrania. En Europa la guerra se ha convertido en tecnológica y los drones causan estragos a diario. En Deir Hafir ni siquiera los coches oficiales están protegidos contra estos aparatos voladores y, por formación y equipamiento, este tipo de guerra es impensable en esta región de Oriente Próximo.
La visita termina con una larga entrevista en la que el comandante Kobani relata las operaciones antiterroristas que llevan a cabo. Nos enseña un vídeo grabado justo el día anterior que capta la detención de dos individuos y enseña varias banderas de la organización terrorista Jabath al Nusra. "El ISIS y Nusra son lo mismo, actualmente", nos dice. Saca otra foto: los dos supuestos terroristas con dicho índice apuntando al cielo –un gesto popularizado por el SIS en sus vídeos propagandísticos de ejecuciones– y la bandera de Nusra de fondo.
Raqqa respira
Marchamos y ponemos dirección a Raqqa, la antigua capital del Estado Islámico. En nuestro último viaje a esta ciudad, hace algunos meses, pudimos apreciar una localidad totalmente militarizada, llena de puntos de control y de hombres enmascarados. Esta vez todo es muy distinto. Sólo hay checkpoints en las arterias principales y aunque sí se ven soldados y mucha policía, nada recuerda en la atmósfera de guerra que se respiraba en los primeros meses después de la caída de Al Asad.
Por la noche, sin embargo, la calma se desvanece. Cuando cae el sol, en Raqqa se sienten los combates cercanos a la ciudad. Se ha conseguido que las emboscadas se produzcan en los límites de la ciudad o en zonas cercanas, evitando el centro de una localidad que en el 2019 tenía casi 300.000 habitantes. Sin embargo, el comandante Nuhat, responsable de los comandos especiales de la zona, explica que cada vez hay más grupos extremistas en la zona. "Cada mes existe una media de entre 10 y 15 incidentes y la presencia del ISIS ha aumentado considerablemente, aunque la cosa está muy controlada en el interior de la ciudad", relata.
Nuhat nos invita a patrullar con él. Salimos con tres humveas, los blindados ligeros estadounidenses que se vieron en las guerras de Irak y Afganistán. La patrulla tiene un objetivo concreto: simular que están ahí. Si todo va bien, estas rutas son puras medidas disuasivas, pero los comandos también son los responsables de realizar operaciones para detener a miembros del ISIS. El comandante Nuhat, que llegó a Raqqa en 2019, ha participado en miles de estas misiones, que suelen contar con entre 20 y 100 hombres.
Alcohol e infieles
Nuestra ruta de hora y media, por suerte, no sufre ningún incidente. Llama la atención la naturalidad con la que los coches se apartan para dejar avanzar a los humveas, o cómo la gente no se inmuta cuando ve pasar vehículos armados por calles llenas a rebosar. Muchos de los soldados que integran ahora las FDS, que desde 2015 han luchado por los intereses de los kurdos sobre Siria, son árabes. Muchos decidieron unirse a filas bajo mando kurdo para que su actividad como militares se viera retribuida con un sueldo y beneficios, algo que en cualquier otra fuerza armada sería impensable.
La integración cultural en Raqqa no sólo se pone de manifiesto en la composición de los cuerpos que la defienden. Las actividades civiles también muestran algún signo de secularización imposible de prever mientras la ciudad era la capital del autollamado Califato Islámico. En una calle media vacía, pero no escondida, hay una licorería. Es un pequeño local iluminado con luces de colores donde los coches no paran de detenerse. En poco menos de una hora, se acercan a la tienda de alcohol unas 30 personas que compran cerveza, arak e incluso –quién puede permitírselo– whisky. Uno de los clientes, de hecho, era cristiano.
La frágil paz que reina en Raqqa, sin embargo, se enfrenta ahora a un nuevo punto de inflexión. El presidente sirio, Ahmed al Sharaa, añadió el país a la Coalición Global para Derrotar al Estado Islámico este lunes después de su visita a Washington. La unión a esta coalición liderada por Estados Unidos puede marcar un punto de inflexión en las zonas de mayoría suní de Siria, que pueden ver este acuerdo como una traición directa a sus creencias.
Para esta población, que estuvo bajo control del ISIS durante años, hay diez preceptos que convierten a un musulmán en un kafir (infiel). Uno de ellos, el octavo, es apoyar a los politeístas oa los ateos que luchan contra los musulmanes. Nadie podrá justificar a los sirios suníes, pues, que Al Sharaa se haya puesto de un bando que ven frontalmente opuesto. El escenario se prevé pesimista. El ISIS ya ha lanzado campañas en Idlib, Damasco y Homs, y se prevén más atentados. El jeque Talal, de la tribu Al Wilda, una de las más poderosas de Raqqa, lo tiene claro: "Al Sharaa sólo sobrevivirá a este tratado si lo protege directamente a Estados Unidos".