Adiós Coca-Cola, hola Cool-Cola: Rusia quiere seguir viviendo como Occidente

La marcha de grandes multinacionales fomenta el auge de variantes rusas de productos conocidos mundialmente

MoscúLos hipsters moscovitas y petersburgues ya no pueden reunirse en los Starbucks, pero tienen la opción rusa, Shokoladnitsa. Para refrescarse cuando en verano hace calor hay tres nuevas opciones: la Cool-Cola, la Street y la Fancy, fabricadas por productores rusos. A pesar de ser nuevas marcas, los productos resultan muy familiares para el consumidor –los tres nombres son un guiño que evoca al nombre de marcas de bebidas occidentales–. El mismo fabricante, de hecho, los promociona con la frase “gustos clásicos de tus refrescos preferidos”. Rusia quiere mantener productos occidentales sin recurrir a las multinacionales extranjeras y busca su propio camino para hacerlo.

Margarita explica cómo le afecta la marcha de las empresas occidentales, un castigo a raíz de la ofensiva rusa contra Ucrania. “La vida se complica algo más”, concluye. “Con la ropa es más fácil, se puede comprar también en Turquía”. Estambul se ha convertido en un destino muy cotizado entre los rusos, puesto que es de los pocos lugares donde pueden volar de forma directa, a pesar de los altos precios.

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Según cálculos del Ayuntamiento de Moscú, cerca de 200.000 de los 14 millones de moscovitas han perdido el trabajo con la fuga de empresas. Margarita entiende que las compañías se marchen de Rusia, pensando “desde el punto de vista de la rentabilidad del negocio”, pero afirma que está “enfadada con los políticos de todos los países". "Juegan con nuestras vidas”, lamenta. Para el consumidor final, esta marcha es un contratiempo, pero para los fabricantes rusos es un problema que encarece la producción de muchos artículos. Si a esto se añade la pérdida de puestos de trabajo y este encarecimiento del día a día, la población rusa –que corre el riesgo de desconectarse del mundo y que ha dejado de vivir como vivía hace unos meses– tendrá que hacer frente a una economía en declive.

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El Kremlin busca medidas para paliar el impacto. En las últimas semanas, Moscú se ha planteado legalizar tanto la piratería como las importaciones de marcas sin su consentimiento. Esto significa, en el primer caso, permitir que los ciudadanos rusos burlen las restricciones a la hora de acceder a determinados softwares que no tengan alternativa rusa. En el segundo caso, para esquivar las sanciones occidentales, el Gobierno ruso decidió permitir las importaciones de productos extranjeros sin el permiso de las marcas titulares del derecho de propiedad intelectual.

Una estrategia similar han seguido en el mercado aéreo, donde también se nota la carencia de importación, puesto que muchas piezas de aviones se fabrican en Occidente. A pesar de que se ha impulsado la producción nacional, todavía es escasa para cubrir las necesidades de las aerolíneas rusas y el país ha encontrado una manera para poder tener piezas de repuesto para las aeronaves a corto plazo: canibalizar los aviones que ya tienen en propiedad las compañías. Esto significa sacrificar algunos vehículos para recuperar las piezas y usarlas cuando haga falta.

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La Runet, la red nacional

Y el mercado de internet y las redes sociales no es una excepción. El país euroasiático lleva años desarrollando webs y servicios online similares a los norteamericanos, pero orientados al público ruso. Está el Google ruso (Yandex), el Facebook ruso (VKontakte) y el Netflix ruso (KinoPoisk), entre otros. Un internet únicamente ruso, una Runet, es una idea que hace años que el Kremlin piensa, siguiendo la estrella china.

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La creación de un internet propio, desconectado del resto del mundo, es un proyecto de los gobernantes desde el año 2014. No es casualidad. Aquel año se produjo el choque de trenes más importante hasta aquel momento entre Occidente y Rusia: la revolución del Euromaidán en Ucrania, la posterior anexión de Crimea por parte de Moscú y el inicio de la guerra del Donbás entre los rebeldes prorrusos y el gobierno de Kiev.

Al principio, todas estas alternativas se desarrollaron únicamente por motivos comerciales. Pero con el bloqueo de algunas redes sociales todas las variantes propias han ganado fuerza ante sus competidores estadounidenses. Es el caso de Rossgram. Instagram es muy popular en Rusia y su uso no se paró después del bloqueo el pasado mes de marzo gracias al uso generalizado de servicios que permiten acceder, como las VPN.

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De todos modos, han surgido alternativas nacionales, como Rossgram. A pesar de que ha buscado asemejarse mucho a su competidor principal, también se ha diferenciado en algunos aspectos, como contenido de pago dentro de la plataforma. Pero a pesar de los intentos de Rossgram de ocupar el lugar de Instagram, los usuarios se han encontrado con ciertas dificultades. Anna, una bloguera rusa, explica que se quiso hacer un perfil, pero se desdijo: "Después del registro te piden una tarifa de entrada de 10.000 rublos [160 euros al cambio actual]". "Ningún conocido ha querido registrarse", añade.