Las primeras lluvias en el Sahel tienen efectos catastróficos

El cambio climático intensifica las tormentas, que provocan centenares de muertos y pérdidas millonarias

Mar Sala
y Mar Sala

BarcelonaLa temporada de lluvias apenas acaba de empezar en la región del Sahel, y sus efectos ya son catastróficos. Solo durante la última semana de agosto, casi cien personas perdieron la vida por el derrumbe de sus viviendas en el Níger y más de 100.000 se han visto afectadas por las precipitaciones. Además, se ha producido un brote de cólera. En el Senegal, por otro lado, las ciudades que rodean la capital, Dakar, despiertan desde hace días con las calles inundadas, un vivero para la proliferación de la malaria. Y en el Sudán, 380.000 personas han visto sus hogares igualmente afectados parcialmente o destruidos por la subida del Nilo.

Los habitantes de alrededor de Dakar apilan sacos de arena ante las casas para intentar impedir que el torrente entre, pero el esfuerzo es en vano. África subsahariana, a pesar de contribuir solo con el 4% de las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo, se está convirtiendo en una de las regiones que más paga las consecuencias. Se espera que en el Sahel, por su proximidad al Ecuador, este aumento de temperatura supere la media mundial: en abril se constató que, desde el 1950, subió 1,4 grados. El calor prepara el terreno para los meses monzónicos de verano, pero a medida que crece el contraste de temperaturas, las tormentas se intensifican.

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Las últimas inundaciones también han provocado daños irreversibles en la agricultura, en una región donde el 95% de los alimentos cultivados son de secano y dependen de unas precipitaciones regulares adecuadas.

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Uno de los países más afectados por las últimas inundaciones ha sido Sudán, donde unas 100.000 personas, según las Naciones Unidas, todavía no habían podido volver a su casa después de las lluvias que hubo el año pasado, que afectaron a más de 600.000 personas en todo el país. De momento, viven en los campos de desplazados internos de Bor y Mangalla.

Recientemente, Etiopía –y el Cuerno de África en general– ha sufrido la peor sequía en más de 30 años debido al Niño, un fenómeno meteorológico que se produce en ciclos de entre 2 y 7 años, y que también se ve agravado por el cambio climático. Las consecuencias son la pérdida de cultivos y de ganado, malnutrición y graves enfermedades derivadas de la falta de agua. Otro caso paradigmático es el Níger, donde a finales de agosto se habían registrado 1.770 casos de cólera y 68 muertos a raíz del último brote.

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La tierra, la sequía y el control de los recursos se vuelven claves en esta región y todo esto se traduce en un creciente un éxodo rural. Las personas se ven forzadas a buscar refugio en las ciudades y un rápido y nada planificado urbanismo origina urbes mal equipadas como las que rodean Dakar, que se pueden ver condenadas a sufrir graves inundaciones por unas lluvias cada vez más torrenciales.