La UE propone reducir drásticamente los controles aduaneros en Irlanda para salvar el acuerdo del Brexit

Bruselas plantea concesiones para rebajar la burocracia en la frontera irlandesa pero no cederá en el papel del TJUE

BruselasCuando se pactó el enrevesado protocolo de Irlanda del Norte dentro del acuerdo del Brexit en Bruselas ya eran conscientes de que llevarlo a la práctica sería casi cuadrar el círculo. Pero no había ningún otro remedio si se querían respetar los Acuerdos de Paz de Belfast (1998), que evitan una frontera física entre las dos Irlandas: había que mantener la del Norte dentro del mercado único europeo y, por lo tanto, hacen falta controles aduaneros a los productos que entren desde Gran Bretaña. Pero Londres no pone su grano de arena, no se están llevando a cabo los controles comprometidos en la frontera marítima, entre otros muchos requisitos que Boris Johnson ha acabado reconociendo que no pretende cumplir a pesar de haberlos firmado.

Bruselas ya estaba mentalizada para un tira y afloja constante y por eso ha propuesto una serie de medidas para reducir drásticamente la burocracia en la frontera en el comercio de productos sanitarios y fitosanitarios, por ejemplo. Esto no quiere decir, sin embargo, que haya la más mínima intención de reescribir el acuerdo, como pide ahora el Reino Unido, en lo que supone el enésimo desafío post-Brexit. Bruselas intenta salvar el protocolo para evitar el choque de trenes definitivo y una guerra comercial con medidas que denomina "creativas", hace concesiones importantes, pero no se moverá del carril marcado por el acuerdo.

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En la Comisión Europea hay tensión y desazón. De puertas afuera alarga la mano y asegura que espera la mejor voluntad desde Londres para buscar una solución al lío norirlandés. "Prefiero centrarme en la agenda positiva, en las soluciones, y espero que David Frost [el negociador británico] se una a este esfuerzo", ha dicho el vicepresidente de la Comisión Europea, Maros Sefcovic, que ha evitado entrar en el cuerpo a cuerpo con Londres. Ahora bien, de puertas adentro, sabe que puede esperar lo peor. Es a decir, que Johnson pulse el botón del artículo 16 y haga volar por los aires el tratado comercial que costó años, esfuerzo y muchos dolores de cabeza.

Bruselas ya está acostumbrada a las amenazas venidas desde la capital británica, pero la situación en Irlanda del Norte empeora y se teme que escale hasta reavivar la violencia que tanto costó de dejar atrás. Ahora bien, como ya pasó en el último tramo de la negociación del texto, hacer cualquier cambio de fondo es reabrir la caja de los truenos porque no solo está el protocolo norirlandés. Ahora toca negociar las relaciones con Gibraltar, y Francia también está mosqueada por las trabas que Londres está poniendo a la hora de conceder licencias de pesca.

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El árbitro del conflicto

La madre del cordero es ahora el árbitro que gestiona las relaciones de las dos partes. La principal demanda de David Frost, el negociador británico, es que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) no sea el árbitro en cualquiera de las disputas que haya en la aplicación del protocolo o del acuerdo en sí mismo. Johnson así lo firmó, pero ahora, vistas las dificultades para aplicar las condiciones pactadas evitando la frontera física, lo quiere cambiar. Bruselas no pasará por aquí, a pesar de que reconoce que este está siendo ahora el principal escollo. "Todo lo firmó el Reino Unido", ha recordado Sefcovic.

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De momento, pues, Bruselas mantiene el principio de buena fe y defiende la viabilidad de las medidas propuestas, que pasan por reducir la burocracia en los controles aduaneros, por ejemplo pidiendo menos documentos en el comercio de medicamentos, hasta un nivel "excepcional", según ha dicho Sefcovic, también de alimentos (incluidas las salchichas). Bruselas, que ha escuchado a las partes afectadas y admite que hay margen de mejora, asegura que sus propuestas implican reducir hasta un 80% los controles que se tienen que llevar a cabo actualmente para comerciar en productos fitosanitarios. Sefcovic defiende que con las propuestas presentadas se han explorado todos los ángulos posibles del protocolo, que incluso ha ido más allá de la legislación europea, para ofrecer una nueva interpretación del protocolo y acomodar la situación.

"Estamos demostrando mucha flexibilidad, pero los controles se tienen que hacer correctamente. Creo que es comprensible que queramos proteger la integridad del mercado único", ha explicado el vicepresidente de la Comisión, que ha alargado la mano a su "estimado colega Lord Frost": "Es obvio que estamos haciendo todo lo que podemos y espero que sea recíproco. He invitado a Frost a comer viernes y espero que podamos profundizar en estas propuestas para empezar un proceso intenso de conversaciones a nivel experto y político. [...] Estaré muy contento si podemos empezar el año nuevo con nuevas normas y nos podemos centrar en una agenda positiva en las relaciones entre la UE y el Reino Unido".

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Pero no dejará de haber controles. El mercado único europeo es el valor más preciado de la Unión y es un complejo engranaje perfeccionado después de muchos años con unos criterios sanitarios, fitosanitarios, de seguridad y ambientales estrictos. Que un producto entre en Irlanda del Norte desde el Reino Unido sin cumplir estos requisitos puede provocar problemas de salud pública o de seguridad en cualquier otro punto de la Unión. Pero, además, políticamente es importante que la UE reivindique el valor añadido de formar parte del mercado único y lo defienda ante la que fue su primera fragmentación. Con todo, Bruselas es consciente de que Londres no tendrá bastante, pero aún así espera poder negociar toda una serie de propuestas que en ningún caso retocan el texto legal sino que pueden enmarcarse perfectamente, según fuentes comunitarias, y cruza los dedos por que el enfrentamiento no vaya más allá y se tenga que llegar a los mecanismos de infracción o a los litigios.