Oriente Próximo

La nueva fractura de Siria: máxima tensión entre el nuevo gobierno y los kurdos

La integración de las Fuerzas Democráticas Sirias en el ejército nacional queda en cuestión

Combatientes de las Fuerzas Democráticas Sirias en Raqqa
25/08/2025
3 min

BeirutLa violencia ha estallado esta semana de nuevo en Siria cuando un soldado falleció en enfrentamientos con las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), lideradas por kurdos, en la provincia de Alepo, según informó el ministerio de Defensa a través de medios estatales. El incidente reaviva las dudas sobre el acuerdo de integración firmado en marzo entre las FDS y el gobierno interino, concebido para cerrar fisuras en la Siria posterior a Al Asad.

Este pacto, celebrado apenas hace unos meses, preveía la incorporación de las instituciones autónomas kurdas al ejército nacional ya la administración central. Incluía el control de infraestructuras estratégicas como aeropuertos, pasos fronterizos, campos de petróleo y gas, así como el reconocimiento de derechos culturales y políticos kurdos. Sin embargo, sus términos contenían ambigüedades clave: las FDS insistían en integrarse como bloque, mientras que Damasco exigía el alistamiento individual, una contradicción sin resolver que sigue bloqueando su implementación.

Hoy este frágil acuerdo cuelga de un hilo. Damasco se retiró formalmente de las próximas conversaciones de París con las FDS, alegando que una conferencia celebrada en la ciudad de Al Hasakah organizada por líderes kurdos ya la que asistieron destacados dirigentes drusos y alauíes violaba el pacto y servía de pretexto para invitar a la injerencia extranjera. La conferencia concluyó con un llamamiento a una "Constitución democrática que establezca un estado descentralizado" y garantice una representación justa para todas las comunidades étnicas y religiosas de Siria.

Para el analista Anthony Zelimeh, del Beirut Arab Research Institute, la presencia de estas minorías es "una estrategia deliberada para dar mayor legitimidad a la propuesta de descentralización y desafiar la postura de Damasco". En la capital, el gesto fue percibido como una amenaza en la unidad del país. El ministerio de Defensa condenó las acciones de las FDS y advirtió de que el hostigamiento continuo contra tropas gubernamentales tendría consecuencias. Las FDS, por su parte, acusaron facciones que tenían el apoyo de Damasco de perpetrar más de 22 ataques en el noreste, un ciclo de hostilidades que erosiona la confianza.

El desafío al control central no se limita al norte. En la provincia de mayoría drusa de Suwayda, las tensiones sectarias y políticas derivaron en julio en enfrentamientos armados entre facciones rivales y fuerzas leales al gobierno, con un balance de más de mil muertos. Semanas después, líderes comunitarios mediaron un alto el fuego que, aunque redujo la intensidad de la violencia, sigue siendo precario, con escaramuzas esporádicas y la ausencia de una autoridad estatal efectiva, que ilustran la incapacidad de Damasco para imponer orden en regiones periféricas.

Damasco, entre Ankara y Washington

La dimensión internacional añade otra capa de riesgo. Turquía, aliado clave del gobierno interino, rechaza cualquier avance hacia la descentralización, que considera una amenaza para la integridad territorial de Siria y una continuidad orgánica con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), la histórica guerrilla kurda. En julio, el PKK anunció el inicio de un proceso de desarme. Ankara le presentó como una oportunidad para rebajar tensiones, pero advirtió de que una descentralización en Siria que consolide las FDS/YPG podría hacer descarrilar este proceso. La percepción turca es que, pese al desarme del PKK, subsiste una armadura militar afín al otro lado de la frontera.

En paralelo, Washington camina por una cuerda floja diplomática. Por un lado, mantiene el apoyo a las FDS en la lucha contra células residuales del ISIS (Estado Islámico), pero también refuerza contactos con Damasco para favorecer una transición controlada y evitar choques directos. Sin embargo, este equilibrio alimenta recelos en ambos bandos. Los kurdos temen quedar reducidos a moneda de cambio con Turquía, mientras que Damasco recela de cualquier fórmula que legitime estructuras autónomas en el noreste.

El riesgo de una nueva escalada es evidente. Como señala Zelimeh, la dinámica actual "podría precipitar a Siria hacia un nuevo conflicto interno más rápido que en cualquier otro momento desde la caída de Al Asad". Por un lado, un gobierno interino que pretende restaurar la autoridad central en un contexto de instituciones debilitadas; por otro, administraciones kurdas consolidadas y cada vez más decididas a reclamar un papel formal en el futuro político del país.

Siria se encuentra en un cruce. El acuerdo de integración, que en su día se presentó como vía para la unidad, se desfila entre nuevas violencias y maniobras políticas. Las cuestiones clave de cómo unificar mandos, garantizar los derechos de las minorías y repartir el poder siguen sin respuesta. La fragilidad de ese pacto podría desembocar en la misma fragmentación que pretendía evitar.

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