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Nuevo gobierno en Siria: ¿una oportunidad para la democracia o el nacimiento de otro régimen autoritario?

El presidente interino, Ahmed al Sharaa, elimina el cargo de primer ministro y consolida su poder, pero incorpora diversidad étnica y religiosa en el gabinete

El presidente de Siria, Ahmed al Sharaa, durante la formación del nuevo gobierno.
30/03/2025
3 min
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BeirutEl anuncio de la formación de un nuevo gobierno de transición en Siria, encabezado por Ahmed al Sharaa, marca un punto de inflexión en la política del país, pero las primeras decisiones de su administración han generado dudas sobre el verdadero alcance del cambio. A pesar del discurso de inclusión y diversidad, la estructura de poder se sigue concentrando en manos de una élite que ha demostrado poca apertura a realizar una transformación real. La eliminación del cargo de primer ministro, que consolida el poder ejecutivo de Al Sharaa, junto al nombramiento de figuras cercanas a él en posiciones clave, genera preocupación sobre la posibilidad de un nuevo régimen autoritario disfrazado con algunas reformas.

El panorama político de Siria ha experimentado una transformación significativa con la formación de este gobierno tras la caída de Bashar el Asad el pasado diciembre, que ha puesto fin a décadas de dominio del partido Baas. Con 23 miembros, el gabinete, que se ha hecho público este sábado por la noche, presenta diversidad étnica y religiosa, con representación de las comunidades drusa, kurda, alauí y cristiana. Hind Kabawat, cristiana y defensora de la tolerancia interreligiosa, asumirá el ministerio de Asuntos Sociales y Trabajo. Raed al Saleh, líder de los Cascos Blancos -la ONG de defensa civil vital durante la guerra-, ha sido designado ministro de Emergencias, y Mohammed Yosr Bernieh ocupará la cartera de Finanzas. Sin embargo, la inclusión de estas figuras no esconde la ausencia de ciertos sectores clave en la toma de decisiones.

Uno de los puntos más polémicos ha sido la exclusión de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), una coalición kurda fundamental en la lucha contra el Estado Islámico. La marginación en el nuevo gabinete podría dificultar la reconciliación nacional y aumentar la fragmentación política en un país ya dividido. Además, la designación de Asaad al Shaibani, un aliado cercano de Al Sharaa, para el ministerio de Asuntos Exteriores refuerza la percepción de que este gobierno no busca una apertura genuina, sino el fortalecimiento de un nuevo grupo de poder.

Al Sharaa ha justificado la eliminación del cargo de primer ministro como una estrategia para agilizar la toma de decisiones en un contexto de crisis, pero los críticos advierten que esto centraliza excesivamente el poder. La creación de un nuevo ejército nacional, con la integración de facciones rebeldes bajo el ministerio de Defensa, apunta a una unificación de las fuerzas armadas y la reducción de la fragmentación militar. Sin embargo, la efectividad de esta iniciativa dependerá de la capacidad real para desarmar a las milicias y garantizar las lealtades de las diversas facciones para evitar nuevas matanzas contra las minorías sirias, en particular contra la comunidad alauí, a la que pertenecía el expresidente Bashar al Asad.

La comunidad internacional, a la expectativa

La comunidad internacional ha observado con cautela el desarrollo de los hechos en Siria. Si bien algunos países y organismos han reconocido al nuevo gobierno y han reabierto las embajadas en Damasco, se mantienen las preocupaciones sobre la posible instauración de un sistema que, bajo una nueva fachada, perpetúe las viejas prácticas de represión. Occidente ha instado al Sharaa a controlar a los combatientes yihadistas ya construir un gobierno verdaderamente inclusivo y ha advertido que el incumplimiento de estas demandas podría provocar la retirada del apoyo internacional y del mantenimiento de sanciones económicas.

Al Sharaa ha delineado un plan para el futuro político de Siria que incluye la formación de un comité preparatorio para una Conferencia de Diálogo Nacional destinada a redactar una nueva Constitución. Este proceso, según el presidente, podría alargarse hasta cinco años antes de la celebración de elecciones libres y justas. Sin embargo, sectores de la oposición en el exilio han expresado su preocupación por la falta de garantías de que este proceso de transición sea realmente democrático.

Más que una verdadera transición hacia la democracia, la formación del nuevo gobierno de Ahmed al Sharaa parece responder a una estrategia de supervivencia política. Aunque la composición del gabinete refleja una aparente diversidad, las acciones que consolidan el poder en manos de Al Sharaa y la exclusión de ciertos grupos clave plantean interrogantes sobre el compromiso real con la inclusión y la democracia.

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