El reloj corre para el desarme de Hezbollah

Estados Unidos da 90 días al Líbano para dar pasos concretos hacia la desmilitarización de la milicia chií

BeirutDesde que Donald Trump regresó a la presidencia de Estados Unidos, su administración ha aumentado la presión sobre Líbano con una hoja de ruta que apunta directamente a la desmilitarización de Hezbolá, la milicia chií aliada de Irán. El país se encuentra frente a un punto de inflexión. O toma las riendas de su soberanía o se quedará a merced de decisiones ajenas. La advertencia de Washington es clara. Si no existen avances internos, Israel podría decidir resolver el problema por su cuenta.

A pesar de las graves pérdidas sufridas durante la guerra del 2024, Hezbollah mantiene un arsenal significativo que sigue representando una amenaza regional. Según estimaciones de Reuters del pasado septiembre, el grupo disponía de unos 150.000 cohetes, incluidos misiles de largo alcance y precisión, muchos almacenados en túneles subterráneos para evitar su destrucción. Aunque parte sustancial de este arsenal fue neutralizada, Hezbollah conserva varios miles de misiles de precisión operativos. A esto se suma su capacidad aérea no tripulada: la Unidad 127 —encargada de los drones kamikaze Ziad‑107, Shahad y Mohajer— sigue funcionando. Algunos informes apuntan a una capacidad de producción de miles de drones, incluso después del alto el fuego de noviembre del 2024.

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La visita del enviado especial estadounidense Tom Barrack la semana pasada a Beirut no duró mucho, pero los efectos han sacudido el tablero político libanés. Tras su sonrisa diplomática, el emisario estadounidense trajo más que buenas intenciones: un ultimátum. Estados Unidos ya ha respondido al documento que les entregó el gobierno libanés sobre el desarme de Hezbolá. No fue una aceptación ni un rechazo frontal. Mediante su embajada en Beirut, Washington devolvió una serie de "ideas", en lo que se ha descrito como un intercambio en curso. Pero el mensaje está claro. La Casa Blanca quiere que el expediente de las armas esté cerrado antes de fin de año.

La propuesta libanesa no convence a Washington. Según fuentes diplomáticas, el texto sólo menciona el sur del río Litani, omite cualquier calendario concreto y no aborda la cuestión de las armas en el norte del país, la frontera con Siria ni los grupos palestinos armados. Esquiva el núcleo del problema. Si bien reconocen que el plan de Beirut puede servir como punto de partida, advierten que el proceso no puede alargarse sin límite. El margen dado es de 90 días. Pasado ese plazo, según un alto funcionario estadounidense, ya será demasiado tarde. El tiempo corre. Y no es una cuenta atrás simbólica.

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Después de más de un año de guerra con Israel, las grandes potencias no están dispuestas a mantener elstatu quo.. El expediente de desarme ha vuelto al centro del debate político, tanto en Líbano como fuera. EEUU no se limita a pedir una retirada de armas en el sur del Litani: también exige el control efectivo en el norte, una mayor vigilancia en la frontera con Siria y una respuesta clara ante la proliferación de armas en manos no estatales.

Separar políticos y guerrilleros

Pese al tono firme, el enfoque no es puramente coercitivo. En un giro estratégico, Washington ha empezado a distinguir entre el ala armada de Hezbollah -considerada una organización terrorista- y su vertiente política. La puerta está abierta para que el partido chií conserve el peso institucional, siempre que abandone la actividad armada y se someta a las reglas del estado. La fórmula no es nueva. Turquía, por ejemplo, exploró durante años un esquema similar con el PKK, ofreciendo la reintegración institucional a cambio del abandono progresivo de la lucha armada. Aunque el proceso fracasó en su día por falta de garantías mutuas y voluntad política, hoy el PKK ha comenzado un desarme parcial. Este precedente sirve.

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En el caso libanés, Estados Unidos insiste en que cualquier proceso debe empezarlo el gobierno, con el consentimiento del gabinete y de Hezbollah como fuerza política que le integra. La lógica no es destruir, sino reabsorber el movimiento en el marco estatal. Fuentes diplomáticas subrayan que esta vía cuenta con el apoyo de Francia y aliados regionales como los países del Golfo. La reciente escala del emisario estadounidense en París antes de aterrizar en Beirut sirvió para alinear posiciones y aumentar la presión sobre las autoridades libanesas.

El presidente del Parlamento, Nabih Berri, veterano de la política libanesa y aliado histórico de Hezbollah, entiende que este momento puede ser el último para negociar. En noviembre ya logró un alto el fuego en el último minuto. Hoy podría intentar repetir la jugada y salvar algunos intereses de la comunidad chií antes de que el tren descarrile. Pero el margen es estrecho. Si el estado libanés no toma la iniciativa, Israel podría decidir resolver el problema a su modo. Barrack no lo dijo abiertamente, pero insinuó que, como en el caso de Irán en el 2018, si el diálogo falla no se descarta la vía militar.

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Hezbollah, a su vez, insiste en que cualquier discusión debe darse dentro del marco institucional libanés. Considera que no hay ninguna necesidad de un nuevo acuerdo más allá del pacto en que se llegó en noviembre de 2024. Pero para Estados Unidos ya no sirve. La situación ha cambiado. Y también las exigencias.

La negociación sigue viva, pero la paciencia se agota. Si no hay pasos concretos, si el estado libanés no asume un liderazgo claro, el escenario puede volverse aún más peligroso con mayor fragmentación interna. Nadie descarta la amenaza de un conflicto civil. El desarme de Hezbollah es la condición de que marcará el futuro del país. Y el reloj no se detiene.