Por qué decidí hablar catalán a los hijos
La transmisión del catalán en la familia se mantiene positiva e incluso crece: hay más gente que habla catalán a sus hijos que a sus padres
BarcelonaEl catalán es la lengua que los catalanohablantes transmitimos de padres a hijos, pero también es la lengua que han hablado a sus hijos miles de personas que en su hogar habían hablado otro idioma, fuese castellano, urdu o turco. Solo un 28-30% de catalanes hablaban con sus abuelos y con sus padres en catalán y, en cambio, hasta un 45% hablan catalán a sus hijos –es decir, de madre a hijo hay una diferencia de seis puntos o de doce si sumamos los usos bilingües–. Éste es uno de los datos positivos de la última encuesta de usos lingüísticos de la población. La cifra contrasta con lo que le ocurre al castellano en el seno familiar: un 55% de los ciudadanos hablan castellano con abuelos y padres, pero el porcentaje baja al 37% con los hijos –o al 47% si sumamos los usos mixtos–. Y cabe señalar que un 20% de hogares hoy se declaran multilingües, si nos fijamos en la mezcla de idiomas que se hablan a sus hijos, una tendencia claramente al alza.
Por mucho que el catalán siga minorizándose, pierda comida en la calle y sea la lengua habitual sólo de un tercio de la población, también es una lengua que mantiene el vigor en el seno familiar, y eso es clave para su supervivencia y expansión. ¿Por qué hay familias que decidieron hablar a sus hijos en una lengua que no era su lengua materna? ¿Puede su testimonio servir a los inmigrantes de hoy? ¿Pueden sumar el catalán a su repertorio sin perder su lengua de origen? Hablamos con expertos en multilingüismo como Anna Solé Mena y con testimonios de personas que han cambiado de lengua en casa, como la madre del guionista Eduard Sola y el padre de la dibujante Màriam Ben-Arab.
La importancia de la familia
"La transmisión lingüística intergeneracional es un dato básico para explicar que una lengua sobrevive", afirma el sociolingüista Emili Boix, uno de los grandes especialistas en este ámbito. Si se rompe la transmisión lingüística familiar, una lengua se encamina hacia la sustitución; en cambio, recuperar una lengua, revernacularizarla, es muy difícil: "La primera lengua es fruto de los miles de horas que los padres y madres nos han dado la cena; por tanto, es un proceso muy lento y que identifica mucho a un grupo", apunta Boix.
Que la transmisión intergeneracional sea positiva significa que los padres siguen viéndola como una lengua de futuro, de prestigio, una lengua útil y querida. Las cifras muestran que "el grupo autóctono catalán se siente satisfecho de hablar la lengua, tiene confianza en el colectivo y no tiene motivos para dejarla", dice Boix, comparando la situación con lo que sí ocurrió en la Cataluña del Norte, en la Franja o en algunas áreas de la Comunidad Valenciana. La lengua del hogar también es importante porque tiene impacto en los usos: los 2,3 millones de personas que tienen el catalán en casa utilizan el catalán habitualmente en su vida. "La comunidad catalanohablante muestra una resistencia importante, teniendo en cuenta el contexto de bajísima natalidad", señalaba en el ARA el sociolingüista Avel·lí Flors-Mas.
Cuando se cambia de lengua
La reproducción del catalán depende no sólo de que la transmitan los padres catalanohablantes sino que se sumen otros hablantes –parejas mixtas, inmigrantes– y, a la larga, sus familias. ¿Cómo? "La mayoría de las parejas no decide la lengua que hablará a los hijos en la sala de partos, ni un día concreto, sale sobre la marcha –apunta Boix–. El momento del clic es fácil que sea un momento de cambio vital, como cuando entras en la familia del cónyuge o cuando tienes hijos. Un niño pequeño es un buen profesor de lengua". Los especialistas han identificado seis momentos que propician la muda lingüística, y no siempre está en la familia: puede ser al empezar la escuela (primaria, secundaria o universidad), al cambiar de trabajo, al empezar una relación y en el momento de tener el primer hijo.
es vital "la densidad de catalanes activos que tienes a tu alrededor", dice Boix. Por otra parte, hay factores que en cierto momento fueron estímulos, como que el catalán se vinculara a la idea de restitución de una legalidad prefranquista, de progreso individual y colectivo, de igualdad, de algo que va de todo. las anteriores oleadas a hablar en casa una lengua materna diferente a la propia; esto y el hecho de que "de todas formas, aprenderán el castellano", dice el especialista.
Éste es un hecho diferencial de la nueva inmigración no castellanohablante, que si quiere conservar la lengua de origen para mantener el vínculo familiar debe sumar a la ecuación más idiomas, como es el caso de la dibujante Màriam Ben-Arab. Hoy es normal que muchos jóvenes tengan tres y cuatro lenguas en su vida diaria. Por eso, aprender a incorporar lenguas a la familia ya gestionarlas –es decir: ¿cuándo deberíamos hablar cada lengua?– es tan necesario, aunque sean nociones que se explican muy poco en las familias y en las escuelas.
¿Qué hablarán los nuevos inmigrantes?
Hay cerca de medio millón de personas que no tienen catalán como lengua inicial en casa pero, en cambio, la tienen como lengua habitual. El catalán es una lengua que tiene cierta capacidad de atracción, aunque el contexto va disminuyendo –cada vez se identifica exclusivamente menos gente: hoy sólo el 30% se identifican con el catalán y el 15% con catalán y castellano, cuando hace veinte años este 45% se identificaban exclusivamente con el catalán–. Las cifras muestran que la incorporación de hablantes cada vez es más difícil porque hay menos espacios de inmersión y porque algunos de esos valores vinculados al catalán se han agrietado. "Han caído algunas ideas, como que si hablas catalán eres catalán, y eso es un problema", afirma la lingüista Mònica Barrieras sobre la legitimidad de pedir que todo el mundo aprenda catalán. Pero, en cambio, incorporar hablantes es básico: las personas que sumen el catalán a su vida, al cabo de una o dos generaciones podrían hablarle también a sus hijos como una de las lenguas del repertorio familiar.
"Es natural que la primera generación que llega transmita su lengua, pero evidentemente la lengua pública, de cohesión y que compartimos debe ser la lengua autóctona, el catalán", dice Barrieras, profesora en la UB y miembro del Grupo de Estudio de Lenguas Amenazadas (GELA). Para ella, las lenguas de herencia de la inmigración y la lengua patrimonial "no deben estar en contradicción" sino que pueden ser compatibles. "Si te respetan la lengua que llevas, empatizarás con la lengua de acogida. Hemos visto que genera un efecto espejo", afirma Barrieras, pensando en lenguas como el amazig o el panjabi (el caso del castellano es diferente porque ya es oficial).
Desde el grupo de estudio que lideraba Carme Junyent defienden que romper con la idea del monolingüismo e incluso del bilingüismo es positivo para el catalán, porque el multilingüismo obliga a, cuando hay muchas lenguas, no perder la tuya pero establecer estrategias de comunicación. Y aquí es donde pueden intervenir las políticas públicas. Porque la lengua que se habla en casa es una decisión íntima y personal, pero el valor y los derechos que se otorgan a las lenguas en el espacio público es política.