Phyllis Rodriguez, madre de una víctima del 11-S: "Mi compromiso con la no-violencia y la reconciliación se ha profundizado desde 2001"

Su hijo Greg, de 31 años, trabajaba en la Torre Norte y murió en el ataque. Poco después, ella se manifestó contra la intervención militar en Afganistán: "No en nombre de nuestro hijo"

A los pocos días de perder a su hijo de 31 años, Greg, en los ataques del 11-S, Phyllis Rodriguez y su marido Orlando enviaron a los medios una carta abierta al entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, titulada "No en nombre de nuestro hijo". En ella le pedían que buscara "soluciones pacíficas y racionales al terrorismo" en lugar de lanzar una respuesta militar que, según ella, causaría sufrimiento a otros padres y hundiría a los EE.UU. al nivel inhumano de los terroristas.

A pesar de su petición, el 7 de octubre Bush ordenó los primeros bombardeos contra el régimen talibán de Afganistán, que se convirtieron en el inicio de una larga y destructiva guerra de 20 años. "El día que lanzaron la primera bomba contra Afganistán sentí como un puñetazo en el estómago", asegura Phyllis veinte años después. "Creíamos que los atentados eran crímenes cometidos por individuos y no por un gobierno extranjero. [Nuestro gobierno] los debería haber considerado crímenes y no una declaración de guerra". Esta artista, maestra y activista por la justicia social considera que el pueblo afgano ha sufrido mucho durante estas dos últimas décadas. "Es cierto que nosotros y los países aliados hemos perdido más de 3.500 vidas, pero también han muerto decenas de miles de afganos".

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Sin venganza

Para Phyllis, la retirada de Afganistán ha sido una acción muy esperada que, desgraciadamente, ha provocado "más violencia y penurias al pueblo afgano". La guerra, sigue, "solo ha beneficiado a la industria militar" y lamenta que su país no recurriera a la diplomacia y a la colaboración con los aliados de Oriente Próximo para hacer frente a los atentados.

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Tras la publicación de la carta, su marido y ella se pusieron en contacto con otros familiares de víctimas que también pedían respuestas "no vengativas" a los atentados y juntos crearon la organización Peaceful Tomorrows, con la esperanza de difundir un mensaje contra la guerra y promover el diálogo. "Mi compromiso con la no-violencia y la reconciliación se ha profundizado desde 2001", asegura Phyllis. Y es que aceptar la muerte de su hijo, que trabajaba en la empresa de bolsa Cantor Fitzgerald, en la planta 103 de la Torre Norte, no fue nada fácil. "No había estado nunca en tal estado de shock, tanto física como mentalmente. Pero teníamos responsabilidades y creo que eso nos ayudó de alguna manera", recuerda.

Entender a los terroristas

Ese 11 de septiembre, cuando llegó a casa después de un paseo matutino por el río Bronx, el portero de su edificio le dijo que había habido un incendio en el World Trade Center. Subió corriendo las escaleras, encendió la televisión y vio que Greg había dejado un mensaje en el contestador automático diciendo que estaba bien. Esa misma noche, sin embargo, al no recibir noticias suyas, comenzó a sospechar lo peor. "Como miles de familias, al día siguiente visitamos hospitales y puntos de información en el centro de la ciudad. Teníamos la esperanza de que estuviera ingresado en algún lugar, pero por la tarde siguiente nos dimos cuenta de que no había sobrevivido". Greg se convirtió en una de las casi 3.000 víctimas.

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Cuando mataron a su hijo, Phyllis pensó que nunca perdonaría a sus asesinos. Sin embargo, después de un proceso largo y doloroso, llegó a la conclusión de que perdonar "es ser capaz de aceptar a otra persona por ser humana y falible". "No perdono el acto, pero intentar entender por qué alguien ha actuado de la manera en la que lo ha hecho es parte del proceso de perdonar".

Phyllis y Orlando han aprendido a vivir con la pérdida de su hijo: "Siempre está ahí, pero hay que seguir adelante". Por ello, desde el momento que escribieron esa carta contra una intervención militar, se han involucrado en campañas contra la guerra y en proyectos de promoción de los derechos humanos.

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Dos madres, símbolo del perdón

Un año después de los ataques del 11-S, Phyllis Rodríguez inició una amistad con Aicha El-Wafi, madre del llamado vigésimo secuestrador, Zacarias Moussaoui. "Nuestra relación era muy simbólica. Para muchos, sin embargo, era antipatriótica", explica. Rodríguez y El-Wafi, que se entendieron "por encima de barreras de nacionalidad, religión, cultura y raza", decidieron viajar por todo el mundo compartiendo su historia de perdón y reconciliación, y ofreciendo un mensaje de tolerancia. Durante todos aquellos años, descubrieron que había muchas historias como la suya que no salían en los medios de comunicación. "Conocer a Aicha me dio fuerzas y me apartó de la rabia y la amargura", afirma. Su marido y ella pidieron en 2006 que no se condenara a Moussaoui con la pena de muerte. Finalmente, fue sentenciado a cadena perpetua.