¿Quiénes son los mercenarios rusos enviados a Ucrania para asesinar a Zelenski?

Las empresas de seguridad privada están cada vez más presentes en las guerras

Mar Bermúdez i Jiménez
y Mar Bermúdez i Jiménez

BarcelonaSemanas antes del inicio de la invasión rusa contra Ucrania, cuando Vladímir Putin ya tenía decidido qué pasaría en los próximos días, centenares de militares de la empresa rusa Wagner se movilizaron desde Suráfrica hacia la frontera ucraniana para unirse a otros efectivos que hacía tiempo que hacían maniobras y se preparaban para atacar. Como mínimo 400 consiguieron infiltrarse por las calles de Kiev, según informes de la inteligencia británica. Y tenían una petición, venida del Kremlin, muy precisa: asesinar al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. A estas alturas, no es ningún secreto que los mercenarios rusos del grupo Wagner, conocidos sobre todo por su rol en varios conflictos del continente africano o en Próximo Oriente, están teniendo un papel clave en la ofensiva de Putin contra sus vecinos ucranianos. Recientemente, el espionaje alemán ha vinculado también los miembros Wagner con las matanzas de civiles en los alrededores de Kiev, especialmente en la ciudad de Bucha.

Nacida entre 2013 y 2014, la empresa ha estado estrechamente vinculada al gobierno de Putin, que la ha utilizado siempre que ha querido como un brazo más de su ejército: no solo durante la guerra del Donbás, en 2014, sino también bien lejos de Moscú, como Siria, Libia , Mali, Mozambique o Sudán. Según varias fuentes, el Grupo Wagner tiene su centro de operaciones en una base militar en el sur de Rusia, y varios mercenarios han recibido condecoraciones oficiales del estado.

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Su líder es Dimitri Utkin, ex miembro de las fuerzas especiales rusas retirado en 2013, oligarca ruso y amigo personal de Putin. Él es quien puso el nombre a la milicia. Aficionado de la estética e ideología nazi, Utkin se decidió por Wagner, el compositor preferido de Hitler.

Un fenómeno al alza

La presencia de Wagner en la guerra de Ucrania ha reafirmado un fenómeno: las empresas de seguridad privada están cada vez más presentes en los conflictos actuales. También en misiones de mantenimiento de la paz, seguridad marítima, estabilización y reconstrucción de edificios institucionales después del conflicto, crisis de emergencia y otras zonas inestables, especialmente zonas donde operan empresas extractivas, como de minería o petróleo. E incluso pueden tener un papel determinante en tareas de inteligencia, interrogatorios, protección de periodistas y personal de ONG. ¿Pero quién las contrata? Mayoritariamente lo hacen los estados.

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En este sentido, hay dos lecturas sobre sus razones. Por un lado, permite que los gobiernos intervengan directamente en conflictos internacionales, pero camuflándose detrás los vínculos de la privatización. En el caso de Wagner, por ejemplo, la compañía siempre acaba defendiendo los intereses económicos, políticos y patrióticos del Kremlin. Por otro, permite a los estados protegerse de los costes políticos de ir a la guerra: una baja de un soldado privado no recae en manos del estado, sino de la empresa. Poder afirmar, pues, que no hay ningún soldado muerto o que ha habido menos de los reales en un conflicto resulta goloso para los gobiernos, mientras endosan el trabajo sucio a empresas privadas. Estas empresas no tienen vínculos morales más allá del beneficio económico; tampoco rinden cuentas y, por lo tanto, actúan con contundencia y rozando el límite.

El caso de Malí

Malí, por ejemplo, contrató a Wagner para reforzar la seguridad del país contra el terrorismo yihadista, una implicación que crecerá después de que Francia haya decidido retirar sus tropas. El cambio es una muestra de la influencia creciente de Moscú en el continente africano. De hecho, ya hace meses habitantes de varias zonas de Malí alertaron de la presencia de soldados blancos que hablan una lengua que no es el francés. El gobierno de transición de Malí hizo público en diciembre del 2021 que había llegado a un acuerdo bilateral con Rusia para que "formadores rusos" instruyeran al ejército del país para combatir la insurgencia islamista. Varios países europeos, sin embargo, ya han denunciado el despliegue de mercenarios.

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Esta semana, de hecho, organizaciones como Human Rights Watch han responsabilizado los soldados de Malí y los soldados de Wagner de la matanza de más de 300 civiles en el centro del país. El gobierno de Malí, sin embargo, asegura que eran terroristas. Desde Wagner no se ven obligados a justificar nada. Desde el Kremlin, todavía menos.