Las ucranianas que se han quedado en la guerra
Las mujeres de Odesa están en primera línea y también son claves en la retaguardia
Enviada especial a Odessa (Ucrania)Las guerras no se libran solamente al frente de batalla. La guerra destroza y transforma las sociedades, y pone en marcha mecanismos que serían inimaginables en tiempos de paz. Y esto es justamente lo que está pasando ahora en Ucrania. Todo el país se ha movilizado, y esta es una de las claves que, doce días después del inicio de la invasión rusa, solo haya caído una gran ciudad, Jersón. E incluso allí la gente ha salido a la calle para protestar contra la ocupación. Los analistas militares todavía se hacen cruces y buscan todo tipo de explicaciones estratégicas para una resistencia inesperada, pero a menudo se olvidan de un elemento clave: la gente. Y, todavía más, se olvidan de las mujeres, las primeras que son silenciadas en tiempos de guerra. Muchas han huido con las criaturas a países vecinos, pero otras muchas se han quedado: están a primera línea de frente, pero sobre todo en la retaguardia, donde su contribución es clave para la resistencia.
Natalia Sedova es una maestra de primaria de Odesa que no ha dejado de preocuparse por sus alumnos, ahora que la ciudad portuaria del mar Negro está bajo amenaza de un ataque ruso inminente. Las tropas rusas están a 130 kilómetros y también hay barcos del Kremlin ante sus costas. “No es nada oficial, pero estamos en contacto por chat con las familias y miramos de ayudar las que necesitan ayuda o consuelo. Las llamo o les envío mensajes. Más o menos la mitad de los alumnos de la escuela ya han salido de Ucrania, el resto continúan en Odesa”, explica mientras empaqueta raciones de comer en una escuela reconvertida en un centro de recogida de ayuda humanitaria. “Las criaturas tienen que estar en un lugar seguro; nosotros, los adultos, ya nos las apañaremos”, afirma.
Ayuda psicológica
En un edificio de oficinas del centro encontramos a Larisa Kovalenko, psicóloga de 53 años, que no ha querido marcharse de Odesa. "Siento que tengo que estar aquí, ayudando a la gente. Estoy en contacto con estudiantes de todo Ucrania, también en las ciudades más castigadas como Járkov o Jersón: en estas situaciones el miedo es bueno, porque te ayuda a estar en alerta, pero no puedes dejar que la angustia te consuma ni entrar en pánico", explica desde su consulta. Hace unos días que se trasladó con su familia, porque el despacho está en una primera planta y es más seguro en caso de bombardeo que su apartamento, en un octavo piso. Ahora las consultas son telemáticas y gratuitas. "Lo más importante es compartir la angustia hablando con amigos y familiares, sea en persona o por teléfono, y también hay que intentar mantener las rutinas diarias y no estar todo el día enganchado a las noticias: es bueno distraerse escuchando música o viendo una película”. Pero asegura que la mejor terapia es preocuparte de los otros y sentirse útil.
Es lo mismo que hace Inga Kordinovska, que ha dejado su trabajo de abogada para trabajar en otro centro de voluntariado donde distribuyen alimentos, medicinas y ropa para el ejército y las milicias. Lleva un chaleco reflectante y una pegatina con su nombre enganchada en el pecho, mientras habla por teléfono, escribe en el ordenador y responde a las preguntas del ARA. “No damos abasto para dar trabajo a todo el mundo que se ofrece voluntario, pero intento no rechazar a nadie, porque la gente tiene ganas de aportar, de hacer algo, y me dicen que no pueden estarse más tiempo encerrados en casa esperando. Y a mí me pasa lo mismo: si estoy aquí no tengo tiempo de tener miedo ni rabia: llego por la noche a casa y caigo rendida, aunque dormimos en el suelo, porque el lugar más seguro de la casa es el pasillo.
También hay mujeres soldado y en otras tareas en el ejército. Según la asociación Congreso de Mujeres Ucranianas, hay 52.000 mujeres en las fuerzas armadas -un 20% del total-, 8.000 de las cuales pueden entrar en combate. Y las mujeres de mayor edad también ponen su granito de arena cosiendo redes de camuflaje para el ejército o las milicias, o incluso preparando cócteles Molotov, según afirman dos voluntarios de la defensa territorial que aseguran que ahora sus madres se dedican a esto.
Los hospitales son otro frente que no puede fallar. Svetlana Krofetsky es una pediatra ya jubilada que tampoco ha querido marcharse y se ha ofrecido al hospital más cercano de su casa por si necesitan ayuda. “Todavía no tenemos ataques duros en Odesa, ni heridos, pero es cosa de días que empiecen a atacarnos y yo todavía puedo ser útil. Ella rehúye toda épica y no quiere ni pensar que las mujeres tengan que jugar un papel en el conflicto: “No tendría que haber guerra ni para los hombres ni para las mujeres, tendría que haber paz y familias que se quieren”.