Alemania

La ultraderecha alemana azuza la protesta anticonfinamiento para salvar votos

AfD celebra su congreso de manera presencial en Dresde con 600 personas pero aplaza la elección del candidato a canciller

“Esta orgía de prohibiciones y la locura de los cierres y el confinamiento no hacen falta si se confía en las personas“, decía el colíder del partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) Jörg Meuthen en la ciudad de Dresde. En plena tercera oleada de pandemia en Alemania, este fin de semana celebran el congreso del partido con 600 participantes. Cerrarán el programa electoral para los comicios parlamentarios del 26 de septiembre. La cuestión del candidato a canciller lo aplazan y dejarán que voten los miembros del partido durante las próximas semanas. También entonces se espera que se definan los candidatos de los conservadores (CDU/CSU) para sustituir a Angela Merkel y de los Verdes, que son hoy por hoy el partido que más crece en las encuestas. Por primera vez, según los sondeos, sería posible una alternativa en un gobierno de coalición con el partido de Merkel como socio.

La ultraderechista AfD nunca ha acabado de tener un programa de partido claro, que en ocho años de existencia ha conseguido eliminar cualquier otra representación parlamentaria regional de partidos de extrema derecha, como los neonazis NPD. Quien vota a AfD vota protesta, vota anti. La crisis del coronavirus domina el discurso social y político y el partido ha optado por subirse al carro de la crítica a la gestión gubernamental para intentar pescar votos descontentos y hartos de pandemia. Sin embargo, hoy por hoy no les acaba de funcionar igual que el discurso antiinmigración o antieuro, con los que crecieron exponencialmente desde 2015. Sus posiciones antiislamistas tampoco acaban de atraer votos masivos en Alemania, a diferencia otros partidos de ultraderecha europeos a los que sí que les funciona. En el programa que debaten en Dresde, en la región de Sajonia, donde consiguieron ser la fuerza más votada en 2017 si bien no pudieron formar gobierno, incluyen puntos como el regreso del servicio militar obligatorio, el control de fronteras y la salida del euro.

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Finalmente no escogerán candidato a canciller durante el congreso de este fin de semana. La pandemia ha dejado más que nunca en primer plano la división interna del partido, que tiene tres corrientes que no acaban de confluir: una vertiente nacional-liberal antieuro, otra nacionalconservadora que cada vez tira más hacia la derecha y una nacionalpopulista claramente próxima a círculos neonazis. El líder de AfD, Jörg Meuthen, diputado en Europa, ha perdido el apoyo de las bases y quiere potenciar al otro colíder, Tino Chrupalla. Meuthen está enfrentado sobre todo con una de las políticas más mediáticas del partido, su vicepresidenta Alice Weidel, más próxima al ala derecha. Weidel ha anunciado este sábado que no quiere ser candidata, si bien parecía ser la elección más natural. Había insinuado querer competir con Chrupalla, pero Weidel ha llegado tocada al congreso, con la sombra de un asunto de donaciones y críticas a su liderazgo en el Bundestag, el Parlamento federal.

En conversación con Alexander Häusler, sociólogo experto en extrema derecha, comenta: “En los Países Bajos, Francia, Bélgica e Italia, los partidos de derecha se han establecido, se han civilizado hasta cierto punto; en cambio, en Alemania, AfD se ha radicalizado hacia la derecha y aún así ha mantenido a los votantes". En las elecciones regionales de hace unas semanas en las áreas occidentales de Baden-Wurttemberg y Renania-Palatinado, el partido perdió casi la mitad de los votos. "Podría ser el final de la serie de éxitos de AfD, pero dependerá de cómo acabe de gestionar la crisis el gobierno de Merkel", apunta Häusler. Las miradas están puestas en las elecciones de junio en la región oriental de Sajonia-Anhalt, donde espera conseguir un mínimo del 20% de los votos.

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Si bien hay diferencias regionales, son sobre todo votantes de mediana edad los que les han ido votando y han conseguido que tengan representación en todos los Parlamentos, en los regionales y en el federal. Habrá que ver si los votantes habituales quieren apostar por un partido que desde hace unos dos meses está vigilado por los servicios secretos que protegen la Constitución, por su proximidad a la extrema derecha. Sin embargo, es cierto que mediante una querella, AfD ha conseguido parar o dejar al aire esta vigilancia en algunas regiones. A la vez, el partido vive sobre todo de donaciones de empresas privadas, las que pueden empezar a retirarles el apoyo por los daños de imagen que comporta el vínculo con los neonazis.